Verónica:
Sonreí la mayoría del tiempo que estuve sola, sintiéndome bastante amigable, no sabía lo que sucedía conmigo, pero lo dejé pasar y solo disfruté. Muchos hombres se acercaron, como abejas a su miel, algunos bien parecidos y otros no tanto, pero bueno, por lo menos no estuve sola.
La verdad no me sorprendía, era bastante atractiva para que negarlo y esto era un factor importante.
—¿Entonces tienes un gato? —Preguntó el hombre a mi lado, su sonrisa era hermosa.
Le sonreí, no sé desde cuando empezó a gustarme, si hace tan solo unos segundos le había encontrado muchos defectos, pero ahora no importaba. Solo me agradaba su compañía o tal vez estaba bebiendo demasiado.
Aunque espera, lo último que tomé solo fue unas cuantas copas de champán.
—Si tengo un gato, es blanco y me encanta, es muy adorable. —Casi grité mi respuesta porque el sonido de la música estaba muy alta y todos estaban bailando en la pista.
El hombre hizo ese gesto adorable al escucharme hablar de mi bola de pelos. Fruncí un poco mi ceño, no quería verme adorable, yo no era así...
—A mí, por el contrario, me gustan los perros, tal vez tu gato y mi perro podrían ser amigos. Apolo es muy amigable.
Me reí sin pensar. —No creo que a bola de nieve le agrade, es muy tímida.
—¿Bola de nieve? —Pregunta el extraño.
—Sí, verás, solo me gusta la nieve y una cosa llevo a la otra... —El hombre sonrió y yo, por el contrario, me quedé un tanto seria.
La nieve era muy importante para mí, mi padre siempre me llevaba a esquiar...
—Oye, ¿por qué no bailamos? —Preguntó el extraño.
Sacudí mi cabeza y desvíe el recuerdo tan triste, en su lugar sonreí. Me sentía muy relajada, como nunca antes y tal vez Allie tenía razón, debía divertirme un poco. Además, el sujeto se veía agradable.
—Está bien.
Bailamos una canción movida, la cual disfruté demasiado. El hombre no era tan buen bailarín y yo era pésima en esto, aun así me reí de todo lo que hicimos.
Después de esto decidí descansar un poco, no sabía por qué, pero sentía mucho calor y a la vez tenía sed.
—Voy por algo al bar. —Le informé.
—No descuida, yo voy, tu espera aquí. —dijo el hombre amablemente y lo vi alejarse.
Parpadee tres veces, para aclarar mi mente algo dispersa y mi vista no me engañaba, era bastante atractivo.
—Tal vez sea noche de faena —dije en voz alta a nadie.
Decidí que dejaría libre a mi señorita por esta noche.
—¡Señorita, Verónica! —Me llama de repente uno de los hombres contratados para el banquete.
—Si esa soy yo.
—Venga conmigo, su amigo Jeremy está tirado hace varias horas en el jardín.
—¡Qué! —Busqué a Noah con la mirada y no parecía saber nada, porque se le veía muy feliz bailando con Allie.
Me detuve a pensar si avisarle, pero al final lo descarté. No podía indisponerlos ahora.
Por último, observé al hombre atractivo del bar y suspiré resignada. —Bien señorita, será más tarde —dije palmeando mi zona sensible.
El hombre del banquete me observó divertido. —No me haga caso, más bien llévame con Jeremy.
El hombre asintió. —Si por aquí. Verá, ha estado maldiciendo mucho y ha asustado a muchas mujeres, así que es mejor llevarlo hacia una de las habitaciones, así todo se calmará.
Negué molesta, justo una noche que me siento libre y bien, y cuando no es Noah es Jeremy con sus estupideces, que dañan mis planes.
Cuando llegamos al lugar, tuve un vistazo de Jeremy, —Pero qué...
Él no tenía la camisa puesta, ni los zapatos, ni las medias, solo tenía sus pantalones.
—Parece que la estupidez se pega —dije pensando en Noah—. Ven ayúdame a cargarlo.
El hombre no esperó y me ayudó a levantarlo. Puse unos de los brazos de Jeremy en mi hombro y el botones, me imitó.
Jeremy ladeó un poco su cabeza y abrió solo una pequeña rendija sus parpados. Lo tenía muy cerca, nunca lo había tenido tan cerca.
—Verónica eres muy hermosa... —Alcanzó a decir.
Me reí sin sentido, aunque algo vibró en mi pecho por sus palabras. —Sí que estás borracho y ¿dónde está tu amigo cuando lo necesitas?
Jeremy frunció su ceño. —Ese bastard**..., malnacid**...
Negué. —No quiero saber. —Le dije, quién sabe que hizo ahora Noah para enojar a Jeremy.
Lo llevamos rápidamente a la mansión Harrison donde había cuartos hasta para una ciudad entera..., bueno exagero, pero el hecho es que era muy grande y de seguro aquí muchos pasarían la noche.
