Estaba ansiosa por la llegada de mi maestro, faltaba pocos minutos para conocerlo. La compañía me había comunicado unos días antes que mi maestro principal tuvo un contratiempo y que ya no seria mi tutor, pero que no me preocupara porque ya había conseguido un sustituto que según ellos era el mejor de todos. Esa noticia no sabía si tomarlo como un honor o simplemente como si no tuviera importancia, en cuanto a mi ex, ya no supe nada de él desde ese día tan terrible y eso era lo mejor. El timbre sonó, me miré por última vez en el espejo de mi habitación. No sabía el contenido exacto y métodos de enseñanza que me darían, pero para prevenir me había aseado adecuadamente para la ocasión. Caminé rápidamente hacia la puerta principal, con nerviosismo abrí la puerta, cuando lo hice mi mirada se detuvo en el hombre frente a mi: su piel era morena, sus ojos avellanas, su cabello era n***o bien peinado, su rostro era libre de barba u otro instintivo. Vestía de traje n***o tallado lo suficientemente al cuerpo para notar que era corpulento, el perfume que usaba y que se desprendía de su cuerpo era elegante y costoso lo sabía porque precisamente eran los que nuestra compañía fabricaban y digo nosotros porque trabajo para mi padre; en su mano derecha llevaba un portafolio n***o y eso llamó mi atención.
—¿Usted es la señorita Lozano?—preguntó con un tono de voz ronca pero tolerable al oído.
—Si—respondí un poco aturdida por su impresionante presencia.
—Soy Vicent Black, su maestro—dijo seriamente estrechando su mano.
—Es un gusto conocerlo, gracias por haber venido—le dije correspondiéndole el saludo—. Pase por favor—le pedí abriendo más la puerta.
Él ingresó a paso lento observando el departamento. Le ofrecí algo de tomar y me dijo que con un vaso con agua estaría bien. Luego de dárselo tomó asiento en una de los sofás, yo me senté en otro que estaba frente a él algo nerviosa. Poco después él tomó su portafolio y sacó algo de el: parecía unos documentos.
—Quizás la compañía no le mencionó que debía firmar un contrato de confidencialidad, que en pocas palabras dice que ninguno de los dos dará información personal del otro. Es importante que lo haga si esta dispuesta a tomar el curso—mencionó acomodando los papeles.
—No tengo problema con firmar—le respondí luego de analizar qué eso era lo mejor para ambas partes, ya que mi identidad estaría protegida y así nadie se daría cuenta que había contratado este servicio particular.
—Muy bien, entonces léalo y fírmelo—comentó dándome los papeles, los tomé y eso hice precisamente. Mientras lo leía, algunos párrafos estipulaba que el sexo entre maestro alumna no era obligatorio(en el caso de las clases prácticas), sino una decisión personal del cliente. También plasmaba otras opciones para la enseñanza de dichas clases prácticas ( observar a otras parejas mostrando el tema visto en un estudio exclusivo y privado que la compañía establecía). Era la primera vez que leía algo así, y eso fue impresionante. Luego de unos minutos firme el documento. Luego se lo devolví y él los guardó de nuevo en su portafolio, lo colocó en el suelo y me miró fijamente—.Ahora señorita Lozano, le haré unas preguntas personales e intimas para conocer los puntos que debo fortalecer en usted sexualmente hablando, luego haremos una lectura teórica y finalizaremos con una práctica—visual del primer tema—explicó sin tomar ni lápiz ni papel. Trague en seco ante su explicación, no sabía que preguntas me haría y como seria la parte práctica-visual. Solo asentí con la cabeza—.¿Cuantas parejas sexuales ha tenido?—inició con la primera pregunta.
Eso si era bastante personal, pero entendí que debía ser lo más sincera posible para facilitar el proceso.
—Solo una—respondí un poco apenada recordando que le entregué mi virginidad y un año y medio de mi vida al idiota de mi ex.
Él me miró seriamente con sus ojos avellanas.
