Mate, mate, mate, mate, mate, mate.
Es lo único que mi mente puede entender en este momento.
Llámenme masoquista si quieren. El lobo estuvo presente en el peor momento de mi vida y probablemente estuvo a punto de matarme también junto con sus amigos pero mi Casiana está dando brinquitos en mi mente muy emocionada.
Por mi parte no tengo la menor idea de qué pensar acerca del macho. ¿Qué es lo que estaba haciendo en nuestro territorio?, ¿Por qué no se quedó a conocerme?, ¿Es que acaso no me quería?, ¿Me iba a rechazar? Mi corazón se encogió con ese pensamiento.
No quiero que me rechace, tal vez en el pasado no quise tener un mate que me atara a su lado y me tratará como una propiedad. Pero mis padres y Julian tuvieron razón siempre. Cuando conoces a tú pareja y sientes el lazo que los une las cosas cambian. Que ilusa fui al creer que iba a poder resistirme. En este momento mis instintos primarios me urgen a que me pare de mi cama y salga corriendo al bosque y lo busque.
Y es que su aroma. Diosa de la Luna, su aroma me estaba volviendo loca, definitivamente el aroma de mi pareja era mi nueva fragancia favorita. Y ya sé que todos dirán que es estúpido que esté pensando de esta forma de una persona a la que ni siquiera le he visto la cara pero entiéndanme. Si la diosa Selene me lo asigno como compañero sus razones debe tener.
¿Verdad?
Mi padre y mis hermanos hacía ya horas que me habían dejado sola en mi cuarto para que descansara. Y tenía toda la intención de hacerlo, en verdad, pero el sueño no quiso venir a mí. Me quede dando vueltas en el colchón, enredándome en las cobijas hasta que la media noche. Cuando la Luna estuvo en su punto más alto me reasigné a no dormir esa noche y me pare.
No podía salir de mi habitación porque no quería soportar el regaño de mi padre, así que me acerque al baño y con cuidado me revise las heridas en el espejo despojándome de las vendas que me cubrían el torso. Sangre plata seca manchaba mi piel, pero ese era la única señal de lo que había vivido. Ni una sola cicatriz donde las flechas se habían clavado, ni dónde el lobo blanco me había herido. Realmente ser descendiente de mi madre traía sus ventajas.
Como me sentía sucia decidí darme un baño. Me quite de encima el lodo, las hojas, el sudor y la sangre. Y desgraciadamente la leve fragancia de mi pareja también desapareció de mi piel. Aunque no lo hizo de mi memoria, primero moriría antes de olvidarlo.
Cuando salí me puse unos shorts deportivos negros con una playera que le había robado a Jace gris. Me quede descalza porque siempre había amado la sensación de las distintas superficies en mis pies desnudos, seque y cepille mi pelo mientras tomaba asiento frente a la gran ventana que tenía en una de mis paredes. Mis ojos cambiaron a los de mi loba bajo mi voluntad, y gracias a esa mejora de visión pude ver con más claridad a través de la noche.
Todo estaba tranquilo y no había nada fuera de lo normal. Pude a ver a varios lobos haciendo guardia pero eso era todo, la noche estaba silenciosa y calmada. Demasiada calmada a decir verdad, más aún cuando hacía unas horas la hija de los Alphas había sido atacada.
Mi mente voló de regreso a mi madre y a la mirada dura que tenía cuando me encontró. ¿Habrá hallado a mis atacantes?, ¿Lo habrá encontrado a él?, ¿Estaría haciéndole daño? Ciertamente el lobo se merecía una buena paliza de mi parte por no haberme ayudado pero definitivamente no quería que muriera bajo las garras de mi madre. Nunca la había visto asesinar a nadie pero las leyendas y los rumores acerca de su persona eran lo bastante explícitos y aterradores como para tenerme genuinamente preocupada por la integridad física e intelectual de mi compañero.
Dejé de pasar el cepillo por mi pelo cuando vi unas sombras moverse en linde del bosque, me incliné sobre el cristal y mi respiración lo empañó limitando mi visión. Me apresuré a limpiarlo para ver mejor. Mi corazón se desboco cuando después de unos segundos cuando varias figuras llegaron caminando. Los guardias se pusieron en posición de combate de inmediato pero después se relajaron he hicieron una reverencia.
Eso solo significaba que era mi madre la que estaba regresando. Esperé durante unos momentos a que estuvieran más cerca, y por fin vi a los demás lobos que la acompañaban. Dannia caminaba a lado de mi madre y las dos se veían molestas. Varios de sus guerreros estaban detrás de ellas y se mostraban cansados. Pero eso no fue lo que me inquieto. Si no más bien fue el segundo en el que reconocí al Beta de mi madre cerrando la marcha mientras cargaba un bulto como una especie de saco de papas en un hombro. Pero eso no era un bulto cualquiera, era una persona.
