Capítulo 1- Cristina

1697 Words
He estado encerrada en el baño de mi habitación durante más de 20 minutos. Ahora estoy abriendo la cuarta prueba de embarazo, negándome a aceptar la realidad. "¡Maldita sea!" exclamo una vez más, mirando el maldito resultado que se repite. Todavía existe la posibilidad de que sea una equivocación, todavía hay esperanza. Me niego a creer el resultado; esto no puede ser posible, debe ser una fatídica falla grupal de estos aparatos. Abro las instrucciones de la última prueba de embarazo que usé y las reviso. "Una línea negativa, dos líneas positivas", repito, mirando el mismo resultado por cuarta vez. Desearía poder tirarme por la ventana, pero sé que sufriría y no me gusta el dolor. Además, mi habitación está en el segundo piso, es imposible acabar con mi vida... ¿O no? ¿Por qué no vivo en un 4to piso? "Tiene que ser una maldita broma", murmuro para mí mientras envuelvo la maldita prueba de embarazo, que arrojó el mismo resultado "positivo", en papel higiénico y la tiro a la basura. Salgo del baño, vuelvo a mi cama, agarro mi almohada, presiono mi cara contra ella y empiezo a gritar, repitiendo el proceso varias veces hasta que logro calmarme. Cristina, seamos lógicas. Una prueba puede equivocarse, una segunda probablemente, la tercera puede tener un margen de error, pero la cuarta probablemente tenga razón. ¿Dios, qué hice? "¿Qué voy a hacer?" coloco mi cabeza entre mis piernas. "¡Estoy jodida!" No puedo dejar de pensar que solo estoy en mi tercer año de la universidad, estudiando derecho, y mi vida ya es un desastre. Estoy a punto de arruinar la existencia de otro ser con toda mi basura. Cierro mis ojos; ¡todo es tu culpa, maldito Malcolm! Tú y tu mierda combinada con la mía. Mira lo que hemos hecho. Un gran trabajo de mierda. ¿Qué voy a hacer? Solo necesito reflexionar, aún puedo encontrar una salida... La primera opción es tener esta cosa dentro de mi estómago, que es un futuro bebé si lo llamo con propiedad, y puedo dárselo a Malcolm. Mi nariz se arruga, niego con la cabeza; no, esa es una mala opción, y me doy cuenta de que no es una posibilidad factible. La vida de Malcolm es un completo caos, al igual que la mía. ¿Cómo terminamos jodiendo la vida de un ser inocente que no tiene la culpa de nuestro veneno fatal? Porque eso somos, una enfermedad que contamina todo y a todos, que en medio de nuestra estupidez creamos un pequeño veneno. Toco mi abdomen. ¡Maldita sea, no, esto es imposible! ¿Debería meterme en la bañera e intentar ahogarme? Genial, estoy caminando como una jodida maniática en círculos por cada rincón del cuarto, lo único que hacía falta es que también tenga un desorden mental. Tiro mi cabello con frustración. No seré capaz de hacerlo, hace menos de un mes, mi tortuga Anacleto murió, algo que no le pasaría a nadie. Dicen que las tortugas viven 100 años, ellas tienen la mejor salud y, sin embargo, maté a la mía en 26 días, ni al mes llegó el pobre. En cuanto a Malcolm, de ninguna manera. ¡No se le debe confiar el cuidado de otro ser vivo! Mi teléfono comienza a sonar, realmente no quiero atender, quiero la respuesta y explicación de cómo sería un s******o indoloro, si no se trata de eso no me interesa. Miro el identificador de llamadas y no puedo evitar aceptar la llamada, o ella hará que me arrepienta más tarde. "Hola, asqueroso animal", saluda una voz eufórica desde el otro lado de la línea. Ya me arrepiento, ¿debería cortarle y ver si la loca acaba conmigo? “Estoy al borde del s******o y tú no ayudas, Pamela”, le respondo a mi bella y cariñosa amiga. "¿Qué hizo tu maldita familia esta vez? Dime, y si es necesario, le doy una paliza a tu estúpido padre, que es un desperdicio de ser humano", aclara enojada. Descarto automáticamente la idea de terminar la llamada porque suele ser cruel y despiadada la pelirroja. Sonrío irónicamente al escuchar el gruñido de mi amiga. Es reconfortante pensar en que alguien más puede darles una paliza a esos parásitos que solo saben como aproverchase de los demás. Sin embargo, mi sonrisa se desvanece rápidamente mientras las lágrimas amenazan con desbordarse. Miro mi vientre plano y suspiro, culpando a las malditas hormonas por desequilibrar mi cordura. "Esta vez no es su responsabilidad de manera directa, pero él sigue siendo el responsable de que mi vida sea un desastre y yo sea un ser humano despreciable, o al menos un intento fallido de serlo. No hay nada bueno que pueda surgir de ese tipo, mucho menos de mí. No soy buena" me recriminó, prometí que sería diferente, pero al final soy su hija. La voz de mi amiga, Pamela, interrumpe mis pensamientos sombríos. "Deja de exagerar, la única mierda es él, no tú. ¡Basta de eso, mujer! Eres diferente a él, a ellos, y lo sabes". "Ambas sabemos la verdad", refuto, tratando de controlar mis ojos llorosos. Hace años, acepté la realidad. Soy únicamente un