—No debe apenarse, y siéntase libre en responder sin ningún tipo de vergüenza. Estoy aquí no solo como su maestro, sino también como su consejero y también como una especie de amigo que la escuchará sin juzgarla—dijo de una manera que transmitía confianza. Yo solo asentí con la cabeza dándole una respuesta que estaba de acuerdo. Luego él me comenzó a preguntar sobre la razón por la que había llamado a la compañía Florentino, bajé la mirada cuando le di mi respuesta. Él en todo momento me escuchaba con atención sin ninguna expresión de juzgarme y eso me hizo sentir muy bien—.Luego de haber escuchado sus razones, me gustaría decirle que este curso no solo es para aprender técnicas de placer, sino también para que usted mejore su confianza en sí misma. Cuando finalicemos será otra mujer—su afirmación me hizo tener más confianza, era como si estuviera frente a un consejero o psicólogo. —.El tema de hoy es la masturbación femenina. Lea esto en voz alta—mencionó dándome una hoja.
La tomé un poco indecisa, era temas que no estaba acostumbrada a hablar, mucho menos con un extraño. Miré la hoja y comencé a leerla:
La masturbación aporta una serie de beneficios tanto físicos como psicológicos. Entre los beneficios tenemos:
1)Te hace más feliz al liberar neuroquímicos como las endorfinas.
2)Te ayuda a mejorar las relaciones sexuales al trabajar los músculos pélvicos.
3)Mejora el sueño gracias a la liberación de endorfinas y serotonina.
4)Es bueno para el autodescubrimiento y para mejorar la autoconfianza de uno mismo respecto al sexo.
5)Fortalece el sistema inmunológico.
Cuando terminé de leerlo él se preparó para hablar.
—Como verá la masturbación tiene grandes beneficios y no debemos verla con algo malo—dijo—. Para dar placer a otras personas o nuestra pareja es ideal darnos placer a nosotros mismo, así conocer nuestros puntos más sensibles y vulnerables—agregó como si nada—. Sin embargo, muchos creen que masturbarse es simplemente tocarse hasta llegar a un orgasmo, pero se equivocan existen varias técnicas que se pueden utilizar para experimentar nuevas sensaciones con un pizca de lujuria y adrenalina para que el proceso sea más placentero—comentó asiendo una pausa—. ¿ Cada cuánto se masturba?—interrogó esta vez mirándome con atención, sus ojos eran demasiado intimidante.
—No suelo practicarlo—respondí apenada por no ser una mujer "atrevida"—. Creo que crecer en un ambiente religioso no me permitió experimentar muchas cosas y eso incluye al sexo—agregue con sinceridad.
Recordé mi adolescencia donde estudié en un colegio católico de señoritas y las enseñanzas siempre eran en contra de pensamiento pecaminosos. Y ahora que soy adulta me he quedado con esa mentalidad.
—No sé preocupe, entiendo perfectamente la situación y ahora que conozco más de usted puedo usar un método más efectivo—dijo volviendo a tomar su portafolio, luego sacó una especie de venda color rojo—. Póngase de pie—me ordenó.
Hice caso, pero un poco indecisa, él se puso de pie y se puso detrás de mi. Me cubrió los ojos poco después.
—¿Para que es esto?—pregunte inmediatamente.
—Es para comenzar la parte práctica del tema de hoy que corresponde al primer bloque de este curso( en total son tres bloques o niveles)—respondió—. Se dará placer a si misma frente a mi, pero como conozco su crianza lo hará con los ojos vendados y así no tendrá pena alguna de hacerlo—agregó alejándose de mi, lo sé porque su voz no se escuchaba tan cerca.
No podía creer que tenia que hacer algo tan íntimo frente a él, trague en seco por la situación. No podía ver nada con la venda, y no sabía si sería capaz de hacerlo con él presente viéndome en todo momento aunque tuvieras los ojos cubiertos.
—¡En que rayos me metí!—grite mentalmente.