CAPÍTULO DIECISÉIS

1613 Words
Cleopatra había hablado con su madre por teléfono antes de irse a dormir. Ella le había dicho que la quería y que se cuidara, también aprovechó para preguntarle cómo estaban las cosas por allí y que pronto iría Thalia a visitarla. — Está bien, madre. Cuando sepas bien cuándo vendrá dile que me avise, así la esperamos. Y todo está igual, yo sigo con las curaciones, creo que me queda una semana, mis amigos están con mucho estrés e insomnio por culpa de esto, pero dentro de todo estamos mejor… —Le responde Cleopatra con un tono de desconfianza, intentado tranquilizar a su madre. — Bueno chiquita, ten cuidado, ¡Te amo! — ¡Yo más! Nos veremos dentro de poco, quiero suponer… —Colgó la llamada y se acostó en su cama, pero costando que concilie el sueño. A mitad de la noche, Cleopatra tuvo una pesadilla. Soñó que el sujeto volvía a atacar, pero esta vez no tenía escapatoria. Se despertó sudando y con el corazón acelerado. Intentó calmarse, pero no pudo. Empezó a hiperventilar y a sentir que le faltaba el aire. Buscó su celular y llamó a Jordan, su mejor amigo, quién se suponía que estaba despierto, pero no le contestó, debía estar dormido. Llamó a sus amigas, Eva y Hanna, pero tampoco le contestaron. Estaba sola y asustada. Hizo un último intento y llamó a Aaron. Él sí le contestó y le dijo que iba enseguida a verla. Le dijo que se tranquilizara, que todo iba a estar bien. Aaron llegó a la habitación de Cleopatra con un helado en la mano. Era de fresa con chocolate, el favorito de ella. Pensó que le haría bien comer algo dulce y distraerse. Pero cuando la vio, se le cayó el helado de la mano. Cleopatra estaba pálida y temblorosa, con los ojos llenos de lágrimas. Aaron se acercó a ella y la abrazó fuerte. Le habló con voz suave y le dijo que estaba ahí con ella, que no tenía que tener miedo. Le acarició el pelo y le besó la frente. Después de varios minutos, Cleopatra logró tranquilizarse. Respiró hondo y se secó las lágrimas. Miró a Aaron y le sonrió. Él le devolvió la sonrisa y le señaló el helado que había dejado en la mesita de noche. — ¿Eso es helado? —le preguntó Cleopatra. — No, es popo de pájaro. —le dijo Aaron, sarcástico, ella rodó los ojos e intentó agarrar el helado. — Dame helado, por favor. —Le pidió Cleopatra. Aaron rodó los ojos y le pasó el helado. Cleopatra le dio las gracias y empezó a comer. Aaron hizo lo mismo. Se quedaron un rato en silencio, comiendo helado y mirando el techo. Era un silencio incómodo, lleno de preguntas sin respuesta. ************************** — Cleopatra, baja el arma. —Le reprochó Eva. Cleopatra tenía la pistola en la mano, la cual se la había devuelto Matteo. — Tranquilízate, no se disparará sola. —Le respondió Cleopatra. Ella no tenía miedo, tenía rabia. Rabia contra el sujeto que la había herido y amenazado. Quería vengarse, quería hacerle pagar. — Silencio, chicas, tenemos que estar atentos. —Les dijo Hanna. Hanna era la más sensata de todas, siempre trataba de mantener la calma y pensar con claridad. Ella había sido la que había pensado en llamar a la policía, pero todavía no lo habían hecho. No sabía si llegaría a tiempo o si serviría de algo. Eran las once y media de la noche, estaban todos en la sala, esperando a que pasara algo. Estaban Cleopatra, Eva, Hanna, Jordan, Aaron y Matteo. Nadie sabía quién era el sujeto, sólamente una persona que sabían que no iba a decir nada al respecto, ni qué quería. Solo sabían que era peligroso y que podía aparecer en cualquier momento. A Hanna le había llegado un mensaje de advertencia del sujeto. Le había dicho que iba a aparecer a medianoche y que se preparen para lo peor. Querida Hanna, Sé que estás leyendo esto con miedo y nerviosismo. Sabes que no te estoy mintiendo. Sabes que soy capaz de hacer lo que digo. Y sabes que no tienes escapatoria. He estado observándote durante mucho tiempo. He visto cómo te relacionas con tus amigos, con tu familia, con tus enemigos. He visto cómo te ríes, cómo lloras, cómo sufres. He visto cómo intentas resolver el misterio que te atormenta. Pero no lo conseguirás. No tienes ni idea de quién soy, ni de qué quiero, ni de cómo te voy a hacer pagar. Esta noche, a medianoche, voy a aparecer en tu casa. No te molestes en llamar a la policía, ni en pedir ayuda, ni en esconderse. No servirá de nada. Estoy preparado para todo. Tengo un plan perfecto. Y no voy a fallar. Así