Capitulo 2

1458 Words
Estaba en la tienda y no se decidía por qué comprar. Había un short n***o hermoso que podía combinar con una blusa un poco floja, de un hombro caído, azul eléctrico, que le había quedado muy bien milagrosamente. O quizás debía elegir algo menos llamativo, como unos jeans entubados, tacones y una blusa negra que tenía, de gasa, con unas florecillas rosas. Se probó una vez más los jeans. Eran hermosos y la moldeaban muy bien. Increíblemente, tenía buenas piernas y un buen trasero, de sus mejores atributos. Se sentó en la banca del vestidor y comprobó con gusto que la cinturilla era alta y de mezclilla elástica, por lo que no se le marcaban llantitas al sentarse. Además, la blusa no era pegada, así que se vería bien. Por fin se decidió, salió de la tienda con los jeans y fue a comprarse unos altos tacones para combinar. Llegó a casa un poco tarde y bastante agotada, así que, después de una ducha, se acostó a tratar de ver algo de televisión, pero se quedó dormida. Despertó en medio de la madrugada y se dio cuenta de que estaba llorando. No conseguía recordar el sueño, pero recordaba sentirse tan desdichada, que no podía imaginar el porqué. Trató sin éxito de volver a conciliar el sueño, pues eran las 3 de la mañana. Al no lograrlo, se levantó, encendió la luz y empezó a hacer un trabajo que tendría que entregar la próxima semana. Alrededor de las 5:30 comenzó a sentir sueño otra vez y se puso a dormir el rato que le quedaba hasta las 7. Cuando despertó, salió con prisa a la universidad, pues casi se le hacía tarde. Su mañana transcurrió sin nada trascendental. Para ella era el peor de los días, pues no tenía ninguna clase junto con Alonso. A las 3 de la tarde llegó a su casa y no había nadie. Buscó algo que comer y, al no encontrarlo, terminó preparando sándwiches de pollo. Preparó su uniforme de trabajo y durmió una pequeña siesta antes de irse. La guardia de esa noche transcurrió tranquila y aprovechó para hacer tarea. Salió de guardia directo a casa a dormir. Cayó rendida y, cuando despertó, era más de medio día. Revisó su teléfono y tenía tres llamadas perdidas de Hensley, su mejor amiga. Le devolvió la llamada; debía estar como loca por la salida de esa noche. —Bueno… ¿Hens, me llamaste? —dijo ella cuando respondieron el teléfono. —¡Clarooo! —gritó Hens emocionada—. ¿Ya estás lista? —preguntó. —Claro que no, es en la noche —dijo Lizzie—. Relájate un poco. —Es que ya casi es la una. En lo que tomas tus cosas y te vienes a mi casa, te dan las dos. Mientras nos bañamos y en lo que se seca el pelo, se hacen las tres. En lo que nos maquillamos, nos peinamos y eso, se nos vuelven las cinco, lo que nos da el tiempo justo para vestirnos e ir saliendo de aquí a las seis y llegar al sitio acordado cerca de las siete. Bueno, y eso si ya haya decidido qué ponerme —dijo agitada por lo rápido que habló—. A ese paso no llegaremos nunca, me urge tu ayuda y tu blusa color vino, por si las dudas. O tu vestido menta. —Ok, ok, emergencia nacional declarada —respondió Lizzie, divertida—. Me pongo algo, preparo todo y voy para allá. Y las cosas ocurrieron casi como Hensley lo había previsto, solo que perdieron mucho más tiempo en lo que ella se probaba todo el clóset y Lizzie la ayudaba a elegir. Al final eligió unos leggins negros, la blusa color vino que ella le llevó y unos tacones también color n***o. Hensley se fue de rizos y Lizzie se onduló solo un poco el cabello. La verdad es que atraían muchas miradas al pasar, así que, después de todo, no se veían tan mal. El lugar era nada menos que un karaoke bar, y llegaron casi a las 9. Las esperaba en el lugar Valentín, un amigo gay que tenían en común, además de Sandra e Irma, otras dos amigas de la prepa. —Qué guapas —dijo Valentín besándoles ambas mejillas—. Lucen como z****s con clase, no sé cómo lo logran. Rieron de la broma y entraron