CAPITULO 6:

2410 Words
Jackob observaba subir y bajar a la mujer por el lustroso caño, esta parecía cada vez portaba menos ropa, sin embargo la sonrisa en su rostro no parecía flaquear ni un segundo. Cómo premio por eso, el atractivo hombre similar a un Dios del sol, dejaba un considerable bulto de dinero en su ropa interior, lo cual parecía fascinar a la mujer. Ella se había ofrecido a llevarlo a la cama por un módico precio, sin embargo, él se había negado a esto. ¿El motivo? Muy simple. La atractiva bailarina exótica, de cabellera dorada, curvas sensuales y rasgos faciales afilados, guardaba cierto parecido con Elena, su ex prometida. Aquello, muy lejos de ser un baile erótico, era un baile de humillación, ya que en su mente era la maldita perra bastarda que lo había humillado y tirado como un perro quien bailaba como zorra, permitiendo que hombres asquerosos tocaran su cuerpo por dinero. «No se aleja mucho de la realidad» pensó él la primera vez que la vió, meneando las caderas para un cerdo con olor a orina por diez dólares. Sin embargo, en aquel momento, sus ansias por causarle dolor iban en aumento. Ya no le era suficiente verla humillada, él la quería ver muerta. Por eso, cuando la atractiva mujer volvió a acercarse a él en busca de dinero, Jackob le ofreció ir a un lugar más íntimo. La bailarina aceptó sin pensarlo dos veces, Jackob era atractivo y por la suma de dinero que dejaba en su ropa interior, también era adinerado. Pero cuando ambos se deslizaron en un cuarto que ofrecía el espantoso lugar para tener relaciones, la situación no tardó en pasar de sensual a aterradora. Una vez que la puerta tras ellos fue cerrada con seguro, el hermoso hombre no tardó en arrojar a la bailarina sobre la cama con brusquedad. —Tranquilo tigre, no soy de goma—ronroneó ella con dolor debido al impacto, sin embargo aquello no fue lo que molestó a Jackob. Su tono de voz, estaba muy lejos de ser el de Elena. Por el contrario, el de esta mujer parecía gangoso, debido a las drogas y el tabaco. —No hables—gruñó en respuesta Jackob, sus palabras sonando frívolas. —Conque eres de esos—respondió ella, dibujando una sonrisa juguetona en sus labios, muy diferentes a los de la mujer que amaba. Aquello fue lo último que él necesitó para explotar, como si una fuerza demoníaca se apoderara de su cuerpo, Jackob se lanzó encima de la mujer, quedando a horcajadas de ella y con ambas manos rodeando su frágil garganta. Al principio ella cedió, creyendo que era algún tipo de juego s****l, sin embargo, conforme su respiración se volvía más difícil comenzó a forcejear para zafarse de su agarre. Pero el atractivo hombre, de rasgos similares a un Dios del sol, no la soltó ni siquiera un instante. Preso de su frenético deleite por ver el rostro de "Elena" volverse más morado, al mismo tiempo que sus ojos parecían hincharse, no liberó su agarre hasta que dejó de forcejear. Incluso siguió unos instantes después, hasta oír la música de los huesos de su cuello rompiéndose. La había matado. Sin el más mínimo atisbo de arrepentimiento plasmado en sus rasgos faciales, Jackob se incorporó de su posición, alistó su ropa y se propuso a salir, no sin antes dejar un gentil beso en la mejilla de la hermosa mujer que yacía muerta en la cama. Con el corazón más liberado, caminó hacia la puerta, sus pasos tan ligeros como una pluma sobre la nieve. Sin embargo, al retirar el seguro y abrir la puerta, encontró a dos hombres tan grandes como un ropero frente a él. —El jefe quiere hablar contigo—gruñó uno de ellos, el de aspecto menos violento y más racional, si es que se podía llamar racional a cualquiera de los dos. Con un vago asentimiento, Jackob salió de la habitación, escoltado por los dos matones, dejando a la atractiva bailarina muerta pudriéndose en la sucia habitación. ~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~ —¡Luca ayúdame!—exclamó Dorian, haciendo su mayor esfuerzo por sujetar a su hermano inconsciente y bañado en sangre. El sonido de unos pasos veloces, aproximándose por el corredor no tardaron en llegar a su lado, trayendo consigo al exagente agitado por el esfuerzo. Aún así, este no dudó en rodear a Aiden por el lado opuesto dónde lo sujetaba Dorian. —¡A la mesa, ya!