ESTAMBUL, BELGRADO.
El ojo permaneció sobre la mira.
A lo lejos, un ciervo de prominente tamaño observaba todo con los sentidos alerta, mientras olfateaba el ambiente como si de alguna manera pudiera sentir que habia alguien observándolo. Sus ojos parecían ser dos brillantes esferas inocentes que reflejaban un aspecto salvaje y natural. Ansari mantuvo el dedo en el gatillo y cuando sintió que lo tenía y el viento le favorecía, disparó haciendo que el sonido del viento envolviera la bala y el silenciador hiciera su trabajo al tragar el sonido, dejando todo en un ruido seco y casi imperceptible.
El enorme ciervo cayó al suelo un segundo después.
Cuando el trio de hombres se acercó al cadáver y vieron el certero disparo en el ojo, fue inevitable que no sonrieran. No se podía negar que
