6 No hubo nada: ni fuego recorriendo su cuerpo, ni mariposas en el estómago que indicaran que ocurriría algo más. Fue como besar a su madre. —No era eso a lo que me refería, Jeremiel. —Ella bajó la cabeza, apartándose de él. —Lo siento. No sé qué me ha pasado. —Se sentó en el escalón más bajo de la plataforma y metió la cabeza entre sus manos. Estaba hecho un lío. ¿Era esto lo que podía esperar a partir de ahora? ¿Hacer cosas inapropiadas en el más sagrado de los lugares? Había besado a Gabrielle, ¡por el amor de Dios! Sacudió la cabeza. Tenía que haber algo que pudiera hacer. De alguna forma, Gabrielle se las había arreglado para mantenerse entera, y llevaba haciéndolo durante siglos. Lentamente, levantó la cabeza. Ella tenía las respuestas. Tenía que decirle lo que debía hacer. —¿C