—gruñó Luca, comenzando a desplazarse de forma tosca. Al parecer, la esbelta figura de Aiden era una apariencia, el joven ladrón de rostro gemelo al del millonario tenía su buen peso, lo cual dificultó el traslado por el lugar. Arrastrando sus piernas por el caro piso, fue dejando un rastro de sangre que conducía directo a la cocina, dónde lo habían recostado boca abajo sobre la fina mesa de madera. Sin perder tiempo, Luca tomó un cuchillo del cajón de utensilios y cortó la remera, exponiendo la espalda de Aiden. —¡Mierda!—gruñó el agente al reconocer el tipo de herida—Es de una bala. El rostro de Dorian palideció al oír aquellas palabras y el temblor en sus manos comenzó. —Llamaré a una ambulancia—musitó con la garganta seca y el corazón trotando en medio de su pecho, incapaz de apartar la vista de su hermano, cuyo rostro parecía drenarse de color a cada instante que pasaba. Dorian busco a tientas el celular en su bolsillo y lo extrajo con manos temblorosas. Comenzó a marcar el número de operarios pero el fuerte manotazo que Luca estampo contra este, envió el dispositivo volando lejos de su alcance. —¿Estás loco, acaso quieres que maten a tu hermano?—escupió frenético el exagente—Si llamas a una ambulancia ellos harán preguntas y llamara la atención, estoy seguro que eso es lo que menos quiere. —No puedes estar seguro de eso—respondió con escepticismo Dorian, su mirada tan fría como el hielo. Durante unos segundos ambos se miraron, dos voluntades intentando alzarse por encima de la otra en un duelo de miradas, a sus espaldas el convaleciente Aiden era drenado de vida. —Mira, si él hubiera querido ir al hospital, estaría allí y no aquí. Segundo, su trabajo no es muy por el lado de la ley, por lo que esa bala puede ser de la policía, gangster, mafiosos u otros ladrones—explicó Luca colocando una mano sobre el hombro del millonario. Dorian liberó un profundo suspiro, su corazón estrujandose en medio de su pecho al mismo tiempo que luchaba por contener las lágrimas. Sabía que el hombre frente a él tenía razón, aunque le doliera admitirlo. —¿Entonces qué hago, debo quedarme a su lado viendo cómo se muere?—susurró el hombre de cabello color noche y ojos oceánicos colmados de lágrimas. Lo único en lo que podía pensar en aquel momento Dorian, era en lo que había tenido a su hermano presente y lo mucho que anhelaba compartir más momentos con él, conocerlo e incluso recuperar el tiempo perdido. En un momento estúpido hasta podría haber imaginado como serían las fiestas con él, ya no estaría solo nunca más. Pero ahí estaba Aiden, cada vez más pálido, sus extremidades parecían suspenderse con mayor soltura al tiempo que la vida se era drenada como la sangre que manaba de su herida. —No se va a morir. Tú tráeme alguna pinza, aguja y el hilo más fuerte que tengas—respondió con simpleza Luca, al tiempo que se daba la vuelta para ejercer presión en la herida. Evitando pensar dos veces en el pedido del ex agente y en lo que este haría con él, comenzó una carrera por el departamento buscando los objetos solicitados. Aquello era como una búsqueda del tesoro escondido, sin embargo, el tesoro en esta ocasión sería nada más ni nada menos que la vida de su hermano. Cuando todos los objetos fueron reunidos, el millonario no demoró en llegar hasta Luca; por su parte este ya se encontraba esterilizando un cuchillo, extendiendo una mano pidió la pinza y aguja. Dorian se los extendió, aprovechando la situación para observar a su hermano, quien tenía una especie extraña de torniquete sobre su hombro, lo cual parecía funcionar ya que el color, aunque débil, se mantenía estable en sus mejillas. —Lávate bien las manos. Necesito tu ayuda—escupió Luca terminando de esterilizar con fuego la aguja. —¿Estás loco? No pienso jugar al carnicero con mi hermano—respondió horrorizado el millonario. —Tu no cortarlas, no sacarás la bala ni lo coserás, pero necesito que abras la herida para que yo pueda sacar la bala sin causar más daños—explicó con poca paciencia el exagente, sus ojos tormentosos parecían estar rugiendo una orden silenciosa. La cual sin lugar a dudas, Dorian acató.  «No tengas miedo, solo abrirás la herida. Podría ser peor, Aiden podría morir» intentaba convencerse a sí mismo el millonario al tiempo que limpiaba su manos. Liberando un largo suspiro y con pasos temerosos, el hombre de ojos color océano se aproximó a la mesa, dónde Luca ya lo esperaba. Solo la más desidia convicción parecía reinar en sus facciones. —¿Ya lo hiciste antes?