Capítulo V.

3278 Words
Continuamos paseando tranquilamente por la ciudad. Ningún otro policía nos detuvo, ni nadie nos hizo preguntas. Kilian se dedicaba a mostrarme algunos monumentos y a contarme sus anécdotas. Algunas fueron interesante, otras me sacaron risas y las pocas que quedaban me dejaron triste. Lo que más me sorprendió fue la forma en que hablaba de su padre, a pesar de que él le había echado de su vida, Kilian seguía queriéndole, era como si una parte suya guardase la esperanza de que las cosas tarde o temprano se arreglasen. Sentí pena por él en esos instantes, era como un alma rota y en el amor tampoco parecía irle demasiado bien. Seguimos paseando por la ciudad hasta que por fin llegamos a la pizzería. Cuando entramos en esta, me sentí bien, esperaba algún cambio extremo en los locales, pero me equivoqué. En ese sentido seguía todo normal o al menos en este restaurante era así. Kilian pasó alrededor de muchas mesas vacías, guiándome hacia una que se hallaba en el fondo del lugar. Tomó asiento y con la vista analizó cada uno de mis movimientos, hasta sentarme en frente de él. —Me encanta esta mesa—. Intentó sacar tema de conversación. —Es la número siete, no sé, siempre me ha dado suerte ese número—. Se revolvió el pelo y con la mirada empezó a buscar a alguien. No le presté atención, pero sentí como una ola de nervios se apoderó de mi. ¿Y sí había quedado con alguien? —¿Qué te apetece comer?— Preguntó fijando de nuevo su mirada en mi. Estábamos en una pizzería... ¿Qué otra cosa podría pedir? —¡No me mires así! —Pidió Kilian sintiéndose intimidado. —Sé que esto es una pizzería, pero si le comento a Lukasz, que te apetece otra cosa puede hacer magia y prepararla—. Agregó, apoyándose en la silla. Desvié la mirada de él. La verdad es que no tenía mucha hambre, bueno, quizás si una poca, pero no quería que pagase él. Me sentía mal porque tuviese que hacerlo. Escondí uno de mis mechones detrás de la oreja y volví a mirarle. Sus ojos brillaban como dos estrellas, como dos soles, con una fuerza inmensa. —No tengo hambre—. Mentí en cierta parte. Kilian arqueó una de sus cejas y negó con la cabeza. —Tienes que comer un poco. De verdad, no te preocupes por el dinero, que no es molestia pagar la comida—. Dijo como si acabase de leerme la mente. —¿Podemos al menos comernos la pizza a medias? —Pregunté buscando su mirada. Una radiante sonrisa apareció en su rostro. Dejó escapar un corto suspiro y aceptó la oferta. Le pidió a la camarera una pizza y también un refresco. La rubia le palmeó la espalda y con una cariñosa sonrisa se alejó de la mesa. Se conocían. —¡K! —Gritó alguien, bueno, o eso entendí. Kilian de un saltó se levantó de la silla y corrió a abrazar al joven. Abrí los ojos como platos, sorprendida que se comportasen así... Parecían ser una pareja. No me esperaba eso de Kilian. ¿Sería acaso bisexual? Empezaron a hablar de algo, su amigo me dedicaba de vez en cuando una mirada, pero le prestaba más atención a él. Pasaron los segundos y dejé de darles importancia, llevando mi vista hacia la ventana que tenía al lado. En un abrir y cerrar de ojos, el tiempo de fuera cambió. El cielo estaba nublado y al parecer había empezado a llover. Al principio no con mucha fuerza, pero a lo largo, la intensidad había aumentado. Me encantaba, amaba el sonido de la lluvia, era tan tranquilizante. Kilian volvió a tomar asiento, asustándome por la sigilosa forma en que lo hizo. Se disculpó con la mirada, pero en realidad le había divertido mi reacción. La camarera trajo el refresco que le pidió Kilian... Aunque más que refresco, parecía ser zumo. Aunque más importancia le presté al que sólo había traído uno. Pizza a medias vale, ¿pero bebida a medias? —¿Qué sucede? —Preguntó Kilian nervioso. Le dediqué una mirada y volví a clavar la mirada en el vaso. Bueno, la parte positiva es que había ahorrado dinero así. —Si te molesta, puedo pedirme otro—. Agregó después de analizarme con la vista. —Está bien así—. Murmuré, encogiéndome de hombros. Antes de que pudiese reaccionar se alguna forma, la camarera trajo nuestra pizza. Con cuidado la dejó en el centro de la mesa, aunque al final logró quemarse. Soltó un quejido y después de sonreírle de nuevo a Kilian se fue a tomarles nota a otras dos mesas. El olor de la pizza me hizo la boca agua. ¡Era pizza! Todo el mundo reaccionaría así y más si la han hecho en una pizzería. Amaba la cocina italiana, era mi favorita y siempre lo sería. Kilian no esperó y nada más tener la pizza al alcance cogió un trozo de esta, saboreándola como si fuese el último pedazo de pizza del mundo. Yo hice lo mismo, aunque de manera menos visible... Pero tuve que parar, ya que la pizza que pidió llevaba olivas y yo no las soportaba. —Podías haberme dicho que no te gustaban—. Habló con la boca llena, pronunciando algunas cosas mal, sacándome con ello una carcajada. —¿Qué? —Cuestionó mientras le daba un bocado a la pizza, haciéndome reír de nuevo. Tuve que dejar mi pedazo, para coger aire y no atragantarme. Hizo lo mismo y cuando terminó de masticar lo que tenía en la boca me sacó la lengua, como un niño maleducado. Ambos intercambiamos miradas, creando con ellas nuestro propio medio de comunicación. En su rostro apareció una tímida sonrisa, seguidamente recorrió sus labios con la lengua, limpiándose así los restos de tomate que quedaron en ellos. —Estás preciosa cuando ríes y sonríes —. Dijo con una voz tierna. Sentí como mis mejillas reaccionaron, al igual que mi corazón. Abrí la boca para decir algo, pero un fuerte portazo me lo impidió. En la entrada del restaurante aparecieron dos policías y la verdad es que tenían cara de pocos amigos. Kilian se puso de pie de manera inmediata, intercambió la mirada conmigo y nervioso tragó saliva. Todos los presentes empezaron a hacer lo mismo, dejar lo que estaban haciendo, dejar sus conversaciones y ponerse en pie. Por fortuna o desgracia, nos encontrábamos en el fondo del restaurante, si había suerte, no se darían cuenta de que estamos ahí. Sentí que me quedaba de piedra, podían no buscar nada o podían buscarme a mi. En mi interior se extendió una ola de temor a que fuese la segunda opción. Kilian tiró cuidadosamente de la camisa que llevaba, captando así mi atención. Con la mirada me indicó hacia la parte derecha del restaurante. Los baños. Podíamos escondernos ahí, pero sería muy extraño dejarnos una pizza entera en la mesa. Kilian insistía, hasta que terminé aceptando lo que proponía. Mientras los policías le hacían respuestas al amigo de Kilian y a la camarera, nosotros sigilosamente nos dirigimos hacia los baños. Nadie se dio cuenta de nada, gracias a a los cielos que era mediodía y que este sitio parecía el típico lugar que se llena los fines de semana. Kilian entró en el baño, cogiéndome de la mano. Nos adentramos en ellos y esperamos, aunque no era muy astuto, ya que los policías parecían haber empezado a rebuscar en el restaurante. Uno de los baños no funcionaba, sería buen escondite, pero la puerta estaba cerrada. Kilian se sacó una especie de aguja del pantalón y empezó a jugar con la cerradura de la puerta. —¿Q-qué haces? — Pregunté en un susurro. Frunció el ceño y negó con la cabeza. —Quiero abrir esta puerta—. Musitó inseguro y nervioso por no lograrlo. —¿Para? Antes de que respondiese oímos como pasos firmes se acercaban hacia aquí. Kilian logró abrir la puerta. Satisfecho sonrió, cogió el letrero que había puesto en la puerta y lo dejó en el segundo baño que había. ¿Qué sentido tuvo? No lo sé. Con un empujón me metió en ese baño, cerró rápidamente la puerta y con ayuda de la aguja nos encerró en ese cuarto. Mis ojos se abrieron como platos. Quise decir algo, pero él negó con la cabeza y con el dedo índice me indicó a que permaneciese callada. De pronto dejamos de estar solos, los policías entraron en los baños e iniciaron una conversación entre ellos. Abrieron de un portazo el cuarto de al lado, consiguiendo con ello que diese un sobresalto. Kilian buscó mi mano, cogiéndola, para que pudiese tranquilizarme de esa forma. No entendía lo que decían, pero al ver la expresión que tenía Kilian en el rostro, supuse que nada bueno. Busqué desesperadamente su mirada, pero antes de hallarla, uno de ellos quiso abrir la puerta del cuarto en el que estábamos... ¡Pillados! Era el fin... O eso pensé, pero la puerta no se abrió. Lo intentó e intentó, pero terminó rindiéndose. Ambos volvieron a hablar entre si y pocos instantes después salieron del baño. Solté un suspiro de alivio y lo mismo hizo Kilian. Apretó mi mano con más fuerza y me dedicó una sonrisa. Cuando oímos que la puerta del cuarto de baño se había cerrado, volvió a jugar con la aguja, abriendo la puerta del baño para que pudiésemos salir. Salió como primero, dándose la vuelta hacia mi, abriéndose de brazos. Alcé una de mis cejas confundida. ¿Qué quería? Me hizo indicaciones y al final entendí que necesitaba un abrazo. Dudé durante unos instantes, pero terminé acercándome a él con algo de inseguridad. Él, al notarla, decidió dar el los primeros pasos. Acortó la distancia que nos separaba y me envolvió con sus brazos, dándome en ese momento apoyo y fuerzas. Tardé algo más, pero le devolví el abrazo, hundiendo mi rostro en su hombro, sintiéndome protegida por él. —¿Me buscan? —Pregunté, aunque sabía que quizás no obtuviese respuesta a esa pregunta. Kilian creó una poca distancia entre nosotros, clavando su mirada en la mía. —No estoy seguro de si te buscaban o si se trataba de una revisión semanal —. Respondió después de relamerse los labios. Mi corazón en ese momento se encogió, todo tenía más pinta de ser lo segundo. —Salgamos de aquí—. Decidió Kilian, cogiéndome de la mano. Asentí con la cabeza, siguiéndole. Los policías ya se habían ido, lo cual nos dejó mucho más tranquilos. El joven que antes se quedó hablando lo detuvo, para contarle resumidamente lo que había sucedido. Kilian solo se limitó a asentir y en cuanto el terminó de hablar, nos fuimos de ahí. Si, nos fuimos sin pagar y nadie se dio cuenta. —¿Qué te ha dicho? —Pregunté con curiosidad. —Lukasz dijo que se trataba de una revisión sorpresa, pero que es extraño, porque le hicieron una hace dos días—. Suspiró con pesadez Kilian, dándole más vueltas al asunto. Seguimos cogiendo calles y calles, hasta llegar a su casa. Abrió la puerta con ayuda de la huella y rápidamente la cerró detrás de si. Estaba preocupada. Tenía miedo y Kilian tampoco parecía estar de buen humor, le afectaba demasiado todo lo que pasaba. Mientras que el decidió darse una ducha rápida, yo tomé asiento en el salón. Me quedé mirando el techo, tampoco es que pudiese hacer mucho más. La televisión estaría en polaco y los libros que tenía en las estanterías