Lars parpadeó con mucha intensidad, pues ni él mismo creía las palabras que acaban de salir por su boca. Amor, era una palabra demasiado fuerte, que encerraba mucho. Era un sentimiento que él no conocía y que creía que, probablemente, jamás había conocido. Quizá había amado a su madre, pero hasta de eso dudaba, pues nunca había sentido lo que esa palabra encerraba. Sin embargo, aquí estaba, frente a la cría infernal que le había provocado soltar semejante declaración y que le hacía sentir cosas que ni él mismo entendía. —Estás loco —espetó Maxine, quien estaba más desconcertada que él—. Los celos son un mal consejero, Lars. —Es lo que tú me provocas —dijo él sin poder contenerse a aquel arrebato de emociones que lo estaban embargando en aquel momento. Volvió a sujetarla por los hombros