—preguntó el millonario con voz aterrorizada. —Si, varias veces—mintió Luca para tranquilizar a Dorian, este le creyó—Cuando yo te diga, colocarás tus dedos alrededor de la herida y tiraras con delicadeza hacia afuera. Incapaz de hablar o emitir sonido alguno, sabiendo el momento que se aproximaba, el millonario se limitó a asentir en respuesta. —Bueno, prepárate—comenzó a decir Luca, deslizando un cuchillo de filo liso sobre la herida en forma de cruz—¡Ahora!. Una vez que el exagente retiró el cuchillo, Dorian colocó los dedos índice y corazón de ambas manos sobre los bordes internos de la herida, con delicadeza comenzó a jalar, incapaz de ver la escena cerró los ojos con fuerza. La sensación era similar a deslizar sus dedos dentro de una naranja, sin embargo, en lugar de ser recibido por el refrescante jugo, era rodeado por una mezcla húmeda, pegajosa, espesa y cálida. No sabía si estar agradecido u horrorizado de que su hermano permaneciera dormido mientras su espalda era mutilada. Sin embargo, cuando el exagente deslizó la pinza dentro de la herida, al instante Aiden comenzó a gritar y retorcerse como un gusano. Luca, quien había mantenido una calma similar a la de un experto cirujano, en aquel momento hizo lo único que le pasó por la mente. —¡Noquealo!—gritó el exagente a Dorian. —¿Estás loco?—escupió impactado el millonario. —O lo haces tú o seré yo… pero no estoy seguro de que despierte a mi manera—gruñó Luca con furia. Ante aquella clara amenaza y sin otra opción, Dorian retiró las manos de la herida en el hombre de su hermano, caminó dos pasos para tomar lo único que tenía cerca y volvió hacia la mesa. —Perdon Aiden—murmuró y partió un delicado plato de vidrio con fuerza en la cabeza de su hermano. Al instante, este quedó sumido nuevamente en un profundo sueño, el cual le permitió a Luca seguir buceando dentro de su herida. —Mierda no creí que tuvieras las pelotas para hacerlo—dijo orgulloso el hombre cuya sonrisa brillaba adornada por un par de piercings. —Yo tampoco—respondió con la voz chata el millonario observando con repugnancia como el hombre revolvía la herida con la pinza buscando la bala. Un instante después, desvió la mirada hacia Dorian y exponiendo una sonrisa murmuró. —Por favor que sea esto—mientras extraía algo del lugar de impacto. Envuelto entre sangre y lo que parecían trozos de carne, había una bala. Mucho más pequeña y de aspecto diferente a como el millonario la había imaginado. Aquella imagen revolvió su estómago, y habría vaciado sus intestinos junto a la improvisada camilla de operaciones, de no sonar el timbre de la puerta principal. Ambos hombres se miraron, un vago destello de felicidad aflorando en sus rostros, entusiasmados ante la posible llegada de la hermosa mujer de cabello color noche. —Ve a abrirle y ven de inmediato a si me ayudas a cerrar la herida—dijo de forma veloz Luca, sin embargo, la emoción era palpable en cada palabra. Mudo, el millonario se limitó a asentir en respuesta y correteó hacia la entrada, una sonrisa brillando en su rostro, la mezcla entre emoción y alegría reflejada en esta. Sin embargo, cuando abrió la puerta, está le volvió a fallar. Detrás se encontraba una mujer de cabello dorado como el oro y ojos similares a esmeraldas. Era hermosa. Pero no era Daphne. —Hola bombón, te extrañé—ronroneó Elena con mirada inocente al tiempo que mordía sus sensuales labios. Dorian tardó un instante en recuperarse de aquella cruel broma del destino, sin embargo forzó una sonrisa amable en su rostro mientras tragaba el nudo que crecía en su garganta. —Hola… ahora no puedo hablar, estoy ocupado—dijo en el tono más afable que pudo, sin soltar la puerta que parecía utilizar como escudo. —No te estorbare, lo prometo—ronroneó en tono meloso mientras comenzaba a juguetear con un mechón dorado que se desprendió de su cabello color oro. —No es eso, es que...—comenzó a decir pero fue interrumpido. —¡Dorian trae tu huesudo trasero aquí!—gritó Luca desde el interior de la habitación. Aprovechando la situación, el millonario se limitó a despedirse de Elena con un gesto de cabeza y cerró la puerta con delicadeza. Sin embargo, la mujer de oro permaneció estática, firme observando la puerta cerrada de madera. La voz que emergió desde el interior del departamento, ella la conocía muy bien. Con el corazón frenético y cargado de furia, Elena abandonó el edificio planeando otra estrategia a seguir ahora que sabía que había sido engañada y utilizada. «Nadie me engaña ni utiliza. Ni siquiera tu Luca Lee, ahora vas a pagar» se dijo a sí misma la mujer, mientras limpiaba las lágrimas de dolor que caían por sus mejillas.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD