Capítulo 1

1020 Words
AMÉRICA Mi padre no deja de caminar de un lado a otro, hablando por teléfono y solicitando abogados, porque quiere refundir en la cárcel al conductor que ocasionó el accidente. Nos han llevado a la habitación en la que mi hermana permanece dormida debido a los sedantes, conectada a un montón de máquinas que monitorean sus signos vitales. Me siento mal al verla en ese estado. —¡Esto es inconcebible! —exclama mi padre, terminando de hablar por teléfono. Sigo sin dirigirme a él y me enfoco en Alene, cuando de pronto su móvil comienza a sonar en mis manos, con el nombre de Bryce resplandeciendo en la pantalla. Hace una hora nos habían entregado sus pertenencias y, con ello, esto. —Papá —le llamo. Él sale de su estupor y me mira con desafío. —Contesta —demanda. —No quiero —respondo tajante. —Mira a tu hermana, es tu culpa que esté así. Haz eso, por lo menos —se limita a decir. Frunzo el ceño, pero decido hacerlo solo por curiosidad y por el estado de Alene. Respondo. —¿Hola? —mi voz tiembla, nerviosa. Hay un breve silencio; respiro hondo y cansada. —¿Quién eres tú? —me pregunta una voz ronca y varonil al otro lado de la línea. Levanto la mirada y mi padre me dice que actúe como mi hermana, cosa que me resulta difícil, ya que ella es recatada y seria, mientras que yo soy la oveja rebelde de la familia. Tomo aire suficiente y me aclaro la garganta. —¿Cómo me preguntas eso? —finjo seriedad, esperando no darme un ataque de risa—. Soy Alene, cariño. Mis mejillas arden de vergüenza, especialmente porque sé que ella suele llamarlo así, y yo jamás le hablo de ese modo tan meloso a mis novios. Hay un largo suspiro. —No me has llamado y pensé que habías cambiado de opinión sobre la boda. Trago grueso al tiempo que mi papá sale de la habitación porque recibe una llamada. Hablar como Alene es tan complicado. —Por supuesto que no, ¿por qué lo haría? Eres el hombre de mi vida —los nervios me matan. —Y tú, la mujer con la que quiero compartir el resto de mi vida. Por cierto, ¿ya elegiste el menú? Comienza a hacerme preguntas sobre la boda que, por suerte, respondo con fluidez, ya que Alene no para de hablar de lo mismo todo el tiempo. Pasada una hora, poco a poco me voy acostumbrando a hablar con él y los nervios desaparecen, entrando en el mejor papel: el de actuar como mi gemela. —Ya quiero hacerte el amor de nuevo —añade, cambiando de tema. Me quedo sin habla; el aire se comprime en mis pulmones. —Deseo abrirte las piernas y hacerte mía hasta que gimas tan duro que toda la ciudad nos escuche —ríe con coquetería. Escuchar las intimidades de mi hermana alcanza un nuevo nivel. —Yo también —mis mejillas arden—. Tengo que colgar, es muy tarde. —Tienes razón —suelta un jadeo—. Ya quiero verte todos los días, por lo que nos queda de vida. Me muerdo el labio inferior al tiempo que papá entra con dos cafés. —Igual, yo, descansa —le interrumpo. —Buenas noches… No espero a que siga hablando o a que responda; solo cuelgo y dejo el celular de mi hermana sobre el mueble al lado de su cama. —¿Qué tal ha ido todo? —Bien —me limito a responder. El tiempo pasa; me quedo dormida. A la mañana siguiente, me levanto. Mi padre sigue alegando por teléfono, así que me voy al baño, enjuago mi rostro con agua fría y, al regresar, me doy cuenta de que Alene está despierta, llorando, mientras papá le dice algo. Cuando se percata de mi presencia, su barbilla tiembla y me mira con angustia. —Hola… —Ahora no tienes de otra, hermana —refuta. Acorto el espacio que nos separa y me inclino hacia ella. —Me alegra que hayas despertado —le susurro—. Ya verás que, con el tiempo, volverás a recuperar la movilidad de tus piernas. Sus ojos me lanzan dagas de fuego. —Ahora es tu turno de demostrar que esta familia te importa —replica, apartando mi mano con un ligero manotazo. —¿A qué te refieres? —frunzo el ceño. Ella y mi padre cruzan una nueva mirada llena de complicidad. —A que tienes que tomar mi lugar, hacerte pasar por mí —habla Alene con mirada oscurecida. Me congelo; lo que me piden es una completa locura, especialmente cuando ni siquiera pude con una llamada, mucho menos con hacerme pasar por ella. —No —espeto con firmeza y me aparto de ellos aún más—. Somos gemelas, pero distintas. Eres una remilgada y yo no. Aparte, olvidas el detalle del cabello: tú lo tienes por encima de los hombros y yo lo tengo largo. Eso es otro asunto; no pienso deshacerme de mi cabellera. —Hija, pensé que estabas con nosotros. De no ser por los Henderson, tu madre estaría aquí. Me cruzo de brazos. —Se dará cuenta de que no soy tú —busco una nueva excusa. —No si actúas bien. Solo será una temporada; Bryce viajará mucho los próximos meses por cuestiones de trabajo, así que casi no se verán —insiste Alene. —¿Y qué hay del nombre? —enarco una ceja con incredulidad. —De eso me encargo yo; solo pórtate como una buena muñeca y listo. —Hija… Ambos son tan egoístas, pero bueno, estoy de vacaciones. Puede que sea interesante estar un rato en la vida de Alene; así lograré comprenderla mejor. Por lo tanto, rindiéndome, acepto. —Vale, lo haré. Mi padre sonríe y nos toma a ambas de las manos. —Juntos vamos a derrotar el imperio de Bryce Henderson. Asiento, pero algo me dice que nos estamos metiendo demasiado en la cueva del lobo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD