—Uno sufre porque quiere—susurró para luego depositar un beso en su espalda desnuda y después moverse hasta sus hombros. —Pudimos pasarla bien desde el inicio. Todas las noches de hecho.
Con esas provocativas palabras sonando en su cabeza, Elif se dejó envolver por su sensual movimiento de caderas contra su cuerpo. Mañana podría pensar con calma, pero no ahora. No hubo quejas por su parte, porque no tenía razones para ellas. Si en este momento abría la boca iba a ser solo para pedirle que continuara y aunque el orgullo saltó por la ventana desde que decidió meterse a la cama con él tampoco podía ir tan lejos y aumentarle el ego.
No debía olvidar quien era Ruzgar Arslan.
(…)
Elif abrió los ojos de golpe.
Pensó que la luz le molestaría, pero cuando desvió la mirada hacia el reloj a lado de la cama se quedó rígida al ver que eran las dos de la mañana. Estaba cubierta por sabanas y con su cuerpo sobre un pecho duro que baja y subía. Grandes manos rodeaban su cuerpo y se convirtieron en una aprensiva prisión. Se había quedado dormida o más bien ambos lo hicieron en algún punto del encuentro que en este momento no podía recordar bien. Se quedó rígida, recordando con claridad la ultima hora antes de quedarse dormida.
Jadeos.
Gemidos.
Tensión.
Liberación.
Todo llegó en ese orden y cuando cerró los ojos para poner en orden sus pensamientos, recordó sus labios entreabiertos, apunto de recibir un beso de los seductores labios de ese hombre. Quiso abofetearse cuando se estremeció al recordar lo que pasó después. ¡Tenía un maldito problema encima! En ese momento no lo pensó demasiado, pero ahora sí, ahora que ya no estaba seducida por el placer del encuentro, entendía que de dejó llevar y no midió las consecuencias. A Ruzgar no le importaba.
¡Claro que le importaba un bledo!
Había tenido una buena noche, varios orgasmos placenteros y probablemente huellas en todo el cuerpo, pero lo peor de todo, aunque esto realmente no era un problema, fue que no lo consideró desagradable. ¿Debió serlo? Posiblemente, pero no tenía nada de eso en ella en este momento, salvo la preocupación de saber que él había terminado en ella. Mierda. Eso fue lo más grave de todo.
En otras circunstancias no tendría que preocuparse. Tenía una enorme casa, un marido adinerado y una posición considerablemente buena. Un hijo no era problema, salvo que lo detestaba con todo su corazón y jamás, en ninguna circunstancia, podría darle un hijo. Escapó de sus brazos para dirigirse al baño. Necesitaba poner sus pensamientos claros y para ello, llevó un poco de agua helada a su rostro mientras se justificaba. Necesitaba esto, no habría otra forma.
Se observó al espejo.
No iba a ganar nada discutiendo y con el peligro de Aygul Celik a sus espaldas era mejor que ella se adelantara. Por mucho que tuviera justificación a su comportamiento, era un hecho de que no era una esposa. Ruzgar la mantuvo en su casa y aunque no le gustaba aceptarlo, no le culpaba por las amantes, cuando ella claramente nunca, ni siquiera por una vez, le dio razones como para considerarla su mujer. No podía permitir que Aygul entrara a su casa y sin nada como impedimento, este juego que había iniciado no podía parar.
Con la decisión marcada en sus ojos, estaba convencida de que podía obtener un buen resultado que le llevaría justo donde necesitaba. Tenía que engañarlo, hacerle ver que se estaba acostumbrando a su mundo y que era digna de su confianza. Antes de entrar al baño, había recogido su pijama y cuando prestó atención a su cuerpo desnudo, notó la marca de los dedos de Ruzgar sobre sus pechos. Ese hombre…
Encendió la regadera y se metió a la corriente de agua tibia para relajarse, aunque no estaba tensa precisamente. Dejó que el agua corriera por su cuerpo y eliminara cualquier rastro de sudor mientras se daba cuenta que sentía su olor. Diablos. Notaba su fragancia en su cabello, en su piel, en su cuello…En todas partes. El aroma era atrayente y muy notable. Como siempre, intentó encontrar el lado negativo y no pudo. Entendió que no siempre lo que uno odia puede ser totalmente malo y calculadoramente, pasó las manos por su cabello y se dejó empapar por completo. Si debía dejar que Ruzgar la tuviera iba a hacerlo, solo con el firme afán de que tarde o temprano, sería ella quien lo tendría a él.
—Fue descortés de mi parte faltar a la cena—dijo Ruzgar durante el desayuno en compañía de los Celik—. Espero que la hayan disfrutado en mi ausencia. Nuray es una excelente cocinera y gran anfitriona. Tiene un talento culinario para convertir cualquier cosa en un excéntrico plato.
La cocinera que llevaba muchos años a su servicio sonrió inclinando su cabeza de forma respetuosa como agradecimiento ante el cumplido. Andar fue el primero en dar su aprobación a la comida de la noche anterior, pero fue imposible ignorar que la ausencia no había sido solo por parte de él.
—Su esposa tampoco bajó a cenar.
