Liesl estudió al hombre, que se arrodillaba en la cama frente a ella, y observó con mariposas en el estómago cómo se quitaba la camiseta por encima de la cabeza y la arrojaba a un lado. Solo había tenido un compañero real en su vida anterior y siempre le habían gustado los abdominales de seis paquetes y los pectorales definidos de Merlin, pero Isaías Machado era sólido como una roca. Tenía ondulaciones y crestas tan afiladas y definidas que parecían esculpidas a martillazos. Se preguntó, si es los lamía, ¿su lengua sangraría por ser cortada? Definitivamente iba a probarlo. Un grueso mechón de pelo n***o se centraba en su pecho y se desvanecía en los pantalones de chándal que llevaba. Tenía ganas de rastrearlo con los dedos y ver hacia dónde llevaba. Finalmente levantó la vista hac

