Capítulo: Una Flor Que No Se Marchita La felicidad de Florencia era como una ráfaga de aire fresco en la vida de Gabriel. Durante esas dos semanas en las que su hija había estado con él, la casa se llenó de risas, colores y pequeños momentos de felicidad que le recordaban lo que realmente importaba. Cada mañana, Florencia se despertaba temprano, saltando sobre su cama con una energía imparable, exigiendo que fueran al parque o que prepararan juntos el desayuno. Habían intentado hacer panqueques, pero Gabriel aún no dominaba el arte de la cocina y terminaron con una pila de masa quemada y un ataque de risa. Lo que más lo sorprendía era la facilidad con la que su hija creaba lazos con quienes la rodeaban. Dylan se había convertido en su compañero de juegos inseparable, y la casa de Flor s

