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3043 Words
CAPÍTULO 1 Tener sobrepeso es un defecto a ojos de la sociedad, para algunos es como si tuvieras una mano o un ojo extra, además de no ser bien visto estéticamente puede perjudicar bastante tu organismo. Puede que tenga como consecuencias una tanda de enfermedades y un tanto más que podría afectarte bastante. Tener que soportar a la gente en la calle verte mal es un extra o un plus que obtienes al tener sobrepeso, al principio es insoportable, una vez te acostumbras a ello, te causa gracia o simplemente lo ignoras. Así está sucediendo en este momento, una señora que pasa por la acera me observa fijamente mientras taconea ruidosamente sus zapatos de diseñador. Frunzo el ceño y trato de no reírme por su forma de caminar, lo haría, pero burlarme de la gente no es algo que disfrute particularmente. Entro al gran edificio y observo a los trabajadores caminar de allá para acá transportando carpetas en sus manos, el día hoy está movidito, lo que significa que el jefe está aquí. En otra empresa sería normal decir "El jefe está aquí", aquí no lo es. Es como un diluvio, pasa pocas veces al año y cuando lo hace destroza todo a su paso. Nuestro jefe, Elijah Donovick, heredero de las múltiples empresas de sus padres deja a su primo encargado de todo mientras viaja por el mundo y no me malinterpreten, con tanto dinero yo haría lo mismo. Cuando viene, que son unas diez o veinte veces al año como máximo, arrasa con todo a su paso. Y cuando me refiero a todo, es todo. Hasta con la secretaria de su secretaria, cuando entra con su cara de mala leche todos fingimos hacer más trabajo del que en realidad tenemos y nos encojemos en nuestros asientos fingiendo demencia o lo que es parecido. Después de todo ni si quiera observa un trabajador a menos que esté echado sin hacer nada, puede pasarte por encima y él aun así no te daría los buenos días ni por un poquito de educación. Siendo economista y teniendo en cuenta mi rango, cuando se cansa de hacer tour por los cinco continentes del mundo, tengo que trabajar junto a él y su primo Nico. Saludo a todos a mi paso con una sonrisa y entro a mi oficina, ayer tuve un día bastante pesado y aun así, me quedó trabajo, así que me pongo en ello rápidamente. Exhalo ruidosamente al ver la faja de papeles y me llevo la mano a la cabeza sobándola lentamente, no ha comenzado el día y ya siento la pesadez. Abro una carpeta y tomo un sorbo de mi café, no termino de tragar cuando la puerta de la oficina se abre ruidosamente ante mí. Niego con la cabeza al ver a mi amiga entrar con toda la buena energía del mundo. —¡Hola, cariñito! —dice escandalosamente y toma el café que le traje, que se encuentra justo al lado del mío, se acerca a mí y me planta un beso en la mejilla. Seguramente me ha transferido su labial rojo en todo el moflete. —Buenos días —musito sin dejar de observar las carpetas. —¿Por qué tanto mal humor? —pregunta sin despegar su boca del café, no entiendo porque lo toma tanto, creo que le afecta un poco. Después de todo el café es para dar energía y de eso ella tiene de sobra. —No estoy de mal humor, de hecho estoy muy feliz —explico pasando las hojas—, hoy trabajaré con Elijah y no sé cuál será su modito del día. —Que cruz, espero no estar aquí cuando Elijah explote en contra de todos, para vivir su vida de viaje es muy amargado —dice con un puchero en su boca, seguramente recordando la cara de desagrado continua de nuestro jefe. Reviso los papeles una y otra vez en busca de algún error mientras mi amiga habla sin cesar, habla de lo guapo que es Elijah para ser tan amargado y yo asiento una y otra vez tratando de concentrarme. Escucho como su voz cambia radicalmente de enérgica a triste y levanto la cabeza con atención. —Josh ha estado distanciado, raro, no sé qué le sucede... —dice melancólica viendo el techo. Resoplo y me paso la mano por el cabello, si ella supiera que su novio me ha estado estresado durante las últimas dos semanas pidiéndome consejos para su pedida de mano saltaría como una niña de cinco años en un trampolín. —¿Has hablado con