El portarretratos estaba boca abajo entre los restos de lo que una vez fue el mueble de la sala. Evanya se inclinó, temblando, y lo levantó con ambas manos. Al girarlo, vio el cristal roto y su reflejo deformado sobre la imagen de ella y Justin, abrazados en un día que parecía tan lejano como otro siglo. Al deslizar el marco hacia ella, un trozo de vidrio suelto cortó su dedo índice. —Mierda —susurró, observando cómo dos gotas gruesas de sangre caían al suelo, uniéndose con sus lágrimas. Fue entonces que escuchó la voz que congeló cada fibra de su cuerpo. —¿Evanya? —habló la voz de Justin, desde la puerta. Ella no se movió. Aunque hubiese querido no podía hacerlo. Justin entró al departamento con dos bolsas de comida, pero al ver la escena frente a él, sus manos soltaron todo. Los env

