Que mujeres tan…
Sibel parecía sola en realidad. Cualquier otra en su situación se habría lanzado a buscarlas, pero Elif entendía que uno buscaba respaldo en lo que consideraba agradable y cálido. En los ojos de la chica, nada más al verlas reprenderla, se notó que esa calidez familiar no existía. Prefería apoyarse al pecho de una extraña, en lugar de buscar un poco de consuelo y protección familiar.
—¡Señora! —escuchó una voz conocida cerca y entonces, la sombra de un hombre se posó sobre ellas, afirmando su brazo al respaldo del sofá mientras usaba su cuerpo como escudo.
—¿Ahmet?
—Voy a renunciar mañana—espetó en medio del nerviosismo, pero intentando sonreír haciendo que Elif imitara su acción. La situación era tensa, pero siempre era mejor mirarles el lado divertido a las cosas—
