Jehane.
Nunca creí que regresar a Londres me traería tanta felicidad. Pensé que mi vida seguiría siendo solitaria y monótona, como siempre. Pero ahora tengo a mis hombres y solo debo esperar un poco para ir por Javier y, finalmente, hacer nuestro sueño realidad. Honestamente, ya me estaba rindiendo en la búsqueda de parejas para nuestra relación polígama; nadie se lo tomaba en serio. Ahora, todo es real y palpable, y no puedo pedir más.
Los días y las noches son maravillosos. Siempre encuentro la manera de reunirme con mis amantes, y cuando no podemos, hablamos sin cesar por teléfono. Sin embargo, es pasar el día entero con ellos lo que me llena el alma. Solo deseo que se acostumbren por completo a esta nueva dinámica para poder ir por Javier y estar, por fin, completos.
King es magnífico, un novio tan tierno como aterrador. Me divierte cada vez que nos sigue: aun sabiendo que lo sabemos, él ni siquiera se acerca. Le gusta deleitarse con nosotros desde la distancia, pero cuando está a nuestro lado, la experiencia es infinitamente mejor.
Han pasado algunos días desde que somos oficialmente cuatro en la relación. Hoy, King nos enseñará su casa. Está apartada de la civilización, lo que la hace aún más emocionante.
—Hay muchísima vegetación en esta parte —comenta Félix, mirando por la ventana—. ¿Hay animales en esos bosques?
—Algunos, aunque mantengo el terreno despejado y cercado a varios kilómetros de la mansión —responde King, que conduce.
A lo lejos, podemos ver un imponente portón n***o. El guardia no duda en abrir la gran reja para permitirnos el acceso a los terrenos Hathaway. Es un espacio inmenso, frondoso y hermoso, aunque noto que faltan algunas cosas para que sea más "armonioso," como diría mi Félix.
—¡Es increíble! —exclamo al ver la mansión.
La estructura es una mezcla fascinante de lo moderno y lo gótico, hermosa a primera vista, y se asemeja mucho a nuestro King: misteriosa y lujosa.
—Aquí fue donde crecí, o al menos una parte de mi vida —King toma mi mano y la de Max. Este último no duda en extender la suya para entrelazarla con la de Félix—. Es una mansión peculiar. Mi madre la eligió porque le gustaba estar alejada del bullicio de la gente y tenía un gusto único para las decoraciones.
Entramos al lugar. —¿Dónde está tu madre? —pregunto con cautela, sabiendo lo poco que habla de sus padres.
King se tensa ligeramente, pero mantiene la calma. —Ella huyó poco tiempo después de tenerme. No aguantó la vida que llevaba mi padre y se fue. Mi padre, en un ataque de furia, destrozó todo lo que le recordaba a ella, que era prácticamente todo lo que había en la casa.
Vemos los alrededores. El espacio es hermoso, espacioso y bañado en luz natural gracias a las gigantescas ventanas, pero está vacío y lleno de ecos. No hay muebles, no hay vida, solo queda la arquitectura. Es una pena que un lugar así esté tan desprovisto y cargado de malos recuerdos para mi King.
—Amor —Félix se coloca frente a él, su rostro irradiando compasión—. ¿No te gustaría darle otra vida a este lugar? Quizás así ya no recuerdes esos momentos y puedas crear recuerdos nuevos, mejores y más especiales.
—Me gustaría, pero desearía que tú me ayudaras con eso. Eres excelente en estas cosas, Félix.
—¡Claro! ¡Por supuesto que sí! Haré todo lo posible para darle luz a esta mansión —dice, acercándose para darle un beso tierno.
Félix y Max recorren los rincones, hablando animadamente. Mi artista está muy emocionado; el lugar es grande y tiene el permiso de King para decorar como desee.
—Debo hablar algo con ustedes —King capta mi atención.
—¿De qué se trata, mi amor? —pregunto.
—Es sobre Max.
—Quiero darle mi apellido.
Abro los ojos con sorpresa. —Amor, eso es maravilloso, aunque delicado.
—Lo sé. Todos nosotros tenemos temas delicados, pero podemos hablar con transparencia. Quiero darle mi apellido y hacer que viva aquí conmigo, así ya no tiene que pagar ese alquiler por un espacio tan pequeño.
