—¿Y que si lo hice? ¿Tu hija no hizo lo mismo sin éxito? Por placer o por poder, da igual, ahora lo entiendo. Aygul no me agrada, pero al menos mantiene el orgullo, no como tu que siempre estas dispuesta a mostrar la peor cara al mundo. Sucumbe y revuélcate en tu miseria, porque eso es lo que has llamado cuando tu lengua solo buscaba llamar a otros. Pudiste desearme lo peor, pero créeme, no hiciste más que atraer las plagas a tu propia vida. Un grupo de mujeres cruzó por la puerta. Isel apretó la mandíbula y fingió una sonrisa. —Parece que ya han venido por ti Sibel—espetó llamando la atención de las mujeres, quienes eran las tías de la chica, hermanas de su padre. Las dos mujeres se acercaron al escuchar la voz de Isel que amedrentó con veneno casi de inmediato en dirección de Sibel.

