King.
La investigación que realicé fue exhaustiva, aunque solo me confirmó lo que mi instinto ya me había revelado: eran excepcionales.
Jehane Dessert: Doble nacionalidad, francesa e inglesa. Hija de un matrimonio disfuncional que terminó en divorcio cuando ella tenía tres años. Seis hermanos, cinco menores y una mayor. Estudia Administración de Empresas y es la mejor de su promoción, además de ser una figura popular. Lo más relevante: está comprometida con el heredero de la mafia francesa, Javier Brouillet. Se encuentra en Londres por obligación legal, ya que su madre tiene la custodia hasta que cumpla la mayoría de edad.
Félix Downey: Nacionalidad inglesa. Hijo de un matrimonio tradicional y estricto, con dos hermanos mayores burlones y crueles. Estudia Arte, es uno de los mejores en su área, y era popular hasta que se unió a Jehane, momento en el que priorizó a la chica sobre su antiguo círculo social. Es el hijo menor, y la presión familiar para que no deshonre el apellido es inmensa.
Maxwell: Nacionalidad inglesa. Orígenes desconocidos, fue abandonado en un orfanato a pocos días de nacer, sin registro de su apellido. Posee una capacidad intelectual prodigiosa que le valió una beca en una prestigiosa universidad de medicina. Es un chico genio, el más joven de su clase. Tuvo una breve relación con una chica llamada Irene, pero no dudó en dejarla para unirse a Jehane y Félix.
Los tres comparten una relación polígama, llevándola con discreción. Su centro es el pequeño departamento de Maxwell. Llevan meses juntos, y cuando están allí, parecen encontrar una felicidad genuina.
Así como ahora.
Los seguí desde que salieron de la universidad. Esperaron a Maxwell fuera del auto de Jehane, disfrutando de una conversación íntima sin importar las miradas hipnotizadas de los transeúntes.
Debo admitir que mi reacción al ver a Jehane por primera vez fue similar a la que tuve al ver a sus dos hombres: me quedé sin aliento. ¿Cómo era posible que existieran personas tan bellas? Son demonios encantadores que caminan sobre la tierra.
No sé qué sucede conmigo. Claramente, esta no es mi personalidad habitual, sino una faceta reprimida por años. Llevo acosándolos discretamente por más de tres semanas. Siempre estoy al tanto de ellos, de los tres, y mis ganas de ir y secuestrarlos, de llevármelos a un lugar donde solo existiéramos nosotros, se hacen más fuertes a diario. Quiero tenerlos, quiero tener el permiso de estar con ellos, de saber lo que es tener una buena compañía y, quizás, aprender a amar.
Veo salir a Maxwell con su grupo. Él no duda en ir directamente a abrazar a sus amantes sin importarle las miradas sorprendidas de sus amigos. Se despiden, entran al coche y yo los sigo, manteniendo una distancia prudente.
Aparcan el auto en el parking de un centro comercial. Los tres salen y, minutos después, voy tras ellos. Visitan tienda tras tienda, buscando cosas específicas, incluso se detienen en una tienda de lencería.
Joder.
Después de eso, se dirigen a una cafetería. De repente, Jehane se separa de ellos tras un breve intercambio de palabras. Sale y yo voy tras ella. Me parece extraño que se separe de ellos en un lugar tan concurrido. Camina por los pasillos, cada vez más rápido, esquivando a la gente. Este edificio es un laberinto; es mi primera vez en un centro comercial, y el lugar es enorme.
—Maldición —murmuro al darme cuenta de que he perdido a Jehane.
Camino intentando localizarla, pero sin éxito. Me estoy perdiendo.
—Te atrapé. —Escuché su voz detrás de mí.
Es ella.
Me doy la vuelta rápidamente, encontrándola recargada en una pared con una sonrisa burlona en los labios.
Ella lo sabía. Sabía que los estuve siguiendo.
—No es muy cortés seguir a las personas —dice, acercándose.
—¿Cómo...?
—Sé cómo piensan los de nuestra clase. —Se acerca aún más a mí—. Lo supe desde el primer día que nos espiaste. —Coloca su mano en mi pecho sin borrar su sonrisa—. Aunque no lo creas, fui entrenada casi de la misma manera que tú, así que sé cuándo tengo a alguien detrás de mí.
—No hiciste nada.
—Me parecía divertido ver cómo te movías en las sombras.
—Pude haberlos lastimado.
—No me preocupaba tanto por mí, sino por mis chicos. Al ver que solo nos seguías, me di cuenta de que tu interés era genuino hacia los tres, no solo hacia mí. Si fuera al contrario, no dudarías en acabar con ellos para capturarme.
—Tienes razón.
—¿Por qué no te acercaste antes?
—No sabía cómo hacerlo.
Sonríe de lado. —Eres tan tierno. —Lleva su mano a mi mejilla derecha y acaricia ligeramente una parte de mi cicatriz—. Quién diría que King Hathaway fuera de esta manera.
—¿Y tus chicos?
—Se fueron. Les dije que se marcharan para así poder confrontarte.
—¿Ellos también lo saben?
—Lo saben. Tienen miedo y a la vez están muy extrañados.
Aprieto mis manos, sintiendo un nudo en el estómago. No quiero que me teman. No quiero que me rechacen.
—Tranquilo. Ellos no son prejuiciosos, pero tendrás que aclararles la razón de tu acoso.
—¿Crees que me comprendan?
