Capítulo 4

1588 Words
Me escabullí de mi casa, porque ya no lo soportaba más, fui a un bar no muy lejos y me tome algunas copas de ron con agua mineral, mire por todas partes, buscando a algún hombre que pudiera ahuyentar sus recuerdos de mi mente, pero nadie me llamo la atención. Así que, llame a mi vieja confiable, Richard. No conocía nada de su vida, porque para ser sincera no me importaba, aunque era alguien a quien estimaba y quería, pero así era yo, no mostraba mucha empatía por otros. Nosotros llevábamos un contrato no verbal: cada que yo lo llamaba, él contestaba. Aunque yo no le daba el mismo trato, él nunca se quejaba y me complacía en lo que necesitaba y era lo bastante inteligente para saber que eso me volvía una desgraciada, por utilizarlo de esa manera. –Sube, te llevo a casa– se estacionó delante del bar y bajo la ventanilla, intenté sonreírle y me subí a su coche, pero yo no quería ir a mi casa. –No, llévame a la tuya– él me miro mientras me ponía el cinturón de seguridad. –¿Estas segura? –Sí, 100% segura– no dijo nada más y se incorporó a la desierta calle, era bastante tarde por lo que la carretera estaba con poco tránsito. Mire por la ventanilla todo el trayecto, dejando atrás los edificios, las tiendas cerradas, los barres y locales nocturnos. ¿Qué rayos estaba haciendo? No me respondí, porque conocía la repuesta, estaba utilizando la influencia que tenía sobre una persona, tal como me habían enseñado mi padre y mi abuelo. –Las personas, mi niña, son influenciables y en cuanto aprendas a dominar tus emociones, podrás influenciar en otras y no dejar que nadie te influencie a ti. –mi abuelo era como ese villano con el que todo el mundo se identifica, o así lo veía yo. Alto, con su piel quemada por el sol, sus ojos marrones que te miraban y te hacían dudar de toda tu existencia. Richard me abrió la puerta del coche en cuando estaciono en el edificio en que vivía, le di las gracias y lo seguí, era claro que estaba borracha y que solo quería algo de él, pero siempre era tan educado y atento conmigo. –¿Quieres algo de beber? –No– miré su pequeño departamento, era tan acogedor, cerca de la ventana había un escritorio lleno de papeles, una laptop entreabierta. – ¿Estabas trabajando? – me giré para mirarlo, estaba apoyado de la barra de la cocina. –Sí, dando unos últimos detalles a un artículo que tengo que entregar en unas horas. –Lo siento– le dije, y era completamente cierto. –No pasa nada, necesitaba distraerme. – me sonrío, llevaba el cabello muy corto y creo que era la primera vez que me fijaba en ese detalle. –¿En qué estás trabajando? – se despegó de la barra y vino a mi lado, tomando mi muñeca con mucho cuidado. –Política, ya sabes que estamos en los últimos meses de campaña y que todos los periódicos quieren una primera plana que llame la atención. –¿Puedo leerlo? – se echó a reír a carcajadas. –¿Qué? –¿Cuándo fue la última vez que leíste uno de mis artículos? – lo mire ofendida. –Siempre leo tus artículos y veo tus entrevistas en la televisión, solo por eso sigo pagando televisión por cable. –Me siento honrado. –Deberías. – le sonreí, aquella sonrisa que me sacaba de todos mis problemas y mis meteduras de patas. –Pensaba que habías querido venir aquí para otra cosa… no para leer mi artículo. –Bueno, quería ser cortes. –Ya veo– me toco la mejilla y me miro a los ojos –¿Cómo es que siempre voy corriendo cuando me llamas? –Todo es culpa tuya– le dije, él asintió y acerco sus labios a los míos. –Totalmente de acuerdo. No volvimos a hablar después de eso, nos dedicamos a besarnos, a quitarnos la ropa ansiosos, hambrientos. No llegamos ni a la cama, le dije que me lo hiciera contra la pared, porque así… así me lo hizo él la primera vez. En cuanto empezamos no deje de pensar en esos profundos ojos azules, como su cabello me hacía cosquillas, en como pase mis labios por esos lunares de su cuello, en su forma de tocarme o besarme, en su manera de hacerme correr, de querer seguir adelante con todo. Todo el tiempo que duro aquello, solo tuve en mi cabeza su imagen. … Me desperté