Anna, tan insignificante como un hombre

1934 Words
El resto de la velada, Anna hizo todo lo posible por mantener a Graham bajo el estado de amargura que no disimuló en sostener. Lo que si pasó desapercibido para Loreta fue la razón del enfado de su recién estrenado esposo, incluso pese a que él mantuvo la mayor parte del tiempo la mirada fija en quien debía ser vista por él solo como su cuñada. No obstante ello, la mirada fulminante que le estuvo dirigiendo fue por la razón más retorcida que se puede esperar de quien se acababa de casar con la mujer que todos alrededor daban por sentado él amaba y le sería incapaz de traicionar, no tan pronto, tampoco el propio día de su boda, y muchísimo menos que esa mujer fuera la hermana de su esposa. Para Graham, Anna se convirtió en parte de sus posesiones intocables, solo que para ella, él era uno más del montón. —Buenas noches —Anna creyó escuchar detrás de ella la voz gruesa de Graham. Decidió ignorar el saludo. Le dirigió una mirada a Israel, quien hizo un gesto distraído mientras miraban bailar en el área que dispusieron como pista a un grupo de invitados. Ambos le estaban dando la espalda a Graham, por lo que Israel no había percibido la presencia del hombre cerca de ellos, sobre todo de Anna. —¿Disfrutan la fiesta? —preguntó Graham en un tono de voz más alto, para hacerse notar. Esta vez sí logró captar la atención de la pareja, más de Israel que de Anna, pues aunque ella ya era consciente de su presencia detrás de ellos, en su juego, lo ignoró a voluntad. —Buenas noches, señor —contestó Israel—. Felicidades por su matrimonio. —Gracias —contestó Graham al tiempo que caminó despacio para pararse al frente de ellos, quedó justo de frente a una Anna que fingí a estar embelesada con el baile mientras sorbía de a poco el contenido de su copa de champagne—. La señorita no lo ha presentado a la familia, ¿O sí? No sabía que traería invitado —expresó Graham en un tono de voz persuasivo, buscaba lograr que Anna lo mirara a los ojos, pero ella en su negación a demostrarle importancia se mantuvo en la misma actitud apática—. No sabía que tuviera amigos, es tan solitaria que creo sorprendió a toda la familia con su llegada. —¿Amigo? —inquirió Israel y aprovechó para rodear a Anna por la cintura y atraerla a su cuerpo. Solo así la morena desvió su mirada de la pista hacía Israel, ye so alteró a Graham que de pronto sintió la necesidad e sacar su arma y apuntar al recién llegado que consideró un abusador al atreverse a tocar lo que creía de su propiedad. Su enojo se acrecentó cuando vio el rostro de Anna resplandecer en una sonrisa que le dirigió a Israel—. ¿Ella no informó que su novio vendría? —le preguntó a Graham y no esperó respuesta de él porque bajó la mirada para buscar la mirada hacia los ojos de Anna—. ¿No me dijiste que habías avisado en el lobby, chiquita? —Sí, cielo, sí informé —le respondió en un tono de voz meloso que a Graham le parecido estúpido. —¡Con qué novio! ¡Esto sí que es una primicia! —manifestó sorprendido—. ¿Desde cuándo? Israel enarcó una de sus pobladas y encontradizas cejas, le llamó la atención tanto interés de parte de Graham en conocer los detalles que el consideraba no eran de su interés. —Chiquita, ¿No sabía que debías decir lo nuestro hasta a tu cuñado? —No, no debo decirle a nadie, pero ya sabes cómo es la gente, la novedad siempre genera interrogantes que no son obligatorio responder. Ya te había dicho como es mi familia de curiosa, bueno, él ya es parte de la familia, creo que no tardó en infectarse con el veneno de la intromisión —respondió Anna con arrogancia y esa vez se atrevió a ver a Graham a los ojos. Le dirigió una mirada desafiante, de esas que le demostraba que ella era libre de hacer y deshacer con su vida a su antojo. Graham tuvo deseos de tomarla por el brazo y arrastrarla a cualquier lugar fuera del salón, pero se contuvo, sabía que no le convenía dar el espectáculo que auguraba dar si dejaba la ira que estaba conteniendo al ver que por primera vez una mujer que hubiera sido de él, se atrevía a jugar con él del modo que ella lo estaba haciendo. Nadie sabía de lo que sucedió entre ellos, pero Graham se sentía como si el mundo se burlara de él. Tenía poder, ella lo sabía, la que aparentemente estaba ignorante de esa realidad era Loreta. Anna en su plan de destruir a Loreta y cobrarle a sus padres la humillación que le han hecho vivir por años, silenciosamente se dedicó a indagar en lo más mínimo en la vida de cada uno de ellos, de su familia no encontró nada que ella ya no supiera de sobra, en todas partes donde había información relevante de ellos encontró ambición, codicia, traición y ausencia absoluta de consideración con el prójimo, eso no era nuevo para Anna, lo que si le tomó por sorpresa fue enterarse del secreto del nuevo m*****o de la familia O’Brien. Sin buscarlo, creyendo que encontraría un sinfín de amantes con las que imaginaba burlarse de Loreta, tropezó con una enorme roca de secretos, encontró mucho más. Graham Riverel, escudándose bajo la fachada del empresario ejemplar, no es más que un vulgar mafioso, un delincuente de cuello blanco, pero no cualquiera, sino