—Elif la mayoría del tiempo está indispuesta—comentó antes de llevar el vaso de jugo a sus labios y señalar el asiento vacío en la mesa. Como ya era costumbre, no bajó a tomar el desayuno y él tampoco insistió, ya que cuando abandonó la cama ella estaba profundamente dormida y no quiso despertarla para que discutieran de nuevo. Era una buena mañana que no pensaba amargar—. Como hoy, por ejemplo.
La madre de Aygul hizo contacto visual con ella.
Ambas sacaron conclusiones de porque la pareja no había bajado a cenar y aunque las sospechas fueron sonoras por toda la casa, todo quedó descartado cuando los roces de la pareja fueron los mismos durante la mañana. Elif se negaba a compartir mesa o eso creyeron. Apenas y estaban terminando de colocar los platos sobre la mesa, cuando una confiada voz saludó dando los buenos días.
—Gunaydin.
Ruzgar casi escupe el jugo al verla acercarse vistiendo un vestido naranja muy otoñal y cálido. Se sentó a su lado e indicó a las mujeres que colocaran un plato para ella. Lo más sorprendente, fue que dedicó una sonrisa de agradecimiento cuando cumplieron su orden, algo extraño a su siempre amargado rictus.
—Estamos muy contentos de que haya decidido acompañarnos—dijo Isel fingiendo preocupación—. El señor Arslan nos comentaba que estaba indispuesta para bajar a desayunar y pensamos que tal vez la situación que ocurrió ayer le hubiera afectado.
—La verdad es que me afectó ligeramente—respondió con sinceridad—, pero nada que un poco de descanso no pudiera borrar. Mi marido, aunque no lo parezca, es preocupado y dedicado. A veces, pienso que demasiado, por ejemplo, hoy fue muy cuidadoso al salir de la cama para no despertarme. Si lo hubiera hecho, habríamos bajado a desayunar al mismo tiempo ¿No es así, Aşkım? (Aşkım significa "mi amor" en turco. Es una forma muy común y afectuosa de llamar a una pareja, expresando un profundo sentimiento de amor y pasión. La palabra "aşk" significa "amor", y el sufijo "-ım" indica posesión, lo que la convierte en una expresión íntima y personal.)
Ruzgar notó la provocación en sus ojos.
Esa chica estaba sacando las garras con sutileza.
—Por supuesto—fue lo único que pudo decir al verse atrapado.
Elif volteó en dirección de Aygul quien parecía haber mordido algún amargo fruto seco. Su madre se aclaró la garganta ante la respuesta pasiva agresiva que la anfitriona de la casa le lanzó para marcar una raya. Sutilmente y sin sonar grosera, le hizo saber que su marido salió de su cama esa mañana matando por completo cualquier credulidad ante los rumores. El desayuno continuó un poco tenso y al terminar, Elif fue la primera en ponerse de pie y disculparse por tener que abandonar el comedor. Ruzgar fue el siguiente.
Iba a ir detrás de ella.
—¿Qué crees que estás haciendo, Aksoy?
La alcanzó y sujetó su muñeca para impedirle continuar cuando estuvieron lo suficientemente lejos para que sus invitados no se dieran cuenta de la tensión acumulada y presente. Elif bajó el tono de su voz.
—¿Sobre qué? —preguntó fingiendo confusión.
—Cuida lo que dices en la mesa.
—¿Por qué?
—¿Por qué? —preguntó frunciendo el ceño—. ¡Tú sabes por qué!
—¿Por qué lastimaría el corazón de Aygul? No soy estúpida Arslan, y escúchame con atención porque solo lo diré una vez. Esa chica está aquí, se sienta en mi mesa y duerme en una de las habitaciones de mi casa. No ha venido por curiosidad o porque hayas sido amable, está aquí viendo las paredes y conociendo lo que piensa que alguna vez será suyo y eso no pasará. Ayer, aunque no lo preguntaste, sentí que estuve a punto de morir y me di cuenta de que no es lo que quiero—mintió dando un par de pasos para quedar frente a él—. La muerte parecía sencilla, hasta que te toca ver su horrible rostro. No voy a entregar mi vida con la facilidad del pasado y, por lo tanto, acataré mi lugar en esta casa como tu esposa siguiendo todos los deberes y obligaciones de una. Ya te disté cuenta anoche que soy capaz de ignorar ciertas asperezas por el bien común. No se como vas a hacer para quitar de su cabeza esa ilusión que has alimentado, pero no voy a compartir mi posición con una segunda esposa ni mañana, ni nunca. Si tienes libido de sobra ten por seguro que seré capaz de cumplir la función de una, dos o tres esposas. No me importa.
Descaradamente, se inclinó y depositó un beso en la comisura de sus labios antes de darle la espalda. Caminó hacia la habitación y en el proceso, levantó su cabello para peinarlo con sus manos en una coleta alta, dejando al descubierto las marcas que sus inquietos besos le habían dejado en su delicada piel. Ruzgar siguió con atención el vaivén de sus seductoras caderas y sin poder creer que acababa de ser posesiva, sonrió divertido.
Por primera vez, sintió que casarse con ella, no era tan aburrido.