Cuando Azran cortó la llamada con Evanya se dirigió al baño de su habitación para limpiar los rastros de semen de su cuerpo. Se duchó. El agua fría recorrió su piel como un bálsamo necesario después de la intensidad de la noche. Aquel día había terminado justo de la forma en que lo había planeado: desde la botella de vino que había ordenado que llevaran a su habitación hasta esa llamada en la que Evanya, sin siquiera saberlo, se había mostrado en todo su esplendor para que él pudiera contemplarla. El recuerdo de su voz quebrándose, de su respiración desordenada a través de la pantalla y sus gemidos mezclándose con el sonido del vibrador mientras le mostraba como se tocaba para él, todavía ardía en su memoria. Esa mujer no tenía idea de lo mucho que a él le gustaba. Azran inclinó la cabeza

