El entrenamiento continuó otro poco más y ahora se escuchaba el choque de espadas y el rugido ocasional de llamas controladas. Asher acababa de derrotar a su último oponente, un capitán de la guardia que ahora yacía en el suelo arenoso respirando con dificultad y aceptando su derrota con una reverencia desde su posición. El príncipe heredero ni siquiera sudado demasiado durante esos encuentros. Sus truenos habían crepitado alrededor de su cuerpo durante todo el combate, manteniendo a su oponente en constante alerta, pero sin causar daño real. Era práctica, no guerra. Aunque Sadrac siempre insistía en que entrenaran como si cada sesión fuera su última batalla en la existencia, en ese momento él sentía que no era necesario. Asher respiró profundo, sintiendo la energía eléctrica que todavía