y tuve que mirar todo a mi alrededor para ubicarme, me dolía la cabeza y estaba completamente desnuda debajo de las sábanas, reprimí un gemido de frustración por los recuerdos de la noche anterior, ¡Ah, joder! Lo había hecho otra vez. La cabeza me dio vueltas cuando me puse en pie, vi mi ropa doblada sobre el sofá de la habitación y rápidamente me vestí, corrí al baño y me cepillé los dientes usando mi dedo índice, eso era mejor que nada. Me até el cabello como pude y me dejé algunos mechones para que me cayeran por el rostro. Richard estaba vestido formal cuando me lo encontré en la sala, tenía una taza que humeaba en su mano derecha y miraba con atención las noticias. –Buenos días– dije, él levantó la mirada unos segundos del televisor y me sonrió. –Hola, buenos días, Mía– llevaba una camisa azul marino que le quedaba perfectamente a juego con una corbata oscura y pantalones de vestidor oscuros, se veía bastante bien, se había afeitado. –Hay café recién hecho. –Gracias– le respondí y fui a por una taza– ¿Qué miras? – le pregunté desde la cocina. –Salió una encuesta nueva. –¿Quién va ganando? – a mí no me importaba la política ni nada por eso, pero mi familia sí era fiel seguidora de ella. –¿De verdad quieres saberlo? –Pues no– me encamine hasta estar a su lado, mire al presentador de noticias y lo reconocí de inmediato, llevaba presentando las noticias desde que yo tenía uso de razón, había entrevistado a mi padre un millar de veces, al igual que mi abuelo, que ahora era algo así como asesor de no sé qué. –Te puedo llevar a tu casa si lo deseas. –Sí, por favor– asintió y se dio un trago de su café. –oye– él apago la televisión y me miro fijamente. –¿Sí? –me rasqué la ceja izquierda. –¿Tienes novia? – le pregunté por qué en el baño había visto un cepillo de dientes extra. –Sí. –¿Y la quieres? –Sí. –¿Y por qué te acuestas conmigo? ¿Qué pasa si ella lo descubre? – se quedó pensativo unos minutos. –Ella lo sabe, lo de nosotros– abrí la boca sorprendida. –¿Y no le molesta? –Pues sí ¿A quién no le molesta que su pareja se acueste con otra persona de vez en cuando? Pero eres tú y le hablé de ti y lo que significas para mí. –Deberías dejar de verme. –Sí que debería, pero no puedo evitarlo. – asentí, comprendí entonces que era yo quien tenía que alejarme de él, de dejar de llamarlo cada vez que lo necesitaba. –Entonces, dejaré yo de hacerlo– él me miro, parecía dolido por unos segundos, pero luego asintió. –¿Nos vamos? –Sí. No nos dijimos nada más, era lo mejor para él, porque mientras yo lo seguía utilizando para mi propio beneficio, él no podría seguir adelante y continuar con su vida, encontrar una pareja que lo quisiera y lo pusiera por delante de todo, que no sea una egoísta como yo, que pensara en él mientras se lo hacía. Pero mientras mi mente daba vueltas y vueltas, una idea se me paso por la cabeza. –Hemos llegado– miré al edificio de mi derecha y asentí. –Necesito pedirte algo. –Lo que quieras, sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites. –Me han dicho que no puedo hablar con nadie sobre lo que paso… pero yo– me retorcí las manos– yo necesito saber que fue lo que paso, por qué a mí y quién lo hizo. –Está bien, hoy pediré que me den la historia para poder tener acceso libre a la información y en cuanto tenga algo te avisaré. –Gracias– me incliné entre los asientos y le di un beso en la mejilla, él cerro los ojos por unos segundos. –Mía, yo… –No tienes que decir nada. –Pero sí que quiero, sabes lo que siento por ti desde que nos conocemos. –Lo sé. Y tú sabes lo que significas para mí, te quiero y te admiro mucho, pero ya lo intentamos y no funciono, es mejor que sigamos adelante y no complicarnos más la vida. –asintió, me baje del auto antes de que dijera algo más. Dentro de mi apartamento puse algo de música y me metí a bañar, era lo mejor, no podía seguir utilizándolo de esa manera, él era una buena persona, volví a deambular por mi casa, buscando algo que no encontraría nunca. ¿Cómo iba a sacarme a ese hombre de la mente?
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