—Bueno, qué bueno que estás aquí —dije, manteniendo una sonrisa maliciosa, esa que solo alguien como él podría interpretar como una burla cargada de odio—. Tengo tantas ganas de matarte. Drack no respondía, solo mantenía esa sonrisa, una sonrisa que me repugnaba más con cada segundo que pasaba. Su rostro parecía estar disfrutando de todo esto, como si el dolor ajeno fuera un espectáculo que le divertía. Eso me enfurecía aún más. —¡¿Qué?! —grité, mi paciencia ya agotada. La rabia burbujeaba en mi pecho y no podía callarla—. Bueno, no tengo tiempo para esto, así que... —gruñí y, sin pensarlo dos veces, me lancé hacia él. Pude ver cómo su rostro se tornaba sorprendido al ver mi velocidad, pero no le dio tiempo a reaccionar cuando le golpeé con toda mi fuerza en la cara. El impacto fue tan