también. Cerré los ojos, relajándome, recordando esos días que pasaba estando en mi habitación, tranquila, sola, escuchando música, metiéndome en la canción, como si la hubiesen escrito para mi. Los murmurios de Kilian me sacaron de esa imagen, de ese pensamiento. Clavé mis ojos en él, dejándole de piedra. Después de cortos segundos, continuó su camino, metiendo la toalla en la lavadora, como si fuese una canasta. Se dio la vuelta hacia mi y con pasos lentos se acercó al sofá, sentándose a mi lado. Sus ojos me recorrían, me analizaban y diría que incluso parecían desnudarme. Desvié la mirada de él, porque terminé notando como los nervios empezaron a consumirme. ¡Me ponía muy nerviosa! —Lukasz me contó, que hay una forma como hacer que registren tu huella dactilar—. Inició tema de conversión. Los nervios fueron sustituidos por esperanza. Si esa forma funcionaba... Podría volver a casa sin ningún problema, no pude evitar sonreír, aunque al dirigir mi mirada hacia Kilian, me encontré con un rostro insatisfecho. Mi sonrisa en ese momento se congeló, al parecer me había alegrado demasiado pronto. —¿Cuál? —Cuestioné al ver que Kilian no se atrevía a decir más. —Casándose—. Contestó muy brevemente. No lo entendí, no logré comprender algo que parecía tan simple. —¿Cómo qué casándose? —Exigí saber más detalles. —Cuando una pareja va a casarse, la huella dactilar de la mujer es eliminada de la base de datos y sustituida por una nueva que escoge el matrimonio. El hombre sigue usando la suya y la mujer también, pero se registran como una huella común. En la mayoría de los casos, es una similar a la del hombre. Al eliminar tú huella, deja de existir y pasa a eliminarse en los demás países—. Explicó apoyándose en el sofá. —En tú caso podríamos usar la excusa de que ya la han eliminado, pero que tuviste que cambiar la fecha de boda —. Agregó pensando en voz alta. —Eso es una maldita locura—. Comenté alterada. Él asintió con la cabeza, revolviéndose el pelo húmedo. —Hay otra... Como registrarse de nuevo, pero para eso necesitas un pasaporte o algo que te identifique—. Intentó darme más opciones, para ver si alguna servía. —Pero... —No podemos usar esa, porque no tienes ni uno, ni otro—. Me interrumpió, terminando la frase pro mi. Dejé escapar un pesado suspiro y también me apoyé en el sofá. Los ojos de Kilian se clavaron en mi, bueno, más bien en mis pechos, que en ese momento se notaron más. Volví a ponerme normal, sonrojándome y cruzándome de brazos. En su rostro apareció una sonrisa llena de picardía y después de unos instantes, también terminó sentándose normal . —No hay muchas más opciones—. Rompió le silencio. Seguimos en punto muerto. —Puedes quedarte aquí el tiempo que necesites—. Murmuró nervioso. —No quiero molestar—. Respondí de manera sosa. Sentía que iba a estar atrapada aquí para siempre, que no podría salir del país nunca más... Y que era muy probable que cuando comenzasen a buscarme, que cuando alguien se enterase de que viva ilegalmente aquí, terminaría atrapada entre las cuatro paredes de este piso. Una presión empezó a formarse en mi pecho, sentí que no podía respirar bien y noté que mi vista comenzó a nublarse. Pasaron milésimas de segundos y lágrimas acariciaron mis mejillas. Kilian de manera inmediata se acercó a mi, me rodeó con uno de sus brazos, estrechándome contra el con fuerza, pero al mismo tiempo con cuidado. Mi rostro acabó en su pecho, los latidos de su corazón se aceleraron en ese momento, pero intentó disimularlo. Con los dedos acarició cariñosamente mi pelo, calmándome con ello, mientras