él? —pregunto tratando de lucir interesada. —He tratado y me evade, no entiendo que le sucede. —Lamento decirte esto Bridget, pero le estás pidiendo consejos a la mujer con una experiencia en el amor muy tranquila. No es que tengo experiencia en el amor inexistente, porque no es así. Solo he tenido dos novios y la primera duró un año, desde los diecisiete hasta los dieciocho. La segunda y última, tres años. Las dos han terminado por una sola razón, y es que el amor se convierte en costumbre, las rupturas no han sido escandalosas, al contrario, han sido calmadas y serenas, me atrevo a decir que casi esperadas. Si tan solo ese nerviosismo y felicidad que sientes cuando ves a esa persona por primera vez, cuando la estás conociendo, las mariposas, esas sensaciones simplemente duraran para siempre, mis relaciones nunca hubiesen acabado. El amor rápidamente se convertía en costumbre y me encontraba más en una relación de amigos que de pareja. No existía tal cosa como la pasión y la necesidad de estar junto a esa persona. Nada de pensar que era el amor de mi vida. Podría estar tranquilamente en casa haciendo un maratón con mi ex sin tocarnos ni un sólo cabello. Supongo que yo tampoco le puse mucho empeño, después de cierto tiempo en mi última relación fuimos más compañeros de cuarto que otra cosa, por ello, hemos terminado en buenos términos. James, mi primer novio, aún me escribe para preguntarme como estoy y Nathan me pide consejos amorosos. Cosa que últimamente acostumbra a hacer. —¡Mentirosa! ¿Qué hay de éste, Nathan? —¿Nathan? ¿Te refieres a mi último novio con el que terminé en muy buenos términos? Cariño, te recuerdo que casi hacemos una fiesta cuando terminamos. Y la verdad es que si, él estaba muy nervioso para decirme que quería terminar y yo estaba demasiado indecisa para decidirme, pero en cuanto pronunció la palabra "Tenemos que hablar" tartamudeando y casi sudando frío, comprendí lo que quiso decir y nos reímos cuando nos dimos cuenta que estábamos muy preocupados en cómo reaccionaría el otro, que no nos dimos cuenta que queríamos lo mismo. Aquella noche, el abrió una botella de vino que había guardado para un momento especial y nos reímos por ser tan imbéciles con nosotros mismos, el amor que sentíamos era más de amigos que otra cosa. Mi madre no ha pasado desapercibida mis dos relaciones, al contrario, me reprocha constantemente que he gastado tiempo de mi vida en relaciones que no valen la pena, que a mi edad ya debería estar casada, con dos hijos y un perro. Y sinceramente, para tener una relación aburrida y monótona prefiero vivir sola en mi departamento con mis vecinos ruidosos durante toda mi existencia. Mi amiga suelta una carcajada y niega con la cabeza, —En otras noticias, cambiando el tema. Nico me dijo que debía preparar todo porque llegará un socio de Alemania. Deberíamos pasarnos por ahí por la sala de juntas, ya sabes, a ver si nos encontramos con el susodicho. Entrecierro los ojos viendo mal a mi amiga. —Bridget, ¿Tú no deberías estar en tu oficina, exactamente arreglando todo para el alemán? —Ajá —afirma viendo su café como si fuera lo más interesante del mundo. —¿Y qué haces aquí? —inquiero nuevamente. —Pues ya lo hice, tú sabes que yo soy muy eficiente —responde con simpleza. —¿Por eso te empeñas en molestarme? ¿Nico no te necesita junto a él siendo tu su secretaria estrella? —De hecho, me dijo que me tomara tiempo libre, aparentemente están hablando algo súper secreto—dice, intentando sonar misteriosa—. ¡Ay! Sabes que lo quieres ver, no te hagas. Ruedo los ojos y me rio con gracia, recuerdo que tengo que llevar unos documentos pendientes del día de ayer, cosa que no pude porque estaba petada de trabajo. Así que agarro la carpeta en mi mano y me paro del asiento. —Ven, tengo que entregarle esto a quien sea que es la nueva secretaria de Elijah. Muy obediente, se levanta de su silla en un brinco y ahí es cuando afirmo que mi amiga tiene más energía de que una docena de botellas de Red Bull juntas. Camino por los pasillos saludando a mis compañeros a su vez, abro la carpeta dándole un vistazo a las hojas a ver si todo está