—Sí, claro, señorita Reiner. Dígame, ¿en qué puedo ayudarle? —dijo Iain.
Maxine miró a su alrededor y observó las personas a su alrededor. No quería que nadie escuchase lo que quería hablar con el abogado, así que le preguntó:
—¿Podemos hablar en otro sitio?
—Por supuesto, estaba por salir a almorzar en este momento, ¿no sé si gusta acompañarme? —preguntó él.
Ella asintió y él le hizo una señal con la mano para que salieran del edificio. Caminaron en silencio, hasta que llegaron a un restaurante que quedaba a dos manzanas del edificio. Luego de que se sentaron a la mesa y ordenaron, Iain habló:
—Entonces, señorita Reiner, ¿de qué quería hablar conmigo?
—Puede llamarme Maxine, abogado —dijo ella junto a una leve sonrisa amable.
—Solamente si usted me llama Iain —le devolvió él, junto