a la mesa que tenían reservada. Más tarde se unieron a ella el novio de Irma, el de Valentín, dos amigos más de la prepa, Mauricio y Jorge, y tres de la universidad: Ángel, Aranza y el más esperado por Elizabeth: Alonso. Pidieron varias rondas de cerveza y Alonso invitó una botella. No paraban de subirse unos y otros al escenario a cantar. Las risas no faltaron en toda la noche, las bromas, las burlas. Fue una noche increíble; la diversión no se hizo del rogar. Salieron del lugar cerca de las dos de la madrugada. Algunos se fueron a casa, pero Valentín las invitó a otra fiesta y no se hicieron del rogar. Ahora solo las acompañaban Alonso, el novio de Valentín y Mauricio, que no dejaba de mirar a Hens. Llegaron a la fiesta y se integraron rápidamente. Era en casa de un primo de Valentín, y pues era un lugar enorme. Aunque no toda la gente en la fiesta se veía de la mejor clase, la música era buena y el ambiente mejor, así que era fácil pasar por alto que circulaban algunas drogas por el lugar. Tras varias copas más, el asunto se empezó a poner más alegre, y Elizabeth, que era algo tímida para bailar, se olvidó de ello. Bailó con Alonso, abrazada a Alonso y para él. Bailó con Valentín y luego con otros chicos de la fiesta que también la invitaron. Incluso un rato bailó solo con su amiga Hens. Al parecer se veían sexys bailando, y sin querer atraían la atención de varios que las miraban atentos. Ambas eran hermosas aún sin ser conscientes de ello. Aunque no parecían modelos, tenían cada curva en su lugar. Además de ser sencillas, inteligentes y alegres, no tenían idea de cuánto llamaban la atención. En un rato, Alonso se paró a su espalda, la tomó de la cintura —cosa que a ella la avergonzó, pues así era como podía notar lo gorda que estaba—, pero él pareció no notarlo. La llevó al sofá, la sentó en sus piernas y le dio un beso en la nuca. —Eres tan hermosa, Eli —empezó a decir él—. Tan maravillosa, tan fuerte, estudiosa, trabajadora, buena amiga, buena persona, tan divertida. Soy un afortunado por encontrarte. —Me sonrojas —declaró ella, emocionada por sus palabras y esperanzada. Quizá era el día que tanto había esperado. —Para nada —dijo él—. Es solo la verdad. Eres mi mejor amiga. Quiero que sepas cuánto te quiero, para que siempre cuentes conmigo —argumentó, rompiendo todas las ilusiones de ella en un instante. “Eres mi mejor amiga”, volvió a sonar en su cabeza. —Basta de cursilerías —se levantó ella de golpe—. Voy a bailar, ya vuelvo —intentó sonreír y esperó que no se notaran las lágrimas en sus ojos. Tomó a Hens de la mano y se puso a bailar. Si a él no le interesaba, que se sentara a ver cómo otros la miraban. Alonso la miró moverse en la pista y pensó en lo poco consciente que era ella de su belleza. Movía sus hermosas caderas con sensualidad, y para su mala suerte no era el único que miraba su bonito trasero, enfundado en esos jeans ajustados, y sus piernas tan bonitas. Se veía espectacular esa noche y estuvo a punto de decirle lo que sentía por ella, pero al final se acobardó. Además, se la veía un poco ebria. No era el momento. Lizzie sintió un escalofrío en la nuca, como si alguien la mirara muy insistentemente, así que no pudo evitarlo y volteó a ver quién era. Miró a un chico extraño sentado en el suelo, mirándola desde un rincón. Parecía algo ebrio, o quizá algo más que eso. Era algo lindo, pero se le veía mal. Sintió un poco de lástima por su estado. Además, le incomodaba su forma de mirarla, así que desvió rápidamente la mirada, intentando fingir que no lo notaba. Sin embargo, no pudo evitar pensar un rato en ese chico. Parecía de otro mundo. Se le veía raro: ojeras, la mirada desencajada, pálido. Pensarlo le hizo sentir otro escalofrío y la necesidad de escapar de su escrutinio por un momento, por lo que se fue al baño.
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