—De acuerdo, también me encargare de hace el pedido para tu madre, la pobre debe de estar hambrienta. Mientras Clara marcaba el teléfono para encargar la comida lleve mis maletas a la habitación, la cual tenía mi nombre en la puerta. Al entrar, deje las maletas y tome asiento en la cama para observar la habitación, esa que desde niña anhelaba tener, sin moho, con una cama nueva y un grandioso armario. Aunque había tenido el dormitorio de mis sueños estando en el departamento de Franco en Varsovia, jamás pensé poder tenerlo con mis padres. Acto seguido me levante y me contemple en el espejo que yacía en un extremo. Quedaba asombrada lo mucho que había cambiado. Mi físico en general era otro, ya no era una jovencita sino una adulta. A pesar de mi sobrepeso mi atractivo continuab