Un deseo compartido

1653 Words
Podían pedir muchas cosas en esa fuente de los deseos, Adele llevaba en mente una lista enorme, mientras que Paolo tenía en mente un solo deseo, uno que se había clavado en su cabeza desde el momento en que Adele se volvió en su amante ficticia ante su ex. Era muy curioso que él deseara eso después de todo lo que había pasado entre él y Adele, pero Paolo era un tipo que nunca había mezclado los negocios con el placer, su ética profesional había sido intachable, sin falla, hasta que conoció a Adele. Algo que le causaba muchas emociones, buenas y preocupantes. Paolo se hallaba frente a la fuente contemplando a una neoyorquina riendo mientras besaba cada moneda para luego lanzarla a la fuente. Las palomas que bebían de la fuente parecían estar tan curiosas como Paolo de lo que estaba pidiendo Adele. Ella parecía suplicar entre murmullos que sus deseos se cumplieran. Una vez tiró la última moneda, Paolo le preguntó: ¿Satisfecha, o te hace falta otra moneda? Sonriendo continuó: Tal vez te hizo falta algún deseo más que pedir. Paolo lo decía en broma, Adele había lanzado al agua 20 monedas, así qué pensó que no debía faltarle ni un deseo por pedir. Pero Adele extendió su mano y le dijo: Ya qué tú lanzaste solo una moneda a la fuente, dame las otras cuatro que te quedan en tu bolsillo Paolo… ¿Estás hablando en serio Adele? Haz lanzado 20 monedas, qué más quieres pedir? Tengo muchos deseos que pedir Paolo, muchas cosas que quiero tener, muchos sueños que cumplir… ¡Soy una mujer ambiciosa! … No es mi culpa que pidieras solo un deseo… Además Paolo, no vas a usar esas monedas, deja que yo las aproveche, es más… Hagamos un trato… ¿Un trato? ¿Qué tipo de trato Adele? ¿Qué te propones? Esa mirada tuya me causa escalofríos… Jajaja… ¡No seas infantil! Mis ojos son preciosos, así que mi mirada no te puede causar escalofríos, sino… Otra cosa… La mirada coqueta de Adele sacudió por dentro a Paolo, algo en su cabeza empezó a girar en dirección contraria a su deseo, así que sacó de su bolsillo las cuatro monedas que le quedaban y le dió a Adele tres monedas. Curiosa Adele le preguntó: ¿Qué vas a hacer con esa moneda? Paolo sonrió, cerró los ojos y murmuró: Quiero deshacer el deseo que pedí… Antes de lanzar la moneda, la besó y susurró: Deseo que sea para mí… Adele sintió aún más curiosidad de lo que había pedido Paolo, así que no quiso lanzar otra moneda hasta que Paolo le dijera lo que había pedido. Dime, ¿qué fue lo que pediste Paolo? Cambiaste tu primer deseo por un segundo deseo… ¿Qué fue lo que pediste? Los deseos son secretos Adele, y para que se cumplan tienen que quedarse como un secreto entre la moneda, la fuente y yo… ¡Oh vamos Paolo! No crees en eso de verdad, además no tiene nada de malo que compartas conmigo tu deseo… ¿Compartirías conmigo los deseos que pediste Adele? ¡Sí! Contestó Adele. Luego le empezó a contarle sobre cada deseo que había pedido, todos, excepto uno. Muy bien, me has dicho 19 de tus deseos, ¿Cuál es el último de de tus deseos Adele? No me dirás que ser la presidente de tu país; ¿O sí? No, ¡claro que no! Eso sería tonto, aunque te aseguro que sería una buena presidente, sería justa y gobernaria para todas las mujeres… Todas las mujeres eh… ¿Y dónde quedaríamos los hombres? Ustedes pueden irse a vivir en una isla, y cuando los necesitemos enviaríamos por alguno de ustedes… Es una magnífica idea ¿no crees…? Parándose firme, Paolo metió las manos en los bolsillos de su pantalón y dijo con una gran sonrisa: No me hagas cambiar de deseo Adele… ¿Qué significa eso? Dime Paolo, ¿qué fue lo que deseaste? No te lo diré hasta que me digas cuál fue tu último deseo… Adele se sonrojó hasta las orejas, esquivo la mirada de Paolo y se puso nerviosa. La sonrisa de Paolo se apagó, en un segundo sintió que su deseo y el de Adele estaban conectados. Mirándola fijamente pensó: ¡No puede ser! Ella desea lo mismo que yo… La emoción se adueñó de su estómago, su corazón parecía latir desde él. Por un instante deseo acercarse a Adele y tomarla de la mano. Su imaginación voló hasta un instante muy romántico, cuando estaba a punto de dar un paso hacia ella una niña muy inquieta se metió en medio de los dos diciendo: ¡Ya tiraron suficientes monedas, ahora es mi turno… Adele volvió a la realidad al observar a la pareja detrás de la niña discutiendo mientras la pequeña lanzaba sus monedas diciendo: Qué papá y mamá dejen de pelear y se quieran como antes… Esas palabras paralizaron la discusión, haciendo que miraran a su