Isaías miró tristemente a Liesl, que claramente estaba en camino de embriagarse con sus dos amigas.
—Oye, Liesl, ¿podemos hablar? —Sus ojos parecían morados por falta de sueño y su mirada le dijo que había esperado demasiado para comunicarse. Estaba en problemas. Esperaba poder solucionarlo.
—Si estás aquí para dejarme, no te preocupes. Ya lo descubrí. Puedes irte. —Ella lo apartó con la mano mientras vertía una medida generosa de lo que parecía ser whisky en un tarro de conservas.
Él suspiró.
—Janka, Elsie, ¿les importa si nos dan unos minutos?
—¿Por qué? De todos modos voy a repetir lo que digas. Vamos a ahorrar tiempo —respondió Liesl.
—Tienes todo el derecho de hacerlo, pero preferiría hablar contigo a solas primero. ¿Por favor?
—Isaías, me dejaste anoche y no te molestaste en a