—Bueno, nunca han lidiado con alguien tan peculiar como tú. Además, Félix es muy asustadizo con este tema de nuestra verdadera identidad, así que Max y yo lo protegemos mucho. —Toma mi mano y me arrastra—. No te alteres si ves miedo en él. Es natural. Eres un líder de la mafia, y si nos has acosado todo este tiempo, supongo que también nos investigaste. —Me mira de reojo—. ¿Sabes de Javier?
—Lo sé —respondo, la sangre me hierve solo de recordarlo.
—Bueno, también les altera un poco que muestres interés y no hayas hecho nada agresivo contra ellos o contra mí.
—Nunca haría eso.
—Bien. Es mejor decirles eso a ellos de frente. Vamos al departamento de Max.
Sin decir nada más, llegamos a mi auto y en pocos minutos nos encontramos fuera del departamento. Estuve muchas noches aquí afuera, pero entrar será completamente nuevo y me permitirá conocerlos en persona.
—¡Mi amor! Estábamos preocupados —dice Max, abrazándola de inmediato—. ¿Qué tal fue?
—Calma, amor. —Mira en mi dirección—. Lo traje conmigo.
Me acerco, notando que no solo está Max, sino que Félix está justo detrás de él. Ambos me miran con los ojos muy abiertos. Félix no duda en pegarse más a su hombre y me observa con miedo, mientras que Maxwell se pone rígido, en postura protectora. A pesar de sus reacciones, ninguno de ellos deja de mirar mi rostro.
—King debe hablar mucho con nosotros.
Me permiten pasar. No dudo en observar todo: un lugar pequeño, habitado por tres personas, pero íntimo y cálido. Nunca había estado en un sitio que se sintiera así.
—Iré a cambiarme. Mientras, pueden sentarse —dice Jehane, dejándonos solos.
—Toma asiento —dice Max, llevando a su pareja al sofá.
Félix se aferra a él. No me quita la mirada de encima, pero ya no parece un pánico absoluto, sino más bien una curiosidad teñida de terror.
Ahora puedo ver con más claridad lo hermosos que son. Max se ve fuerte, aunque no a mi nivel, pero ejercitado. Ojos verdes, labios finos, esas hermosas pecas en su rostro y un cabello rojo ardiente. Félix, con sus ojos color miel, es delicado, con pestañas abundantes y un cabello n***o liso y encantador. Su complexión es delgada, su piel pálida, y tiene unas manos bellísimas.
Siento que debo hablar. —Lamento haberlos seguido. Imagino que no se lo tomaron bien al saberlo.
—En realidad, nos descolocó un poco. No es fácil saber que alguien vigila nuestros pasos —dice Max, asumiendo el liderazgo.
Me agrada eso.
—¿Por qué no solo te acercaste? —La suave voz de Félix hace que mi cuerpo se relaje.
—No soy bueno tratando con personas de una manera social. Ahora mismo, ustedes son la segunda y tercera persona que me han escuchado hablar tanto.
—¿Quién fue la primera?
—Jehane —respondo sin dudar.
—Aun así, lo que hiciste estuvo mal. Félix se sentía nervioso por esto, y yo casi no podía dormir por no poder estar a su lado para calmarlo.
—Lo lamento.
—¿Qué buscas de nosotros? —Félix se separa ligeramente de Max, reuniendo valor—. ¿Por qué haces todo esto?
—No tengo idea. Solo lo hice por impulso. Solo quiero poder estar cerca de personas como ustedes. Son los primeros que ven mi rostro sin mostrar desagrado. Jehane fue la primera en acariciar mi cicatriz y, además, fue la primera que no pareció esforzarse en absoluto para obtener mi atención.
—Jehane es maravillosa —dice Félix con una hermosa sonrisa en el rostro—. Saca lo mejor de nosotros.
—Y ustedes lo mejor de mí —dice Jehane, apareciendo con una vestimenta casual y cómoda—. Parece que han aclarado algunas dudas. —Se detiene frente a nosotros, con los brazos cruzados—. ¿Qué haremos? Es claro que King ha demostrado de una manera, digamos, peculiar, su interés hacia nosotros. Félix aún siente miedo, y Max está muy cauteloso. Yo solo puedo decir que todo esto me divierte mucho, pero no dejo de estar alerta. —Deja su mirada fija en mí—. ¿Qué quieres lograr con esto?
—Solo hice esto porque no sé cómo acercarme a ustedes. Es la primera vez que actúo así, y no comprendo muchas cosas. Simplemente lo hice para sentir que, aunque estuviera lejos, podía tenerlos a mi alrededor.
—Es bueno que sientas atracción por los tres. Después de todo, la poligamia no funciona si una parte no siente lo mismo. Tal vez ahora quieras estar a nuestro lado, pero tendrás que demostrarlo, hacer que mis hombres y yo tengamos la confianza y el mismo afecto que tú nos demuestras.
—Debes cortejarnos —comenta Max—. Permítanos conocerte, saber de ti y poder comprender tu persona.
—Y estar consciente de que todos aquí somos pareja, y debemos ser tratados por igual. No querer a uno más que al otro —termina de decir Félix con firmeza.
—Comprendo. —Miro a un punto en el suelo—. No sé nada de esto. Cortejar, coquetear o ser genuino... He estado oprimido por mucho tiempo. Tal vez no pueda cambiar lo que soy, pero daré lo mejor de mí y haré que me acepten.
—Muy bien, así se habla, grandote. —Jehane se inclina, quedando muy cerca de mi rostro—. Estoy ansiosa por ver cómo termina todo esto. Ser cortejada es también nuevo para mí y para mis chicos, así que tenemos expectativas altas. Espero que las superes. —Me guiña un ojo.