Dentro, nos encierran en un cuarto húmedo y frío. Estoy en un rincón, tratando de controlar la respiración. Pero no puedo quedarme callada por mucho tiempo, me siento en la completa desesperación. —¡Es un error! ¡Yo no hice nada malo! Una mujer a mi lado se ríe o más bien se burla de mi actitud. —Cállate. Aquí no van a hacer caso a tu inocencia. Todos dicen lo mismo. —Pero es verdad… —insisto, sin poder dejar de sentir miedo. —Ya —responde ella, con una sonrisa amarga. —Todos decimos lo mismo, has silencio. Empiezo a caminar de un lado hacia el otro, tratando de calmarme pero eso es inevitable. —Señora Miranda —dice un policía con voz monótona. —puede salir para hacer una llamada. Mi corazón se acelera a un ritmo casi incontrolable, abren la celda y me llevan a un pequeño cuarto

