PREFACIO

758 Words
. . . . . . . . . . . . . . . "Amor mío, cada mañana me paro a pensar en qué vida habría tenido si no nos hubiésemos conocido, y la verdad es que estoy seguro de que no sería ni un 5% de feliz de lo que soy a tu lado. Gracias a ti soy mejor persona, he podido evolucionar y, por eso, solo puedo decirte que te amo y siempre estaremos juntos." Polly sonrío, tecleo un par de emojis en respuesta al mensaje y guardó el teléfono en su bolsillo trasero para seguir con su tarea. Después tendría tiempo para agradecerle a Jean como se lo merecía. Tardó unos cinco minutos más, aún en la misma posición llamativa sexualmente, inclinada sobre el capó del carro abierto, dando a entender que existía un problema, sus short ajustados acariciaban las gruesas piernas y hacían ver más grande su trasero, como si fuese posible. Un jeep con música a todo volumen se detuvo cuando una gota de sudor atravesaba su espalda. -Bebé, ¿te ayudo? - Baboso. Otro hijo de papi y mami que juraba tener el mundo en su mano. Ella sonrío como si el agradecimiento la cegara. -Si, por fa. Yo no sé de esto y ya llevo mucho aquí. El se bajó de su camioneta y Polly contuvo la risa al anotar la proxima broma que compartiría con Jean: Era un creído enano. -A ver mamita. - La apartó y ella se hizo a un lado para dejarlo entretenerse, sin que se diera cuenta abrió el maletero del carro y se devolvió a su lado justo antes de que él lo notara. Lo miraba curiosa y coqueta y el clavó la vista en sus tetas sin pena alguna- Esto se jodió, si quieres te llevo. Maldito embustero, el Fiat estaba totalmente funcional, ella lo sabía, lo único que se le había ocurrido era soltarle dos cables para poder juntarlos cuando todo terminara. Se hizo la confundida y preocupada. -¿En serio? Dios mio lo que faltaba, ¿Pero estas seguro? - Añadió con voz sensual -Revisa, por favor, mi amor. Se confió de ella y dio otra hojeada falsa al motor. Curioso el hecho de que él era el que mintiera en la situación. Polly se acercó a su costado derecho, sintió el calor corporal de él, la tela de su chemise polo rozando su piel desnuda, se acercó tanto a él que podía sentir los vellos de sus piernas exhibidas en aquellos pantaloncillos de deporte, pinchar las suyas. Por supuesto, al pobre hombre no le dio chance alguno de recibir agradecido la caricia y lo que eso adelantaba sobre la posible escena s****l que él se imaginaba que ocurriría cuando ella aceptase resignada que le diera el aventón. ¿Por qué? Porque al fin Jean salió de su escondite. Aprovechándose de la atención que aquel pendejo compartía entre el carro y su chica de lindas tetas, Jean bajó del maletero del Fiat segundos después que Polly lo abriera para él. Le ganaba unos 10 cm de altura y valiéndose de eso y de el hecho que la carretera llevaba cinco minutos desierta, se dirigió a la espalda del hombre, viendo como Polly se apretujaba contra su lado derecho, insertó la aguja en el brazo izquierdo, haciendo que el susodicho lo mirara con sorpresa pero sin poder actuar, ya que 4 segundos después, la droga había hecho efecto y estaba completamente inconsciente. Polly miró a su hombre con fascinación, amaba la adrenalina que brillaba en los ojos oscuros de Jean cuando hacían esto, el sudor en su frente, su pecho subiendo y bajando con violencia detrás de esa camiseta ajustada color gris. Le sonrío genuinamente y él respondió igual, se acercó a ella con dos fuertes pasos, pasando sobre la pantorrilla del ahora dormido, y la tomó por la cintura con fuerza para apretujarla en un apasionado beso que rompieron para buscar aire minutos después, siendo conscientes de que un hombre drogado estaba junto a ellos, se apresuraron a montarlo en la maleta del Fiat, Polly se sentó en el asiento del conductor y Jean tomó la camioneta para desaparecerla. Todo esto sin dejar de dedicarse entre ellos miradas románticas e infantiles. Tomaron carretera, camino a su lugar perfecto, donde eran ellos mismos todo el tiempo. Unas personas complejas y llenas de problemas mentales, entre ellos la dependencia amorosa, los trastornos compulsivos, los celos enfermizos y, sobre todo, el problema mental tal vez más grande de la historia: El amor.
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