Lo quería muerto. Recordaba lo que le causaba verlo. Cada vez que escuchaba el “Si, Güven” o el “No, Güven”, todo lo que pasaron sus padres se le venía a la cabeza y en ese momento estaba demasiado dolida como para entender que la única verdad era que no existía mayor culpable que ellos y que por un momento casi arruinaron su vida si es que podía existir alguna pequeña forma de salvarse. ¿Podía llamarse así misma victima? No, no podía. Pudo haberlo sido si después de Capadocia hubiera terminado a sus pies diciendo lo que habia pasado y aun así fuera condenada, eso si que la habría convertido en la mayor de las víctimas, pero guardó silencio. Cerró sus labios y se negó a entregar verdad a una persona que la salvó del fuego. Pensó en todo lo que ese silencio habría provocado. Puso en riesgo

