#4: "-En mi época solíamos pasear con un perro"

1602 Words
—Papá, ¿Qué estás haciendo con  Tania ? —Me apoyé en la baranda de la escalera, viendo la manera en la que él estaba limpiando la escopeta. Mantenía su ceño levemente fruncido, mientras tenía su completa atención en el dispositivo que incluso miraba como a otra hija. —Hace mucho no le doy mantenimiento —habló, viéndome por lo bajo, antes de regresar su atención al arma. Arquee una ceja, terminando de bajar las escaleras. —¿No tiene nada que ver el hecho de que el novio de Nora quiera venir a conocerlos? —Le pregunté, sentándome a su lado. Dejó salir una risa sarcástica, dándome un apretón en la rodilla. —¡Qué dados, mi amor! ¿Cómo crees que yo sería capaz de mostrarle a un joven e inocente italiano la función de  Tania  en esta familia? Levanté una ceja, ganándome que pusiera los ojos en blanco mientras veía mi ceja levantada. —¿Cuándo vas a quitarte ese jodido pirsin? ¿Qué querías demostrarme con eso? —Nada, papá —puse los ojos en blanco—. Solo es una pequeña decoración. ¿Qué en tu época los jóvenes no lucían pirsin? Dejó la escopeta a un lado del sofá y se volteó para quedar frente a mí. Pasó una mano por su cabello castaño, desordenándolo a su paso. Suprimí una sonrisa al ver algunas canas que comenzaban a decorar su impecable cabellera. —En mi época solíamos pasear con un perro, mientras intentábamos sobrevivir al cáncer. —Me temo que ese eras solo tú, querido —habló mamá, saliendo de la cocina con dos tazas de té en sus manos. —Abby, amor. No le ayudes —refunfuñó, tomando una de las tazas que mamá le ofrecía. —Es una adolescente, cariño. Necesita un poco de libertad —le dijo suavemente, besando su mejilla. Mi madre me hizo un gesto con la mirada, el cual conocía a la perfección. Era justo el momento cuando podía sacar algo a mi favor. —Papá, ¿Puedo ir a bailar hoy con Mía? Sus ojos verdes escrutaron en los míos, quizás buscando el chiste en lo que había dicho. Mantuve su mirada todo el tiempo necesario, para que viera que lo estaba diciendo con seriedad. —¿Y si digo que no? —Escaparé por la ventana —levanté los hombros, viendo a mamá quien me guiñaba un ojo mientras acariciaba el brazo de mi padre. —No me hagas poner tablas en tu ventana, Thiara —amenazó. —Amor... las vacaciones casi terminan, entonces Thiara no podrá salir más —dijo mi madre, suavemente—. Además, Tyler se quedará esta noche con Mike; podremos deshacernos de las otras tres chicas con facilidad y tú y yo tendremos un tiempo a solas. Simulé tener una arcada al ver como compartían miradas y sonrisas cómplices, mientras se daban pequeños besos en los labios, haciendo caso omiso de mí presencia. —Por eso te dije que no era buena idea tener tantos hijos —le sonrió él, dejando la taza del té en la mesa, para entonces tomar las mejillas de mi madre entre sus manos, abrí mi boca con incredulidad mientras ambos se devoraban con la mirada—. Cuesta tanto deshacerse de ellos —susurró antes de besarla. —¡Oigan! Adolescente en etapa de desarrollo, presente —refunfuñé, cubriéndome los ojos ante la magnitud del beso que estaban comenzando a compartir. —¿Sigues aquí, Thia? —Preguntó mi padre, alejándose de mi madre con una media sonrisa. Sacó su billetera antes de observarme—. ¿Cuánto dinero necesitas? —Tomó tres billetes de 20 dólares y me los puso en la mano—. No vengas antes de las 11 de la noche. —¡Dios! ¡Ya están viejos! —me quejé, poniéndome de pie para entonces salir rápido de ahí. Subí las escaleras, dispuesta a encerrarme a mi habitación hasta esperar a que las náuseas abandonaran mi cuerpo; si había algo que fuese incómodo para una adolescente, es que sus padres compartan saliva frente a ella, ¿Simplemente no podían esperarse a estar a solas? ¡Dios mío! Nunca me acostumbraría a sus exageradas muestras de cariño. —¿Qué te pasó, umpa lumpa? —me preguntó Tara con diversión, en cuanto salía de su habitación. Crucé los brazos a la altura de mi pecho y levanté mi barbilla, tratando de verme más alta. A pesar de ser mi melliza, Tara era mi persona menos favorita. Su aura de pretender ser la hija perfecta; la que nunca se equivocaba, la de las buenas calificaciones y la que no necesitaba pertenecer a un grupo de porristas para poder ganar créditos extras para ir a una buena universidad, simplemente me agobiaban. Mi hermana siempre trataba de dejarme en sus sombras, por lo que lograba cabrearme con facilidad. —Umpa lumpa, tu abuela. —La que resulta ser la misma tuya —sonrió, acomodando su cabello sobre sus hombros—. ¿Papá está abajo? Necesito informarle que iré a la casa de la tía Amy. Levanté ambas cejas y sonreí a boca cerrada. —¿Pretendes llamar la atención de Zac? Un rubor cubrió sus blancas mejillas, mientras alejaba su mirada y fruncía el ceño. —¿Qué te importa, Thia? —Pero si la inocente niña Tara, tiene un amor platónico —me burlé, sus mejillas se tiñeron aún más de rojo, a la vez que