La mansión era muy hermosa y casi parecía un hotel. Hasta tenia el servicio a las veinticuatro horas y todo gracias a Noah que estaba muy feliz por su boda.
Logramos llegar sin incidentes a la casa, pero lo más difícil fueron las escaleras, sumado a eso Jeremy no colaboraba y yo estaba empezando a sentirme mareada.
—Ya falta poco —dijo el botones.
—Pues gracias a Dios porque pesa como cerdo, ¿me escuchaste?, pesas como un cerdo. —Le dije a Jeremy cerca de su oído.
Lo sentí reírse y susurrar. —Hermosa...
Desearía que dejara de decir esas cosas, mi temperatura ya estaba aumentando y le echaba la culpa al alcohol, aunque como dije, solo bebí como tres copas y esto era absurdo. El hecho es que combinado a esto, estaba su cercanía, su pecho fornido pegado a mi costado me estaba llevando a imaginar muchas cosas.
—Listo llegamos —dijo el hombre abriendo la puerta.
—¡Ay, por fin! —Dije con voz cansada.
Una vez el hombre abrió, vimos la cama y lo pusimos como un saco de papas sobre ella.
—Listo —dije agotada—. Usted encárguese de cuidarlo yo...
Me di la vuelta y no vi al botones. —¿Señor? —Lo busqué en el baño y nada. Sacudí mi cabeza y traté de abrir la puerta, pero al forzarla estaba..., cerrada con llave.
Golpeé con mis manos la superficie, ¿en qué momento se cerró? —¡Que está pasando aquí, abran! —Grité.
La voz temblorosa del hombre atravesó por poco la puerta. —Señorita..., no sé..., que paso, se cerró y no abre ninguna llave...
Me reí y sacudí mi cabeza. —¿Se cerró sola? ¡Vaya y traiga rápido una llave! —Le grité.
—En..., en un segundo —dijo el hombre y lo escuché alejarse.
Estaba borracha o quién sabe, pero no era estúpida... esto era muy extraño y además ya no sé qué me pasaba, mi cuerpo se sentía encendido en calor.
—Verónica..., ven... —Susurro Jeremy.
Me di la vuelta y lo observé, su pecho musculoso estaba a la vista y a mi completa disposición.
Trague fuerte y cerré mis muslos por impulso. —No..., no, no perderé el control. —Me dije una y otra vez, yo me lo prometí, no estaría con este animal.
—Verónica..., me..., me siento mal, ayúdame. —Sus parpados se abrieron y sus ojos verdes me observaron. Jeremy trató de incorporarse, incluso creí que se levantaría.
—Quédate ahí —dije asustada.
Odiaba oírme así, pero no sabía qué pasaba conmigo, mi cuerpo y mis pensamientos estaban dispersa, no juntaban. Solo había una cosa en mi mente, este deseo vivo y carnal que me inspiraba a ir hacia Jeremy. Ya no creía que el hombre del bar me hubiera hecho sentir así.
Jeremy sonrió y recorrió mi cuerpo con descaro. —Ven o iré por ti.
Me pegué más contra la puerta. —¿Acaso no estabas borracho?
—Estoy que me caigo, pero tengo la suficiente fuerza para alcanzarte —dijo con expresión borracha y su sonrisa era de pura picardía.
—Si te acercas, te juro...—De repente Jeremy se acercó con mucha velocidad y me enjauló con sus brazos. Casi gemí por lo bien que se sentía pegado a mí.
—No te resistas más, Verónica... —Entonces me besó y no fue suave, pero tampoco agresivo. Esta vez si gemí y me aferre a sus brazos, creí que mi autocontrol era mejor, pero una copa de champán combinada con la magia de Allie y estaba rendida.
Toqué sin descaro el cuerpo de Jeremy y él gruño excitado. Me levantó del suelo y en un segundo me puso sobre la cama.
Mis piernas se enredaron en sus caderas por inercia, mi señorita lo necesitaba. —¡Oh, no te detengas!, haz lo que tengas que hacer.
Su boca devoró mi cuello sin detenerse y sus manos tocaron con fuerza todo de mí.
—Necesito..., necesito... —Dije sin saber qué palabras formular.
Jeremy levantó su rostro de mi cuello y me dio esa estúpida sonrisa que tanto me encantaba, pero que también me molestaba. —Sé lo que necesitas y te lo daré como ninguno te lo ha dado. Después de todo el s3xo es una necesidad básica y tú lo necesitas mucho.
Si hubiera estado en mis cinco sentidos, lo habría detenido por su comentario, pero ya estaba al borde y no podía detenerme, mis bragas estaban lo suficiente empap**das.
¡Cielos!, Jeremy no sabía el favor que me hacía, hace como tres años que no había estado con ningún hombre.
—Como agradezco..., que seas..., tú...—Mi voz salió en un jadeo cuando lo sentí succionar mi zona sensible.