que con la mano mas libre, secó mis lágrimas, usando sus pulgares. Respiré, inspiré e intenté calmarme. Kilian cogió aire varias veces, estaba segura de que se planteó decir algo, pero terminó guardando silencio, creyendo que sería mejor así... Y estaba en lo cierto. Pasaron unos minutos y acabé tranquilizándome. Volví a la postura de antes, evitando mirarle. —Risha—. Pronunció mi nombre, haciéndome sentir un escalofrío. —Casemonos—. Agregó, ganándose con ello mi mirada. Fui maleducada en ese momento y abrí la boca, dejándola así durante segundos. Volví a sentir las lágrimas en mis ojos, aunque no sabía muy bien porque... Quizás por la emoción. —No—. Me negué, sacudiendo la cabeza. —¿Por qué? —No quiero que lo hagas, me sabe mal que... —Si puedo ayudarte con ello, si puedo conseguir que gracias a ello vuelvas con tu familia, estoy más que dispuesto a hacerlo—. Me interrumpió antes de poder expresarme. —No puedo... Siempre he pensado en que me casaría por amor, por querer compartir cada uno de mis días con una persona que conozca la mejor y la peor parte de mi, y aún así esté dispuesta a amarme y soportarme—. Dije con un tono demasiado soñador. —Y estoy segura de que tú quieres lo mismo... De que tu corazón busca algo similar. Agradezco que quieras ayudarme, pero creo que ese precio es muy alto para ambos—. Continúe. —Me divorciaría nada más salieses de aquí—. Se encogió de hombros, aunque en realidad intentó convencerme con ese argumento. —No quiero casarme con un desconocido—. Solté sin más. Se pasó la mano por el pelo y me observó fijamente. —Vamos a cumplir nuestras primeras veinticuatro horas, estamos a un paso de conocernos toda la vida—. Dijo con un tono serio, pero terminó riendo. —¿En serio que solo a uno? Me sacó la lengua como respuesta. Por el piso se extendió una melodía que provenía de su móvil, pero nada más oírla, di un pequeño salto, ya que me asustó. Kilian soltó una corta carcajada y abrió el mensaje. Sus mirada dejó de brillar como hacia hasta ahora y un suspiro escapó de su boca. En mi interior se creó la duda y la curiosidad. Cuando ya estaba dispuesta a preguntarle, él se me adelantó dándome ya una respuesta. —Tengo que ir a trabajar. ¿Va a dejarme aquí? ¿Y sí pasa algo? Me sentía tan niña en esos momentos. En sus ojos también aparecieron rastros de preocupación, pero terminó sacudiendo la cabeza, como si intentase deshacerse de ella así. —Todo estará bien, serán sólo unas horas. ¿Y sí miente? ¿Y sí se trata de la policía? Le han enviado un mensaje y... Quieren quedar con él y... Se va para que vengan a por mi. —Odio cuando haces eso. —¿Vas a por la policía? —Sus ojos se abrieron de par en par. Se levantó de manera brusca del sofá y me miró varias veces antes de decir nada. —¿Por qué piensas eso? ¡Soy el único que te está ayudando! Te he pedido hasta matrimonio para que seas feliz y no te pillen. ¡¿Acaso tiene sentido?! ¡¿Te saco de un restaurante para entregarte luego?! —Alzó la voz enfadado. —Si de verdad hubiese querido entregarte, ya lo habría hecho—. Suspiró más calmado. Me quedé callada, no sabía si confiar en él o no. No sabía si lo decía en serio, aunque tenía en cierto modo razón. Sería muy idiota sacarme de un lugar para entregarme desde otro. —Risha, quiero ayudarte... Quizás si te hubieses despertado en otro sitio, con otra persona hubiese sido diferente... Pero yo de todo corazón quiero ayudarte, porque, me creas o no... Tengo la sensación de que si esto hubiese pasado al revés, también estarías ayudándome, ¿verdad?
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