14: La Prueba Superada

2011 Words
King. Ha pasado un mes. Nunca creí que algo en mí pudiera cambiar, pero lo ha hecho, y todo por esas tres personas que ocupan mi mente constantemente. He estado en el período de prueba y no he dejado de esforzarme para acercarme a ellos, para que se sientan a gusto con mi presencia y vean que mis intenciones son puras. Me he transformado en alguien totalmente diferente en muchos aspectos: hablo con ellos cuando necesitan desahogarse o simplemente cuando buscan una conversación profunda. Los recojo en sus universidades, los invito a cenar, les dejo regalos en sus casilleros o, en el caso de Max, afuera de su puerta. Mantengo comunicación constante por celular, los llamo, los anhelo cada noche y lucho por controlar las voces internas que me incitan a secuestrarlos y encerrarlos. Debo controlar ese impulso agresivo; no puedo asustarlos, y menos aún antes de ser oficialmente su pareja. Aparte de todo esto, los sigo vigilando desde lejos. Se ha convertido en un placer que disfruto y ellos lo saben. Jehane es quien más se burla de esta obsesión, pero para mí es un deleite verlos a lo lejos, apreciar sus gestos, sus cuerpos, y admirar cómo el viento juega con sus cabellos, dándome una calma que jamás sentí. Toco el timbre de la mansión donde vive Jehane. La puerta se abre rápidamente. —Buenas noches, señor —dice la empleada, que claramente me reconoce—. Buscaré a la señora Beatrice de inmediato. Es la primera vez que toco, así que asume que busco a la dueña de casa. —Oh —dice Beatrice, sorprendida al verme—. Señor King, ¿Qué lo trae por aquí? —Parece demasiado emocionada con mi presencia. —Vengo a buscar a su hija. —Oh, por supuesto. Iré por Abby inmedia... —No, hablo de su hija menor, Jehane. Su rostro se torna sombrío de manera drástica. —¿Jehane? ¿Puedo saber qué le hace buscarla? —No puede, pero para ser educado, le diré que saldré con ella esta noche. Un tic nervioso le aparece en el ojo derecho. —Yo no sabía que eran tan cercanos —dice, apretando la mandíbula. —Ahora lo sabe. —Madre, iré con... —Abby se calla al verme—. ¡King, qué alegría verte! —Se acerca sin permiso y me besa la mejilla—. Si hubiera sabido que venías, te habría esperado para darte la bienvenida. Me acerco a su rostro y ella se pone rígida. —Que sea la última vez que me tocas. No te di permiso para hacerlo. Ella traga saliva. —Lo siento... Solo me emocionó verte en mi casa. —Y te aseguro que no es por ti —dice Jehane, apareciendo con un vestido notablemente sexy. —¿Qué? —Abby mira con confusión a su hermana. —Vino por mí, linda. No te emociones tanto. —Jehane llega a mi lado y, sin previo aviso, estampa un beso sobre la cicatriz que sobresale de mi parche. —Eso no puede ser —dice Abby, con ojos encendidos de furia, pero Jehane ni se inmuta—. Creí que te había dejado claras las cosas. —Lo entendí. Pero yo nunca te di mi palabra de que no haría esto. Además, King es una persona, y no va a jugar contigo como tú tenías planeado —dice Jehane con una sonrisa siniestra—. Ahora, si nos permiten, debemos ir por nuestros chicos. Sin decir más, salimos de esa mansión. Al entrar al coche, Jehane no duda en subirse a mis piernas y estampar sus labios contra los míos en un beso apasionado y salvaje. Es la primera vez que nos besamos con tal intensidad; antes, solo habían sido roces sencillos. No sé qué la llevó a darme un beso así, pero no me importa: solo quiero seguir disfrutando de su lengua y sus labios. —Ah —se separa de mí, con los labios entreabiertos, tratando de recuperar el aliento—. No quiero verte otra vez cerca de ella. Así que su beso fue por celos. —Le dejé claro que no volviera a acercarse. —Excelente —dice, con un tono extrañamente tierno—. Odio que te miren y quieran acercarse tanto a ti. Es como lo que pasa con Max. —Max es mucho más hermoso que yo. Además, yo no tengo buena apariencia. —¿Estás bromeando? ¿Crees que tener una cicatriz te hace ver feo o menos atractivo? —Cuestiona, con el rostro serio. —Sabes lo que opino de mi rostro. No sé por qué tú y los chicos siempre lo miran. —Esa herida no te define, no significa nada para nosotros. Lo perdiste por una noble causa, sacrificaste tu ojo por una buena razón: defendiste a tu propia sangre. —Me quita el parche. —Eres hermoso, King. Eres digno de ser apreciado. Sé que odias verlo, pero a mí me encanta —dice, dejando un beso suave sobre mi ojo lastimado, completamente en blanco e irrecuperable. —Ustedes son los únicos que no me miran con asco... ¿Cómo puede gustarles algo tan horrible? —Sería horrible para mí si fueras otra clase de persona, pero no lo eres. Eres bueno, amable. Esta cicatriz solo demuestra lo valiente que fuiste. Arriesgaste tu propia vida para salvar a otros, eso dice mucho de ti. —Junta nuestras frentes—. Me encanta tu cicatriz. No me da asco ni me desagrada. Me gusta verla, acariciarla, porque así te transmito que te respeto y te admiro. Escuchar esas palabras hace que todo en mi interior se revuelva. Ella siempre me deja sin palabras, siempre me demuestra que no estoy solo y que no todo es oscuridad. Ella, junto a Félix y Max, me ha traído luz, esperanza y una razón para vivir. —Créeme cuando te digo que no todas las personas te miran con asco. He notado cómo muchos te miran con curiosidad, y cuando hablas, solo