Anastasia. Habíamos llegado al callejón en la que se suponía que estaba mi padre, el camino había sido tranquilo y me sentí mucho mejor al comerme algo dulce en el trayecto. Era como si mi cuerpo estuviese necesitado de comida. Cosa que solo me sucede cuando estoy en mis días. ¿Mis días? Tengo que revisar mi calendario menstrual. Esta semana debería estar llegando. —No te presiones demasiado, ¿vale? Recuerda que estoy contigo y que cualquier cosa estaré a tu lado en lo que necesites —toma mi mano, cuando nos señalan una cafetería. —¿Se puede confiar en esas personas, Aleksandr? No me dan buena espina —lo miro asustada. —Les dimos el dinero suficiente para poder dar con tu padre de manera rápida. Según, está ahí porque es un hombre de negocios y por esa razón nos espera en ese sitio —a