en orden. —Míralo, míralo, es él —murmura Bridget rápidamente dándome un codazo. Gracias al codazo que me dio mi amiga, las hojas dentro de la carpeta que tenía en mano se cayeron. Bufo molesta y la miro mal, definitivamente Bridget no tiene remedio. Seguramente habla del socio de nuestro jefe el cual por lo visto es sumamente sexy pues en la oficina no han parado de cotillear acerca de él. No he tenido la oportunidad de verlo ya que estoy llena de trabajo y sinceramente prefiero terminar la faena temprano a estar viendo a los socios. Cosa que hago de vez en cuando, claro, en mis tiempos libres. Me agacho y hago una mueca al ver el montón de hojas en el suelo, observo a mi amiga con reproche, quien se pone a recogerlas al instante. Estiro la mano para tomar las últimas hojas y rozo una mano grande de dedos largos, dejo que levanten la hoja por mí y levanto la cara con curiosidad. Sus ojos azules irreconocibles me observan expectantes, el cabello rubio largo que recordaba en mi infancia y adolescencia ahora está más corto, le cae de lado perfectamente peinado y la barba de pocos días, mejor arreglada que mi cabello hace que sus facciones duras aún se vean más adultas. —¿Mellie? —dice, con la voz aterciopelada peligrosamente cerca de mí. La última vez que había escuchado su voz fue a los dieciséis, cuando dijo aquellas palabras que probablemente no podré olvidar... "¿Has visto su cuerpo? Es demasiado... Gruesa." Parpadeo un par de veces y tomo el papel casi en un arrebato porque no puedo evitar el sentimiento de rabia naciendo dentro de mí. Mellie, así es como me decía cuando era pequeña.  Una pequeña enamorada y embobada por él. Me levanto de inmediato sin decir una palabra dispuesta a irme de allí lo más rápido que pueda hasta que mi jefe me detiene. —¿Está bien señorita Bell? Se ha puesto pálida —pregunta Elijah. Pues claro que me he puesto pálida, si con semejante idiota al frente que no recordaba por mi bien desde hace años. —Sí, señor. Estoy bien, iba de camino a entregarle esto. Pero se me han caído y está desordenado y... Él me ve fijamente, por lo que me pongo más nerviosa. Puedo jurar que mis mejillas se tornan rosa. —Tranquila Bell, yo me encargaré de eso luego. Sorprendida por su repentina amabilidad asiento con la cabeza y me despido con una sonrisa bastante fingida. El señor Donovick y el hombre que ignoro sin dudas caminan hacia la salida del edificio. Tomo del brazo a Bridget, quien se había quedado allí paralizada y me dirijo a mi oficina. Antes de que siga caminando, me interceptan tres compañeros, a los que puedo reconocer como Ben, Lyd y Sandra. —¿Y bien? —pregunta Ben sonriente. —¿Qué? —pregunto confundida. —¿Qué te ha dicho el socio sexy, cómo se ve de cerca, tiene algún defecto? Ruedo los ojos y suelto una carcajada. —Es un idiota —declaro sin filtro alguno. Los gemidos de sorpresa se escuchan y me carcajeo de la risa nuevamente. Ben se echa para atrás con cara de asco y niega con la cabeza como si no creyera lo que he dicho. —Que desperdicio. Pero el hombre nunca te dejó de ver, mmmm... Ben va a seguir hablando hasta que ve a Elijah y Nico entrar, inmediatamente se giran sin siquiera despedirse y yo jalo a mi amiga para volver a nuestros lugares. Una vez entro a mi oficina pienso en sus ojos azules, su rostro y suspiro, el pasar del tiempo no le ha afectado, al contrario. Meneo la cabeza molesta con mis pensamientos, no puedo pasar todo el día pensando en un hombre, especialmente en éste, así que me dispongo a terminar lo que dejé pendiente el día de ayer. Sonrío aliviada viendo el reloj y son las diez de la mañana, gracias al cielo he terminado gran parte. Reviso rápidamente mi teléfono y me doy cuenta que hay tres llamadas perdidas de mi madre, con indecisión le devuelvo la llamada y la pongo en alta voz esperando que responda. —¡Hola, hola! —escucho su voz a gritos a través del teléfono, mi madre todavía está acostumbrándose a la nueva tecnología, por lo que se hace algo difícil manejar el celular. —Hola —respondo con voz tediosa, ya se lo que me dirá, así que me acomodo en la silla para escuchar su discurso. —¿No