—Le resultará muy inesperado, pero creo que se pondrá muy sentimental si le das tu apellido —opino, sintiendo una punzada de emoción por Max.
—Se lo diré durante la cena.
Pasamos el día recorriendo la casa. Félix y Max se quedan boquiabiertos cuando King les dice que elijan una habitación para sus estudios. Félix no duda en elegir, encantado con la idea de tener su propio espacio de trabajo. Para Max es algo totalmente nuevo, pero con la ayuda de Félix, también elige su rincón. Después de todo el recorrido, nos damos cuenta de que hay mucho trabajo por hacer para insuflarle vida a este lugar y convertirlo, pronto, en nuestro hogar, el de los cuatro.
Félix, con su talento culinario, insiste en preparar la cena él solo. Tuvo que ahuyentar a un juguetón Max que no paraba de molestarlo con sus peticiones de ayuda. Cenamos en el gran comedor, todos fascinados por la maravillosa comida y el ambiente íntimo que Félix creó con unas velas.
—Amores —King acapara nuestra atención. Está sentado a la cabecera, así que podemos mirarlo bien—. Hay un tema que quiero tratar.
—¿Te irás de viaje otra vez, mi amor? —pregunta Max, preocupado.
—No, mi vida, no me iré —King me mira y le sonrío, dándole ánimo—. Lo he pensado mucho, lo he investigado a fondo, y solo queda firmar. —Dirige su mirada a Max—. Quiero darte mi apellido, Max.
Félix lleva las manos a sus labios, totalmente sorprendido, y mira a un Max paralizado. Max, que está a la derecha de King, no reacciona; está congelado, sin saber qué decir o hacer.
—Quiero darte mi apellido. Ya no quiero que te sigan viendo y señalando como el joven huérfano. —Parece que King hizo una investigación exhaustiva, sabiendo que Max era objeto de esos comentarios maliciosos—. Si me permites dártelo, solo necesito tu firma. En unos días tendrás tu identificación, un pasaporte y todos los documentos para que vivas como Maxwell Hathaway. ¿Qué te parece, cielo? —King toma su mano.
Max parpadea, sus ojos brillantes por las lágrimas acumuladas. —King, yo... yo no sé qué decir. Nunca he pertenecido a nada. Y ahora que pertenezco a esta relación y que tú quieras darme tu apellido... Es un sueño hecho realidad. Tener una familia y personas que me amen incondicionalmente era todo lo que deseé de niño.
—Ahora nos tienes a nosotros, mi amor —le digo con una sonrisa cálida—. No te dejaremos solo, nunca lo estarás.
Max sonríe entre lágrimas. —Lo sé, siempre me lo dices, nena. —Mira a King—. Yo quiero tener tu apellido.
—Muy bien. Aún queda otro tema. Quiero que vivas aquí conmigo.
Los ojos de nuestro futuro doctor se abren de par en par. —¿Qué?
—Jehane y Félix aún no son mayores de edad, así que legalmente no pueden vivir con nosotros. Creo que será bueno que tú y yo vivamos juntos, así no tienes que pagar más el alquiler de ese lugar.
—Vaya, no me esperaba ninguno de los dos temas. He vivido mucho tiempo en ese lugar. Que me aceptes en tu hogar es un honor.
—Ya debemos tener nuestro hogar, el de los cuatro.
—¿Por eso nos diste a elegir habitaciones?
—Así es. Quiero que tengan sus espacios privados. Nadie entrará a esas habitaciones a menos que lo permitan. Jehane también tendrá un espacio, no solo ustedes. ¿Qué te gustaría tener?
—Mmm... Mi único hobby es patinar sobre hielo. No tengo otro que sea tan artístico como el de Max o Félix.
—Entonces podría ser un despacho, como el mío, para que administres tus asuntos.
—Sí, quizás esa idea sea buena. Lo necesitaré cuando empiece mi trabajo en el club.
—Entonces no se diga más. Cada quien tendrá su lugar especial en esta mansión.
Los tres sonreímos como tontos enamorados. King es el mejor novio y sabe cómo hablarnos para hacernos increíblemente felices. Lo que estamos viviendo es un sueño: uno real, tangible y lleno de sentimientos.