—Dos mil pares de zapatos… Kirina ahogó una risa, que realmente venía acompañada de un ligero sollozo. Si, tenía dos mil pares de zapatos. Era una princesa en vida, una princesa que jamás tuvo que preocuparse por nada más que en gastar el numeroso dinero de su familia sin éxito, pues apenas y lograba hacer un rasguño. Cada vez que parpadeaba el dinero que gastaba, volvía a recuperarse debido a la inteligencia de Samir y a los negocios ilícitos con los que Behirham lograba hacerlos el doble de ricos. —Si, también dos mil pares de zapatos—respondió divertida y melancólica—. Todo lo que has hecho a valido la pena, pero déjame ayudar a Samir esta vez por mi cuenta. Mi hermano me ha criado como un padre y yo no podía permitir que le hundieran. Yo jugaré este juego con astucia y si necesito t