ser que existe para contaminar y dañar. Rozó mi pequeña barriga. Tú tampoco serás bueno porque vienes de mí. Lo siento no puedo ofrecerte nada agradable. "Ya es suficiente. No me hagas viajar hasta allí para golpearte", dice con su tono característico. "Por cierto, hoy hay una fiesta en la casa de Jason. ¿Vamos a ir, por supuesto?" Su pregunta suena más como una orden que una invitación. Un nuevo dolor de cabeza se aproxima. No puedo entender cómo Pamela ha llegado a la absurda conclusión de que me gusta Jason. Solo ella podría imaginar algo así y aferrarse a esa idea. "No tengo ganas de salir hoy. Solo quiero enterrarme en un kilo de helado de chocolate", respondo con sinceridad, sintiendo que se avecina una tormenta llamada: Pamela no aceptará un no. "No te preocupes, todo está bajo control. Sé que tienes que mantener tu imagen de niña buena. Por eso iremos a esa fiesta. No encontrarás a ningún idiota de la universidad allí. Ricardo es el organizador. ¿Entiendes, verdad?", responde Pamela con su típico aire d*******e de tengo razón, tú no, haz lo que te digo. En mi mente, puedo visualizar su amplia sonrisa, como el Gato de Cheshire de Alicia en el País de las Maravillas. "Realmente no quiero, Pame. Diviértete en mi nombre", hablo dramáticamente, que parece un mal grito de un camionero, soy terrible actuando. "Jamás seas actriz, apestas y por cierto ire por tí y tu firme trasero, me encargaré de llevarlos" "No tengo muchas opciones, ¿verdad?", murmuro resignada, sabiendo que Pamela no aceptará mi respuesta al menos que sea afirmativa. "Te estaré esperando a la 1 a.m. afuera de tu casa. Nos vemos allí", notifica Pamela. "¡Espera!" exclamo, intentando recuperar un poco de control sobre la situación, pero es demasiado tarde. Oigo el tono de finalización de la llamada y dejo caer el teléfono. Caigo nuevamente en la cama, agarro la almohada y grito con todas mis fuerzas. Sorprendentemente, esto parece funcionar para liberar algo de la frustración acumulada. Miro el reloj, todavía tengo algo de tiempo. Camino hacia al baño y tomo una larga ducha, permitiendo que el agua caliente calme mis horribles pensamientos. Después de secarme, me planto frente al espejo enfrentado a mi propio reflejo. "Cristina, ¿realmente vas a hacer esto?" me pregunto en voz alta, buscando una respuesta en la imagen que refleja el espejo. La respuesta se vuelve obvia. "¡Sí, lo haré! ¡Que todos se vayan al diablo!". Empiezo a arreglarme. Recojo mi cabello castaño en una coleta alta, dejando caer algunos mechones rebeldes a cada lado de mi rostro. Observo mis ojos en el espejo; esta noche su color es más intenso, un verde tan profundo que parece no tener fondo. Admiro mi piel morena, que hace resaltar mis labios de un rojo intenso. No puedo evitar sonreír ante lo que observo. Me vesti con un top n***o corto y una chaqueta blanca, unos pantalones blancos que realzan mis largas y esbeltas piernas. No es de extrañar que midiendo 1,70 metros destaquen. Completo mi atuendo con unas botas altas que hacen lucir aún más mis piernas, y estos pantalones realzan mi trasero. Un perfecto "duraznito". Perfecto. Definitivamente me gusta lo que veo. Me felicito internamente, consulto la hora en mi teléfono y decido que es hora de bajar las escaleras. Enfrentar la noche que está por comenzar. Mientras desciendo, me encuentro con una de las personas que menos quiero ver en toda mientras aún respire. Él me mira y, en respuesta, simplemente le dedico una sonrisa hipócrita como él. "Hola y adiós, Fran. Me estoy yendo", lo saludo sin prestarle demasiada atención. Pero él decide sujetar mi brazo, deteniéndome, y me susurra con los dientes apretados en mi oído izquierdo. "¿Adónde crees que vas vestida así, Cris?" Me giro rápidamente y lo empujo, alejándolo de mí. "Eso no es asunto tuyo, hermanito", respondo con una sonrisa traviesa en mi rostro. Observo cómo el rostro de Francisco se contrae ante mi respuesta y continúo. "No creo que regrese esta noche, así que, por favor, cúbreme. Aún me debes un favor, así que... ¡muchas gracias, Fran!" Doy un portazo en su cara mientras camino hacia mi auto, dejándolo atrás. Soy recibida con un abrazo cálido por parte de Pamela. "¡Bienvenida de nuevo, Cris! Te extrañé. ¿Estás lista?" me pregunta emocionada. Entrego las llaves del auto a Pamela, quien las recibe emocionada. Sin dar tiempo a más, me arrastra hacia el asiento del pasajero, cerrando la puerta sin ninguna delicadeza, y se acomoda en el asiento del conductor. "¡Vamos!" exclama emocionada, pisando el acelerador con determinación. Al ver cómo conduce mi querida amiga, decidido abrocharme el cinturón de seguridad. Mientras lo hago, escucho susurrar a Pamela. "Gallina." No puedo evitar que mi mirada se desvíe hacia mi abdomen, recordándome que esto no se trata solo de mí sino por él.
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