El verlo allí condujo a Franco a aproximarse hasta donde estaba, el cual al parecer estaba en medio de una llamada, pero al vernos llegar colgó de inmediato. Tras un breve saludo el sujeto en cuestión se encaminaba hacia mí con una sonrisa en los labios. —Señorita Simond, que honor y que dicha conocerla, será magnifico y también difícil trabajar a su lado —repuso para luego extender su mano y estrechar el saludo. —Un gusto conocerle, aunque no debería decir eso, de seguro haremos un excelente trabajo señor Masterson—respondí mientras correspondía su saludo, en ello era extraño, en esta ocasión no sentí ninguna sensación como me había ocurrido con el joven de apellido Dubois, diría que esta vez fue lo normal. —Nada de señor puedes llamarme Christian, siento que de esa forma será mejor p