uno que tiene una organización de gran escala que tiene células bien armadas en todo el continente europeo, y parte de Latinoamérica. Es poderoso, lo sabe, pero no le intimida, y como no le intimida se atreve a jugar ese juego arriesgado. Ha perdido tanto en la vida que estima que no puede perder más. A su modo de ver la que si perdería mucho es Loreta, quien en su fingida vida perfecta, es de las que en el pasado ha blasfemado sobre las familias de mafiosos. Al recordar ese detallito, se sonrió, soltó una carcajada coqueta, y de reojo miró a Graham, y luego a modo de provocación terminó por plantar un beso subido de tono en los labios de Israel. Provocativa dejó ver las ansias por su amante actor. Provocó aún más la ira de un Graham dominado por el ego. —Por mucho disfrute que deseen tener, este no es el lugar ni el momento —les dijo a ambos y los obligó a separarse. Israel quedó impactado, rebasado en todas las sensaciones que los labios de Anna despertaron en su cuerpo. La oportunidad le dio las señales que necesitaba para confirmar que lo que estaba sintiendo no era capricho, deseaba a esa mujer y debía hacer todo para lograr que esa actuación pasara al campo de la realidad. Miró a Graham y le sonrió. —Disculpe —se excusó Israel. Mientras tanto Anna solo se limpió la comisura de sus labios de manera sugestiva, pasó la punta de su lengua por el borde de los labios como para recordarle lo que horas atrás tuvo y luego miró a Israel. —Amor, vamos para que hables con mi papá, creo que ya es hora de que te conozca formalmente —le dijo Anna. —Cuando gustes, chiquita. —Si nos excusas, cuñadito —Expresó Anna con pedantería, solo que Israel no lo percibió como tal. Arrebatado del enfado, Graham solo se echó hacia atrás para darles el paso a la pareja. «Esto no va a pasar así sin más», dijo en su mente mientras miraba como Anna se alejó de él colgada del brazo y balanceando sus caderas en un andar provocador, el mismo que los llevó al depósito donde la hizo mujer, su mujer, o eso creía hasta unos segundos atrás. El odio que estaba sintiendo y el deseo que ella despertó en él eran tan volátiles como volcán a punto de erupcionar y poner en marcha movimiento telúricos con consecuencias inimaginables. Tan impredecible era lo que estaba desarrollándose entre ellos que Anna quedó en medio de dos realidades cuyo destino era su existencia, y eso provocaría más odio en Loreta, quien pese a que no sospechó de su esposo como era debido, si reclamó por pensar que Graham tenía interés en el novio de Anna con fines de entablar algún negocio. —¿Qué haces? Estamos en la celebración de nuestra boda —le reclamó. Graham se quedó paralizado sin saber a qué se refería esperando ver que más decía para completar su reclamo. —¿Por qué vas detrás de ellos? Ella es el ser más insignificante, ese hombre también lo debe ser, si le hizo caso no creo que sea sino un don nadie como ella —adujo de manera despectiva no solo en sus palabras sino también en el tono de su voz. —Creo que estás exagerando, solo quería conocer al sujeto, se ve buena gente —respondió Graham en su actitud seria. —No me digas que… —expresó Loreta. —Sí, tal vez sí, tal vez haga negocios con el sujeto, debemos cuidar de tu hermanita ¿O no? ¿Quieres que caiga en manos inescrupulosas? —inquirió en una tranquilidad que engañaba hasta el más hábil—. Por lo que me has dicho tu hermana es una mujer inexperta, poco conocedora del género, con suerte estoy aquí, me acerco al noviecito y cuido los intereses de la familia. —Con ella no hay mucho que cuidar —opinó Loreta mirando desde la distancia a Anna con desprecio—. Bienes no tiene, afortunadamente no tiene nada a su cargo y a ella nadie la querría, así que deja que se divierta un ratito con ese imbécil, o que él se divierta con ella y la deje ilusionada, ya la dejará cuando descubra lo insulsa que es. «¡Que ciega es la gente cuando no quiere ver la verdad ni teniéndola en las narices!» exclamó Graham en su mente al sentir el flujo energético de la pasión correr por su cuerpo al ver como Anna pasó la mano por la espalda de Israel en un gesto erótico propio de las parejas recién estrenadas. Fue como si hubiera sido él quien recibió la caricia. No podía sentir distinto, dado que recordó la intensidad del encuentro que tuvieron encerrados en el pequeño cuarto. —Igual estaré pendiente, no es bueno dejar que crea que puede jugar con ella e irse así sin más —dijo Graham y se tomó el resto del contenido de su copa—. La pobre solo da ganas de cuidarla 1agregó con cierto dejo pasional en su voz lo que llamó la atención de Loreta. Ella que permanecía con al mirada fija mirando a Anna y al recién llegado hablar con su padre, giró el rostro de golpe al escuchar el pitar de las alarmas de los celos. —¿No estarás insinuando que…? —cuestionó a la defensiva. —No estoy insinuando nada —le respondió en una tranquilidad que daba a entender que era así—, y antes de que comiences con cosas raras; solo la protegeré porque es tu hermana, por nada más, tu hermana es tan insignificante para mí como lo es un hombre—adujo en una aclaratoria bastante hipócrita.
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