Capítulo 3

1349 Words
(3) Estaba molesta, estos dos tipos me habían avergonzado en mi propia fiesta. Tanto Daniel y Thomas se convirtieron en dos idiotas peleando. Estaba tan molesta al ver las miradas de los invitados en mí, juzgándome por ser la culpable de tal pelea. Así que enojada tomé una botella de vino caro con hielo sobre la botella, para salir del lugar muy molesta, caminando hacía el jardín, que estaba algo oscuro y lleno de niebla. Hacía mucho frio, pero mi cuerpo estaba tan caliente como un volcán. Mi boca se abre mientras la botella se empina en mi boca, bebía y bebía como si el alcohol fuera agua. No quería estar consciente para afrentar mi enojo, pero de pronto la fría noche se hizo aún más fría, mientras veía como la piscina estaba totalmente congelada. Estaba tan ebria, friolenta y mareada, que sin duda me sentí invencible. Me empecé a reír sin razón mientras daba vueltas por todo el lugar, hasta que siento como alguien me detiene en seco. ––¿Qué estas haciendo? ––Era Thomas el que detiene mis pasos, que en ese momento se sentían tan libres, pero era solo que estaba muy ebria. ––Estabas a un paso de caer en la piscina. Los dos miramos la piscina, que congelada estaba. ––¿Y que si caigo? ––Pregunté sin escrúpulos. ––No hay nada que perder. ––Deja de decir tonterías. ––Su aliento olía a yerba buena. ––Es hora de entrar a casa. ––Pero entre más ebria, más necia. ––No, no quiero. ––Me negué para poner de nuevo la botella en mi boca, bebiendo lo poco que quedaba de esta. ––Quiero dar vueltas por el jardín. ––Solo estas siendo molesta. ––El hombre de cabellera castaña intenta cargarme entre sus enormes brazos, pero logre librarme de él, empujándolo con fuerza. ––¡Dije que me dejes! ––Grité con fuerza, sin darme cuenta que estaba muy cerca de la orilla de la piscina. Mi ebriedad hizo que me tambaleara y cayera por la fina capa de agua congelada, rompiéndola con mi cuerpo y cayendo en el agua congelada. Caer en el agua fría se sintió extraño, sentí como pequeñas partículas de hielo abrían mi piel. Por un momento, sentí que no estaba en este mundo, cerré mis ojos, ya que, aunque los tuviera abiertos, la oscuridad se apoderaba del lugar. Hasta que de pronto, siento que mi cuerpo es jalado una fuerza sorprendente, hasta llegar de nuevo a la superficie en donde tomé aire y escupí agua de mi boca. Al abrir los ojos me di cuenta que la persona, que me salvo la vida fue nada más y nada menos, que el gran Thomas, que brillaba como un diamante sobre la luz de la luna. ––¿Está bien? –-Me pregunta Thomas con preocupación, mientras veo que una de sus mejillas está sangrando, quizás un trozo de hielo lo hirió. ––¿Estás bien? ––Me pregunta una vez más, ya que estaba en un trance, en el que no me permitía hablar. Solo lo miraba a él. ¡Que guapo era! Era como un muñeco esculpido a la perfección, desde la nariz, hasta sus hermosos ojos. ––Sí. ––Le dije temblando mientras el hombre peinaba su cabellera hacía atrás, viéndose aún más guapo. Thomas nos lleva a tierra con sus músculos grandes. Al sacarme del agua, me tiró sobre el suelo, a lo cual él hace lo mismo, al también salir del agua. ––¿Acaso esta demente? ––Me pregunta mirándome con enfado, mientras su aliento era tan frio como el polo norte. ––Estas completamente loca. ––Asegura. ––Lamentablemente sí. ––Me empecé a reír, ya que a pesar de que el susto había sido grande, el alcohol seguía en mi sistema. El gran y hermoso Thomas se levanta del suelo enojado por mis acciones y mis reacciones, para cargarme entre sus brazos fuertes. Esta vez no rezongue, sino que me deje llevar, ya que mi cuerpo estaba tieso como el hielo. Cerré los ojos por un momento y cuando los abro, ya estaba en mi habitación, sentada en la cama mientras la chimenea estaba prendida. ––Tiene que cambiarse. ––El hombre guapo de cabellera castaña, estaba totalmente mojado cuando me entrega mi pijama. ––¿Acaso no escuchaste lo que dije? ––Me dice al ver que estaba perdida en mis pensamientos, pero solo era que no podía evitar sentir lastima al verlo mojado, podía coger un resfriado. Pero al ver que no había respuesta de mi parte, lo primero que hace es levantar mis brazos, tratando de sacarme el vestido. ––¡Espera! ––Le pedí que parara. ––No me quites la ropa. Thomas estaba molesto, sabía que lo había sacado de sus casillas. ––Si no lo haces tú, lo hare yo. ––Me amenazo. ––Puede coger un resfriado y morir en mis manos. ¿Qué nunca piensa en los demás? Tu padre me matará si ve que permití, que su hijita se metiera a dar un baño a la piscina. ––Usted también cogerá un resfriado. ––Me empecé a quitar el vestido enfrente de él, dejándole ver mi cuerpo desnudo. El joven y bello Thoma se sorprende al ver mis pechos, y al ver mis caderas pequeñas. ––¿Se ha visto en el espejo? ––Pregunté mientras me ponía el pijama, cubriendo mi cuerpo. ––Este herido y mojado. Thomas por su parte se despierta de su transe, sabía que me deseaba tanto como yo a él, pero lo único que puedo ver de su parte, es como aferrar sus manos a si mismo. ––Le pido señorita Winter, que no se preocupe por mí de ninguna manera. Mi salud es mi salud, no debe ser de interés suyo ––Dice con frialdad. ––Lo que importa es su propia seguridad. ––Hablando de seguridad, creo que no desviste pelearte con Daniel y hacer un escandalo en mi fiesta. ––Me recosté en la cama, mientras él tomaba la colcha y la ponía encima de mi cuerpo. ––Ese suceso no era de vida o muerte. ––Tiene razón, no lo era. ––Lamio sus labios rojizos, mientras yo lo miraba con atención. ––Pero nunca permitiría que le hablaran a una mujer de esa manera. ––Lentamente pasas sus dedos largos por mis mejillas rojas. ––No permitas que ningún hombre te hable así. –Suspira con fuerza para después intentare retirarse, pero sin pensarlo, tomo de su brazo con fuerza y lo mire. Nadie se había quedado conmigo cuando sufría algo, pero ahora había una persona, que se preocupo por el ataque que Daniel hizo hacía mí. Me defendió cuando nadie más lo hizo. ––Quédate. ––Le pedí sin pensarlo. El joven hombre me mira tentado, abriendo sus ojos tan grandes, que de pronto sentí que se le saldrían de orbita. Sus mejillas se tornaron rojas. ¿Acaso un hombre tan guapo y tan elegante como él, se podía sonrojar por mis palabras tontas? ––No puedo. ––Trago saliva y empezó a caminar hacía la salida, pero antes de que pasara por mi puerta de madera suiza, le digo: ––Gracias, nadie me había defendido nunca. ––No tienes nada que agradecer, tu padre me paga por cuidarte. Y sin más el hombre se va del lugar como humo, dejándome completamente sola. En ese momento de soledad y ebriedad, pude entender que era él lo único que tenía ahora. Mi padre había salido de viaje, no tenía amigas sinceras y honestas conmigo, solo me quedaba ese hombre que me defendió de ser humillada moralmente por un hombre.
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