Mi pulso se disparó y mi loba empezó a gruñir con amenaza ante la idea de que nuestro compañero fuera herido. Mamá se giró y empezó a dar órdenes. Logan y los guerreros se dispersaron en diferentes direcciones, y no pude a ver a dónde se lo llevaban. Mi madre se quedó unos segundos discutiendo algo con su Delta antes de que ambas se despidieran y por fin cada uno siguió con su camino. Dannia a su casa y mi madre a la nuestra.
La seguí con la mirada en todo momento. Admire su porte y su seguridad al caminar. Los lobos con los que cruzaba se detenían a verla he inclinaban su cabeza con respeto. Definitivamente mi madre era una Alpha temida y respetada no solo por nuestra manada, si no por todas. Cuando estuvo a solo unos metros de la mansión alzo repentinamente el rostro hacía la ventana dónde estaba sentada. Y a pesar de la distancia y que estuviera sumida en la oscuridad a mí no me cupo duda alguna de que sus ojos plateados me estaban viendo con reproche.
Ella sabía que estaba observándola en lugar de estar dormida. Me ruborice sin poder evitarlo. Mamá asintió con la cabeza y me señaló la entrada antes de cruzarla, y lo tomé como una invitación.
Mi madre sabía que no iba a descansar en toda la noche si no tenía noticias de mi mate. Y a pesar del miedo que tenía de preguntarle acerca de lo qué pasó, la necesidad de saber si la persona a la que trajo era mi compañero fue más fuerte.
Me calcé unas pantuflas esponjosas que habían sido un regalo de mi padre cuando tenía quince años y tomé varias respiraciones para prepárame. Salí de mi habitación y cerré la puerta con toda la cautela de la que fui capaz, no quería despertar a mis hermanos o alertarlos.
Esto es un asunto que solo me concentré a mí.
Y bueno, a mis padres y a mi compañero.
Caminé con sigilo por el pasillo y bajé las escaleras casi saltando escalones para llegar a la planta baja más rápido. Mi hogar estaba con las luces apagadas y silencioso. Todo el mundo estaba descansando a estas horas justo como yo debería estar haciéndolo. Sabía que iba a encontrar a mi madre en la oficina que compartía con mi padre así que ahí guie mis pasos.
A diferencia de siempre el despacho estaba con la puerta abierta de par en par y la luz que salía de está iluminaba todo el pasillo. Pude ver perfectamente a mi padre sentado detrás del escritorio de madera y a mi madre parada con los brazos cruzados enfrente de esté. Ambos estaban tensos y se veían molestos entre ellos.
-¿Mamá?-. Pregunté en cuanto llegué al marco de la puerta donde me detuve, pidiendo permiso para poder entrar. Mis padres dejaron de verse para centrar su atención en mí.
-Julieta deberías estar descansando en tu cama-. Fue mi padre el que hablo en tono de reproche y mamá puso los ojos en blanco.
-No seas exagerado Jason. Julieta tiene sangre plateada en las venas y muy pocas cosas pueden herirla de gravedad. Después de una tarde acostada es natural que tenga energía acumulada-.
-Lo dices como si llegar inconsciente a la casa fuera algo que sucede todos los días-. Le reclama mi padre molesto y con preocupación en su tono.
-No lo es y no debe serlo. Pero entiende las heridas no nos afectan de la misma manera, lo único qué pasó fue que ella perdió mucha sangre por la cantidad de flechas y por eso se desmayó, nunca corrió un peligro mayor a ese-.
-¡No puedo creer que te tomes esté asunto tan a la ligera!-. Grita papá con tono Alpha y yo agacho la cabeza instintivamente.
Un gruñido resuena por las paredes y le doy una mirada mi madre que está viendo enojada a mi papá. Esa mirada que todo el mundo teme, la que hace que sus ojos se conviertan en mercurio líquido.
-No estoy haciendo tal cosa, lo qué pasó fue algo muy grave que necesita ser tratado con seriedad. Pero conozco a mi sangre y se de lo que son capaces. Además de que Julieta tiene derecho a venir y preguntar acerca de lo que quiere saber. Así que no me des sermones de cómo ser una Alpha o una madre esposo porque está noche dormirás bajo las estrellas. Julieta, pasa por favor-.
Mi madre uso un tono suave pero mortalmente serio, y eso fue suficiente para que el enojo desapareciera de los ojos de mi padre dejando solo una leve irritación.
No me atreví a contradecir a mama y entre lento. Me atreví a verla a la cara y me sorprendió verla mirándome fijamente, expectante. No me dijo nada y se perfectamente que no lo haría a menos que me llenará de valor y le preguntará directamente.
Me aclaré la garganta y cuadré mis hombros antes de hablar.
-La persona que trajiste, ¿Es mi mate?-.
Pregunte por fin directa al grano y mi padre empezó a gruñir, pero ni mamá ni yo lo vimos. Nos quedamos frente a frente. Plata contra plata. Ella sonrió de medio lado y un chispazo de orgullo brillo en sus iris.
-No lo sé, seguí el rastro pero esté tomo tres direcciones diferentes. Logan siguió uno, Dannia otro y yo el tercero. Dannia y yo llegamos a puntos muertos pero Logan hallo a un macho y lo sometió. No sé si es tú mate, tenía tu aroma pero no es sorpresa ya que supongo que te atacaron en grupo-.
-¿Dónde está?-. Pregunté con un leve temblor en la voz. Los ojos de mi madre brillaron asesinamente antes de contestar.
-El lobo intento escapar en su camino aquí atacando a Dannia, estúpidamente creyó que sería un blanco fácil así que no me dejo opción más que dejarlo inconsciente. En estos momentos está en la prisión de la manada dónde permanecerá hasta que tú padre y yo decidamos que hacer con él-.
-Quiero verlo-. Me atreví a decir.
-Sobre mi c*****r-. Interrumpió mi padre y mi expresión se ensombreció. Casiana empezó a gruñir en mi cabeza. Le di a papá la mejor imitación de la mirada de mi madre que pude hacer.
-Es mi compañero del que estamos hablando, es mi derecho-.
-No sabemos si el lobo que está apresado es tu compañero, además de que es un rouge culpable de crímenes contra la manada-. Dice papá con tono serio pero no retrocedo.
-Y la única manera en saber si es mi compañero es teniéndolo cerca. Rouge o no rouge necesito verlo, aparte de que los crímenes de los que es culpable son hacía mi persona en específico y no hacía la manada-. Replico molesta.
-Y tú eres hija de Alphas, parte de está manada. Cualquier crimen cometido hacía cualquier lobo que está bajo nuestra protección es asunto de todos. Y yo digo que no veras a ese macho hasta que estemos seguros de que no representa un peligro para los miembros de esta familia-.
Aprieto la mandíbula y mis manos se hacen puños. Tengo una guerra de miradas con mi padre, la orden explícita en las palabras que menciono.
-No puedes hacer eso...-. Comienzo pero me interrumpe.
-Soy tú padre y tú Alpha, claro que puedo. Ahora vete a tu dormitorio y no salgas de ahí hasta que sean horas decentes-.
-Mamá-. Digo mirándola y buscando su apoyo, pero ella niega un poco mientras suspira.
Mi corazón duele por su silencio pero el enojo es mayor.
-Esto no se quedará así-. Amenazo a mis padres y después salgo dando un portazo que resuena por toda la mansión.
Estoy muy segura de que desperté a todos con ese sonido, y por si fuera poco mis pisadas son lo suficientemente fuertes como para agrietar un poco el piso de roca bajo mis pies.
Subo las escaleras aferrándome al barandal con más fuerza de la necesaria y clavando mis uñas en él.
Por fin llego a mi cuarto y abro la puerta y la cierro de sopetón de nuevo.
Mis piernas se mueven dando patadas al aire y mis pantuflas salen volando en diferentes direcciones.
Comienzo a caminar en círculos molesta mientras gruño.
No es justo.
Es mi compañero, mi mate, mi pareja de vida.
Y podría estar lastimado, herido, con frío en una oscura celda y yo sin hacer nada.
Está bien que tal vez se merezca un escarmiento por lo que me hizo pero mi loba ansia su tacto, su calor.
La molestia que me corre entera necesita una vía de escape, es por eso que como una niña pequeña me acerco a mi cama y tomo las almohadas para empezar a lanzarlas contra la pared.
Mi puerta se abre y uno de mis proyectiles termina dándole en la cara a mi hermano Jace que va entrando.
-¿Julieta?, ¿Qué pasó?, ¿No deberías estar dormida?-.
Pregunta mientras patea el cojín con el que le pegue y cerrando detrás de él.
Yo sigo gruñendo y me dejo caer boca bajo sobre mi colchón.
-Mate-. Digo con la cabeza enterrada en la manta.
Siento a mi hermano acercarse y sentarse cerca de mí.
Su mano acaricia mi pelo como hace siempre que estoy alterada y hace que me relaje un poco.
-Dime qué pasó-. Y con suspiro me giro y me quedo viendo los ojos ámbar de mi mellizo.
Le relato toda la discusión con mis padres y mi deseo por ver a mi pareja.
Al final me siento mucho más tranquila cuando por fin le expreso todos los sentimientos que estaba teniendo desde que detecte su
aroma en el bosque.
Mi hermano me escucha atento y sin interrumpirme. Después me dice que lo mejor que podía hacer era serenarme y esperar a que fuera de mañana antes de intentar hablar con mis padres y convencerlos de dejarme ver a mi mate.
A regañadientes acepto que la mejor manera de poder hacerlo es la diplomacia, así que sigo el consejo de mi mellizo y me tranquilizo. Al final le pido que se quede conmigo porque no confío en mi fuerza de voluntad y me veo capaz de salir corriendo a mitad de la noche para verlo ganándome problemas con mis padres.
Jace accede y ambos pasamos una noche en vela donde él hace su mejor esfuerzo para distraerme.
Tengo al mejor hermano del mundo.