BELGRADO, ESTAMBUL. El arma cayó al suelo. Era imposible quedarse quieto cuando se tenía a una mujer como ella en los brazos. Ella era la chispa en medio de una habitación cargada de gas, la mecha que tenía el poder de encenderlo todo. Iba más allá de cualquier emoción distante. Todo lo que tenía que ver con Elif era fuego, uno en el que él, siempre adoraba ser consumido. Sus ojos notaron el brillo innato en la mirada aceitunada y sus dedos disfrutaron de la suavidad de su mejilla. Se tomó unos segundos para tomar aire y entonces, sintió como ella colaba su rostro en el hueco de su cuello y se abrazaba a su cuerpo acariciando los mechones de cabello detrás de su nuca. Una sutil caricia que le puso los vellos de punta y le llevó a besar su cuello, con delicados besos, mientras maldecía la

