—Mierda—articuló Ahmet. Le había dado un disparo en la mano con una maldita expansiva. Celik llevó las manos a su sien, maldiciendo el momento donde no se le ocurrió revisar a su sobrino, sin saber que, en realidad, ambas armas no venían de ellos. Para Ruzgar fue un pretexto glorioso. Omer fue liberado y de inmediato, fue en dirección de Ismail quien tenia todo el cuerpo temblando, al ver el agujero que la destructiva bala había causado. Con el arma en la mano, Ruzgar puso las reglas en claro. —Las reglas son claras para todos y quien no las acata se muere. Perdonaré el amargo gesto porque desconocían las reglas ya establecidas y, además, carecen de conocimiento de nuestro mundo. Tómenlo como una advertencia clara a los demás. No aceptaré desobediencia alguna al respecto, ni mucho m