estás olvidándote de la fiesta de compromiso de tu hermana, verdad? —pregunta con versatilidad y ruedo los ojos, quiero decirle "Hola mamá, ¿Bien y tú?" pero me contengo. Ojalá pudiera olvidar la fiesta de compromiso. Es difícil olvidar algo cuando tienes a una persona recordándotelo las veinticuatro horas del día—. Espero que hayas rebajado aunque sea un poco para ponerte un bonito vestido y que traigas un buen acompañante porque... —Mamá —replico con voz cansina—, no llevaré ningún acompañante. —¿Cómo es posible? ¿Qué dirán los demás al ver que mi hija mayor llegue sola a la fiesta de compromiso de su hermana? Aunque no sería sorpresa alguna, después de todo has gastado un montón de años en relaciones que no valen la pena... Y justo allí, es cuando dejo de escucharlo todo, su lengua viperina seguramente se mueve rápidamente mientras suelta un montón de cosas que no quiero y evito escuchar. Me concentro en mi deber mientras ella habla y tomo café. —¿Hola, hola? ¿Estás allí? —pregunta chillando, cierro los ojos y suspiro dejando caer mi cabeza hacía atrás. —La señal está terrible, cuando llegue a casa te llamo —miento y antes de que diga algo cuelgo, y ahora si me dedico a retomar lo que estaba haciendo en paz. Horas después, escucho la puerta abrirse nuevamente y hago caso omiso. —¡Mel! —la voz de mi amiga resuena en la habitación—. Vamos a almorzar. Despego los ojos de los papeles y froto mis ojos. —Pero todavía faltan horas para eso. —Mel preciosa, ¿Has visto la hora qué es? —Claro, si son las —me fijo en mi reloj de mano y me sorprendo. Son las doce y media, estoy en pleno tiempo de almuerzo—, ¡Wow! No me di cuenta. —Lo supuse —rueda los ojos y me levanto para ir a almorzar. Entro a la cafetería acompañada de mi amiga e inmediatamente ubico a Ben, cada vez que lo observo no puedo evitar recordar la primera vez que lo vi. Casi babeo encima de él cuando me sonrió con galantería. Hasta que lo escuché hablar de su nuevo ligue, recuerdo haber abierto los ojos tan grande que Bridget se burló de mí por semanas. Compramos nuestra comida y vamos a la mesa donde se encuentra Ben, quien hace un chiste acerca de la nueva secretaria de la secretaria de Elijah. —Le doy dos semanas —dice Lyd, observando a la pequeña pelirroja que sonríe melosa a nuestro jefe, que por supuesto, ni voltea a verla. —Una —corrige Sandra y come un trozo de su ensalada. —Aun no entiendo porque su secretaria necesitaría una secretaria —dice Bridget con una mueca. —¿Crees que soportar a Elijah es fácil? Deben necesitar una tropa para complacer sus exigencias —digo horrorizada y todos se ríen. El almuerzo transcurre entre risas y chistes hasta que toca la hora de volver a la faena, milagrosamente mi amiga vuelve a su cubículo y yo a mi oficina. Arreglo algunos documentos en mi escritorio y el teléfono suena, contesto sabiendo perfectamente de quien se trata. —¿Melanie? —Escucho una voz rasposa a través del teléfono y frunzo el ceño—, necesito los documentos finales —dice arrastrando las palabras y cuelga. Relajo el ceño y me siento bastante confundida, Donovick sonaba como si se hubiese tomado una botella completa de whisky. Camino rápidamente a su oficina, me faltan veinte minutos para salir y ya tengo todo listo. Cualquiera que me haya visto podría deducir que estoy desesperada por salir de aquí, y es verdad. Estos meses han sido fuertes con respecto al trabajo y sólo quiero llegar a casa y echarme a dormir. Paso por su oficina y no veo a su secretaria, ni a la secretaria de la secretaria por ningún lado, cosa que es rara, pues ellas suelen estar siempre en sus puestos de trabajo. Sin esperar más entro al lugar y lo observo desparramado en su asiento con la corbata desarreglada, me hace una seña para que entre por lo que dejo la carpeta en su mesa sin decir una palabra. Una botella reposa al lado de su ordenador confirma lo que sospechaba. ¿El perfeccionista de Elijah Donovick borracho a estas horas del día? Salgo de la empresa y me encamino a mi hogar con una sola pregunta en mi mente. ¿Qué hace Bastian Werner aquí?
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