los dejas con ganas de más, porque tu voz es magnífica. Pero sé que eso te acompleja y te hace creer que todos te miran mal, cuando no es así. —Se aleja con una sonrisa—. Vayamos con nuestros chicos; se nos hará tarde. Recogimos a los chicos y continuamos nuestra cita nocturna en un restaurante de lujo. Nos sentimos tranquilos y en armonía. Cenamos en un espacio privado, libre de miradas incómodas. Escucho todo lo que tienen que decir, especialmente a Max, que es el más conversador. Él siempre tiene algo que contar y nunca parece cansarse. He notado cómo los tres han cambiado conmigo desde nuestra primera conversación. Max ahora es más energético, extrovertido, coqueto y risueño. Conozco sus problemas y me esfuerzo por hacerle ver que puede tener todo lo que desee. Hemos logrado que deje de trabajar y se concentre en sus estudios y en nosotros. También se ha vuelto caprichoso y mimado, algo que disfruto mucho; me encanta consentirlo. Félix ya no siente miedo. Está más relajado y no duda en acercarse sin temor. Es tranquilo, amable, y su voz me genera una paz interior. Le gustan los lugares con buena energía, según dice él. Hace poco estuvo enfermo y lo débil que es me preocupó. Solo Jehane podía cuidarlo. Aún mantenemos nuestra relación en secreto, pues no quiere que sus padres se enteren, y eso está bien. Queremos que se sienta seguro, y si aún no está preparado para enfrentar a su familia, lo seguiremos apoyando. Jehane sigue siendo la misma de siempre, pero ahora está más tranquila con mi presencia. Ya no le importa que me interese en sus hombres porque le he demostrado que no los lastimaré. Es atrevida, coqueta y no duda en ser sensual en cualquier momento. Aunque diga que siente celos por nosotros, en realidad, los tres sentimos el doble de celos por ella. Cada vez que entra a un lugar, brilla y llama la atención, y muchos quieren acercársele. No nos agrada que la busquen solo para obtener algo de ella. —Y fue muy divertido. Se desmayó porque vio un poco de sangre —Max termina de contar su historia con una risa sonora. —No es bueno tenerle fobia a la sangre si quieres ser médico —comenta Félix, sosteniendo la mano de Jehane mientras caminamos por las calles de Londres. Miro las mejillas de Max, que están más rojas de lo normal; la temperatura está bajando y él se coloca todo colorado por el frío. Le ofrezco mi abrigo sin pensarlo; él odia el frío. —Creo que es hora de ir a casa —dice Jehane, al ver el rostro de su amante—. No quiero que nos dé una gripe, sobre todo a Max. —Sí, es mejor irnos —Max aprieta mi mano, mira a Jehane, y ella parece darle una señal. —King... —¿Sí? —¿Te gustaría pasar la noche con nosotros? Hoy nos quedaremos en mi departamento. Tal vez sea algo pequeño e incómodo, pero si gustas, puedes quedarte. Sería la primera noche juntos. —Me gustaría. No puedo dejar pasar esta oportunidad, además de que me encanta estar cerca de ellos. Ya en el departamento de Max, Félix nos prepara una bebida caliente y luego vamos a darnos una ducha. —King —Félix entra al baño mientras estoy en la tina—. Te traje esto. Es de Max y creo que te quedará bien. Félix es el más atento, es como la clásica esposa, adora cocinar, limpiar y atender a sus parejas. Lo disfrutan: he visto cómo le corta la comida a Jehane y le limpia los labios a Max. —Muchas gracias. Él solo sonríe, dejando la ropa junto al lavamanos. —¿Quieres ayuda con tu cabello? —Si no es mucha molestia —sonrío al ver la emoción en sus ojos. Félix lava mi cabello. Sus delicados dedos masajean todo mi cuero cabelludo y, joder, es una sensación increíble. —Tienes un cabello muy bonito. —No tanto como el tuyo. —Me gustaría tenerlo más largo. —¿Y por qué no lo tienes? Se queda en silencio por unos segundos. —Por mi padre. Dice que al tenerlo largo me veo como una mujer y... bueno, solo lo tengo hasta los hombros porque no quiero escuchar más insultos. Todo mi cuerpo se tensa por la molestia que me produce escucharlo. Nadie debe oprimirlo, y mucho menos opinar sobre su vida. —No quiero problemas con ellos, así que solo trato de complacerlos. —Pero no vale la pena si dejas de ser tú mismo. —Sus movimientos se detienen—. ¿Qué sentido tiene reprimirte y ser miserable? ¿Qué obtendrás con eso? —No tener problemas. Tomo su mano para acercarlo. —¿Tu padre te hace algo para que sientas ese miedo? —Yo... Yo no quiero hablar de ese tema. —Te juro que si él te hace algo, no dudaré en hacerle lo mismo, pero de una manera mucho más horrible. —No hablemos de eso, por favor. —Bien. Me ayuda a alistarme después del baño. Al salir, vemos a Max y Jehane en la cama, ella encima de él. Félix corre hacia ellos y también se coloca encima de Max. —Ven —Jehane extiende su mano hacia mí. La acepto sin dudar. —¿Dormiremos juntos? —Es lo planeado —responde Jehane. No sé cómo, pero los cuatro cabemos en esa cama. Ahora soy yo quien tiene a tres cuerpos encima. Jehane está en el medio de los chicos, y los tres me miran con una sonrisa maravillosa. —Te aceptamos, King —dice Félix. —Ya es momento de que seas nuestra pareja —dice Max. —Has pasado la prueba, grandote —Jehane me guiña un ojo. No espero ni un segundo para abrazarlos fuertemente contra mi pecho. Este es el mejor día de toda mi miserable vida.
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