que prepárate para lo peor, Hanna. Porque esta noche será la última de tu vida. Atentamente, L.R. Todos se habían quedado tensos y asustados luego de leer eso, cada uno había buscado algo con qué defenderse. Algunos tenían cuchillos, otros tijeras, otros palos. Cleopatra tenía su pistola, Jordan y Matteo la de ellos. Todos estaban nerviosos mirando el reloj y la puerta. Faltaban cinco minutos para las doce. De golpe, el teléfono sonó. Todos se sobresaltaron y se miraron entre ellos. Aaron se levantó y fue a contestar. Era el sujeto, lo reconoció por su voz, su mano temblaba mientras sostenía el teléfono y escuchaba al sujeto hablar desde el otro lado. Él le dijo algo y colgó. Aaron volvió a la sala con una expresión de confusión y miedo. — ¿Qué pasó? —Le preguntaron todos. — Era el sujeto, lo único que dijo fue “Dije al llegar las doce, no aclaré la fecha.” —Les comentó Aaron, repitiendo las palabras de aquel desconocido que tanto los atormentaba. — ¿Nos acaba de hacer una maldita broma? —Exclamó Jordan, indignado. Sin soportar que estaban jugando con ellos de esa manera. — Es más una advertencia que una broma. —Dijo Cleopatra, recordando algo. Repitió las palabras del sujeto y se dio cuenta de algo— Cinco días. — ¿En cinco días? —preguntó Eva, asustada, solía ser la más alegre, pero esa noche no tenía ganas de reír, solo de llorar. No entendía por qué les pasaba eso, por qué tenían que vivir con tanto miedo. — Tenemos cinco días. —confirmó Cleopatra. — ¿Para qué? —preguntaron todos, sin entender. — Los lobos salen en luna llena, o sea, en cinco días. —Explicó Cleopatra. Recordó que el sujeto le había dicho que era un lobo, que iba a cazarla como a una presa. Supuso que se refería a la luna llena, cuando los lobos se volvían más salvajes y feroces. Eso significaba que tenían cinco días para prepararse, para enfrentarlo o escapar. — Después de ese mensaje no dormiré tranquila. —Dijo Eva, temblando. Esa noche quería paz. Quería que todo fuera como antes, cuando no tenían que preocuparse por nada. — Nadie de aquí dormirá tranquilo después de eso. —dijo Aaron, abrazando a Cleopatra. — No creo que sea tan literal… —Jordan comenzó a dudar, replanteando todo lo que había pasado hasta ese momento. Sus amigos lo miraron, intentando descifrar su expresión, pero la fachada fría y despreocupada cubría su rostro. — ¿Qué crees que puede ser, Jordan? No podemos tomarnos nada a la ligera, no sabemos cómo es esta persona o lo que trama. — Pero tampoco tenemos que tomarnos tan literalmente sus palabras, ¡Mirá lo que acaba de hacer! ¡Nos acaba de tomar el pelo como nunca! —le cuestiona, con furia— No sé ustedes, pero a mí ya hasta me está descolocando esta situación. —Se levantó de su sitio, caminando hacia la puerta. El grupo se había quedado tieso en sus lugares, Jordan abrió la puerta y salió sin más. — ¿A dónde creen que va? —preguntó Hanna, con un tono de sospecha.— Digo, muy confiancito como para salir así nomás, ¿No? — ¿Qué dices, Hanna? ¿Estás sospechando de Jordan ahora? —Dijo Aaron, mirándola.— No podemos ponernos a señalar a ninguno en esta situación, eso sólo hará que terminemos mal de la cabeza. — ¡Ja! —carcajeó Eva sin gracia— Ya estamos mal de la cabeza, Aaron. Míranos, estamos todos encerrados en una puta casa, sin contacto con otro tipo de personas que no seamos nosotros, aislándonos del puto mundo. Yo ya caí en la locura, no sé ustedes. —Se levantó de la ronda y subió las escaleras, dejando a todos con la palabra en la boca. — Yo creo que iré con ella. —Respondió Hanna secamente y repitió su acción. — ¿Ahora qué? —preguntó Cleopatra mirando a Aaron y a Matteo, eran los únicos que habían quedado allí. — No sé cómo terminé metido en toda esta mierda la verdad, pero yo también me iré, mañana tengo que trabajar y necesito descansar un poco. — Lo siento… —Susurró Cleopatra en dirección a Matteo, pero él solo respondió negando con la cabeza y saliendo de la casa. — Esto es una puta locura, ya nos está afectando a todos. — Lo sé, pero no podemos culpar a nadie todavía… —Dijo poco convencida. — ¿Estás segura de eso? — ¿Por qué lo preguntas? — Tengo el presentimiento de que sabes perfectamente quién es la persona que está causando todo esto. — Si que te has vuelto loco, Aaron. Sólo necesitas dormir al igual que yo, y si lo supiese, ya no estaríamos en este enrollo.

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