hija, Adele los miraba y Paolo también. Aquella escena se volvió de cinco participantes, y la vergüenza se apoderó de los padres de la niña, el silencio de sus padres hizo a la niña exclamar emocionada: ¡Sí funciona, sí funciona! Acercándose a su madre la niña la abrazó diciendo: Nos vamos a quedar en Italia con papá, ¿verdad mamá? Esa pregunta aunque no era para Adele la entristeció, la hizo pensar qué su vida estaba en los Estados Unidos, su trabajo, su familia y amigos, que aunque no eran muchos ni muy cercanos, eran parte de su vida. Paolo observó el rostro de Adele ensombrecerse y comprendió que su deseo era un imposible. El momento dulce y romántico que se dibujó en su cabeza se desvaneció como el humo. Todo esto fue un error… ¿Cómo pude ilusionarme con ella? Adele nunca dejaría su vida allá por un tipo como yo… Paolo se sintió envuelto en un desaliento, por un segundo se sintió muy tonto al pensar en su cliente como mujer, se reprochó desear una apasionada aventura con Adele y que su deseo fuera que ella se quedara con él. Pero no solo Paolo tenía un conflicto interno, también lo tenía Adele, ella había deseado que Paolo se enamorara de ella y que le pidiera quedarse. Pero al pensar fríamente las cosas, Adele sintió un abismo dividirlos y eso la hizo pensar: ¿Cómo pude pensar en algo así? Paolo acaba de terminar con una mujer mil veces más hermosa que yo… Solo había que mirarla para darse cuenta que esa víbora calentaría hasta un calcetín en la nieve… Yo no tengo ese poder, ¡Y hay que ver como besa Paolo! ¡No quiero ni pensar en lo demás! Yo… Yo no soy lo que él busca y mucho menos lo que necesita… Adele vio su sueño de estar con Paolo hundirse como el Titanic. Suspirando profundo Adele empezó a caminar sin tener idea a donde iba, pero al mirar unas hermosas flores, algo se le metió en la cabeza, deteniendola en su caminar. Paolo caminaba detrás de ella sin mencionar una sola palabra. De repente, Adele se volvió frente a él y acercándose a Paolo le hizo una pregunta: Paolo, ¿Te gustaría que lo que le hice creer a tu ex novia fuera verdad? La sorpresa de Paolo al escucharla lo dejó boquiabierto, pensando: ¿Dijo lo que creo que dijo? Paolo no quiso decir nada por temor a equivocarse en lo que había interpretado. Adele se acercó más cerca de Paolo, parada a centímetros de él le preguntó: ¿Te gustaría ser mi amante? La boca de Paolo se abrió, pero no salió ni una sílaba de él. Eso Adele lo interpretó como una negativa, avergonzada de lo que le había propuesto a su guía turístico, Adele le dió la espalda para irse. De pronto sintió la mano de Paolo en su brazo y escuchó su voz decir: Sí… Si quiero ser tu amante… La sonrisa se dibujó en los labios de Adele, ella nunca había sido tan espontánea, y mucho menos tan osada como para tener una aventura con un hombre sin saber si aquello tendría futuro o no. Ella solo pensó: Lo he besado y me ha gustado mucho hacerlo, amé sus besos apasionados aunque fueron falsos…Si ya llegué hasta aquí, ¿porqué no puedo vivir una intensa aventura con él? Paolo me gusta, y yo a él, si ya rompimos lo estipulado en el contrato… Hagamos lo que se supone no deberíamos hacer… Esa idea la hizo proponerle a Paolo convertirse en su amante, de manera real, al menos por los días de su estadía en Nápoles. Las sensaciones que le provocaron las palabras de Adele y su atrevida propuesta lo llevó a tomarla de la cintura y susurrarle al oído: Ese era mi deseo… Como dijo la niña: Sí funciona… Adele sonrió y comportándose con absoluta libertad le mordió suavemente el lóbulo de la oreja izquierda a Paolo. Luego se soltó de los brazos de Paolo y con un brillo pícaro en sus ojos Adele empezó a caminar moviendo sus caderas de una manera coqueta y sensual. En la boca de Paolo se dibujó una enorme sonrisa y caminando rápidamente hasta alcanzar a Adele, la rodeó de su cintura con sus brazos y levantándola del suelo empezó a girar con ella en sus brazos. Los dos reían disfrutando la locura que los había transformado en pareja, ninguno pensaba en el tiempo que duraría su aventura, solo deseaban disfrutar cada minuto juntos. Después de dar un paseo por lugares emblemáticos, las ganas empezaron a dibujar caricias furtivas, miradas intensas, movimientos provocativos, encendiendo el deseo de algo más íntimo. Volviendo al hotel, la habitación de Paolo recibió una invitada llena de caricias que lo llevaron a un mar de intensidad en el que él se sumergio hasta sus más profundas inmensidades.
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