bajaba su mirada y se mordía el labio. Dejé de reír, abriendo mi boca con asombro. Demonios... ¿En serio le gustaba ese idiota? Sacudí la cabeza levemente, debía de dejar de invocar al demonio a cada pocos segundos. Pero, nunca había pensado en el hecho de que Zac y Tara pudieran emparejarse alguna vez... ¿Y si lo hacían ahora? Ambos tenían mucho en común, después de todo. Tara es una chica alta, de piernas largas, y muy atractiva, sin dejar de lado que es muy inteligente. Zackary no dudaría ni un segundo en salir con ella. Pero... ¿Por qué debería de molestarme? Que hicieran lo que les venga en gana. Aunque sería una verdadera lástima que papá se enterara. Volví a sacudir la cabeza, mientras inconscientemente una sonrisa se dibujaba en mis labios. —¿Umpa lumpa? Me estás asustando —habló, entrecerrando los ojos en mi dirección—. Estás muy rara. —Papá está con Tania —le dije, mientras alborotaba mi cabello—. Deberías de aprovechar antes de que se vaya para la empresa. —¿Por qué ha sacado a Tania otra vez? —preguntó, abriendo sus ojos como platos. Levanté los hombros, mientras abría la puerta de mi habitación. —Fabritzio quiere venir a conocerlos, creo que se está preparando —argüí, entrando a mi habitación. Esperé a que Tara se fuera para volver a salir. Sabía que mis padres continuaban en medio de su resiente calentura y quería escuchar el grito de horror cuando los viera. —¡Dios! ¡Mamá, papá! ¡Dejen de besarse en la sala! —la escuché gritar con terror. Me eché a reír frenéticamente, mientras volvía a entrar a mi habitación. (...) —No voy a ponerme eso —le comuniqué a Mía, desde su cama. Eran cerca de las 6 de la tarde, y ahora me encontraba en la casa de mi amiga, la cual no dejó de llamarme durante toda la tarde, para que fuese a vestirme con algo de su ropa para ir a la disco. La morena puso los ojos en blanco, aun sosteniendo un cortísimo vestido n***o en alto. —Deja de quejarte, Chaparra. Es lo que vas a ponerte. —Pareceré una puta con eso —hice una mueca de horror. Su boca se abrió en una perfecta O, mientras me señalaba acusatoriamente. —Es mí vestido, el cual me lo he puesto muchas veces —gruñó, haciendo énfasis en la palabra "mí". Me eché a reír, aventándole una almohada a la cabeza. —Tal vez debería de dejar de decir todo lo que pienso. —¡Mia! —Logan, el hermano mayor de mi amiga, metió su cabeza por la puerta entreabierta—. ¿Saldrás esta noche? —Sus ojos repararon en mí y me regaló una sonrisa—. Hola, Chaparra. Le devolví la sonrisa y sacudí mi mano un par de veces, regresándole el saludo. —Sí. Saldremos —dijo Mia, poniendo los ojos en blanco—. Y por favor, deja de entrar a mi habitación sin llamar. ¿Qué tal si alguna de las dos está desnuda? Logan hizo un gesto de repulsión, retrocediendo un poco. —Solo espero que si alguna vez eso llegase a suceder, sea Thiara la que esté encuerada. —¡Idiota! —le grité, echándome a reír. Él me guiñó un ojo, mientras se adentraba en la habitación. Logan era tan solo un año mayor que Mia. Cursaba el primer año de universidad, y gracias a que sus padres viajaban constantemente, era él quien debía de hacerse cargo de su hermana menor. Su aspecto y su forma de ser, era agradable, lo que hacía que tuviera a tantas chicas comiendo de la palma de su mano. Él era una especie de mujeriego disfrazado. Pues solía salir con chicas constantemente, pero a la vez, no presumía de ello. —Traeré a Loretta a la casa, ¿A qué horas regresas, hermanita? —le preguntó, acostándose a mi lado. Mia hizo una mueca, mientras continuaba observando el mini vestido n***o con el que insistía que lo llevara puesto. —No lo sé, Logan. Pero si voy a encontrar envoltorios de condones por toda la sala otra vez, mejor me quedo en la casa de Thia. —Entonces mejor hazlo —espetó, empujándome con su hombro—. ¿Cuándo vas a terminar con el idiota de Cooper? —me preguntó, viéndome fijamente. Suspiré, sosteniendo su mirada. Él poseía un par de hermosos ojos grises, un enmarañado cabello n***o y una hermosa piel aceitunada. Poco a poco iba comprendiendo a las bobas sin dignidad que amanecían en su sofá, si tenían suerte de amanecer antes de que las despidiera cortésmente hacia su casa. —No pienso hacerlo —le dije, poniendo los ojos en blanco. —Es una lástima, aun sueño con el día en que te metas a mi cama. —Pues... sigue soñando —arrugué la nariz, mientras él sonreía y me alborotaba el cabello. —¿Verdad que Thia se vería increíble con este vestido? —insistió Mia. Logan entrecerró los ojos, mientras lo escaneaba lentamente con la mirada. —Si quiere verse como una puta barata... entonces si se vería increíble. —¡Váyanse al infierno! —nos gritó con molestia, tirando el vestido al armario nuevamente. Ambos nos echamos a reír descontroladamente al ver a Mia fruncir los labios y cruzar los brazos a la altura de su pecho. ¿Hacer enojar a Mia? Nuestro pasatiempo favorito.
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