ANDREA Los rayos del sol me dieron en la cara mientras me movía lentamente en la cama, tratando de protegerme del suave resplandor dorado que causaba. Me moví un rato, resistiendo el impulso de abrir los ojos al principio, pero finalmente sucumbí. Parpadeé lentamente mientras abría los ojos, dejando que el resplandor del sol entrara en ellos. En mi cabeza me preguntaba quién había abierto la cortina porque normalmente dormía con todo cerrado para evitar esa sensación por la mañana. Con un gemido, intenté darme la vuelta en la cama hacia el lado de donde venía la luz y fue entonces cuando la sentí. El dolor. Hice una mueca de dolor al instante, como si el cráneo me fuera a partir en dos. —Mierda —dije en voz alta, mientras mi mano instintivamente se extendía hacia el vaso de agua que

