Eran tan distintos… y, sin embargo, había algo en ellos que la inquietaba: esa intensidad en la mirada, esa manera de verla como si estuviera marcada para ellos. Evanya dejó que el aparato se moviera sobre su clítoris, lo deslizó entre sus pliegues y mordió su labio inferior mientras tiraba su rostro hacia atrás, lo hizo despacio al principio, sintiendo cómo el calor subía desde lo más profundo. Se miró otra vez en el espejo y vio la tensión en sus labios, el brillo húmedo en sus ojos, el leve temblor en sus muslos. El contraste entre su propia imagen y los recuerdos que la golpeaban hizo que su pulso se volviera errático. Esa del reflejo no era la Evanya de siempre, no era la mujer que vivía para solventar la comodidad de otro mientras lentamente se partía en pedazos. Esta Evanya era di

