Se sintió extraño estar en un nuevo apartamento propio. Se recostó en su cama mirando al techo, preguntándose qué estaría haciendo Isaías. Como si supiera que ella estaba pensando en él, su teléfono sonó, y ella lo miró con pánico. En el quinto timbre contestó. —Hola. —Hola Liesl. ¿Estabas durmiendo? ¿No te desperté, verdad? —Su voz cálida era suave y reconfortante. —No. Sólo estaba aquí acostada. La verdad sonó entre ellos tras su confesión. —¿Me estás evitando? —preguntó tranquilamente. —No. —Negó y luego susurró—: Sí. —¿Por qué, cariño? ¿Hice algo mal? —No. Yo lo hice. Hubo silencio durante varios segundos. —¿Regresaste con Merlín? —¡No! —casi gritó la respuesta—. ¿Estás loco? No, no regresé con Merlín. ¿Qué te pasa? —Bueno, dijiste que hiciste algo malo y todo este viaje a

