Capitulo IV. Azahara.

1214 Words
Mi matrimonio, estaba durmiendo tan plácidamente que el solo pensarlo me hace revolver el estómago, maldigo entre dientes a todos mis ancestros, a dios que me hace vivir este suplicio y a todos los que me condenaron a este maldito castigo de casarme con un hombre solo por su nombre. Resignada me siento en la cama antes de poner los pies en el piso, es la última mañana de mi soltería, suspiro profundamente mientras me preparo para dar el sí y lo peor para lo que viene después, entregar mi castidad a ese desconocido. Una criada trae el desayuno mientras otra prepara mi baño con rosas, luego entre ellas y Celine se dedican a peinarme y vestirme, mientras mi cabeza viaja al hombre extraño de la noche anterior, un toque en la puerta anunciando que todo estaba listo me saco de mi ensoñación, la boda seria en un anexo del gran palacio que dentro de unas horas será oficialmente mi hogar, deberé renunciar a mi nombre y apellidos para adoptar el de la familia de mi esposo. Camino por mi propio cadalso adornado con flores blancas y antes de llegar al altar veo nuevamente al hombre misterioso, me guiña un ojo mientras me hace una reverencia, casi caigo de la impresión pero continuo la marcha nupcial, volteo a mirar y ya no está, desapareció. Paso la ceremonia buscándolo con la mirada ante cualquier oportunidad, pero no lo volví a ver, al salir de la mano de mi ahora esposo Naim lo busco entre las caras de los asistentes mientras caminamos al gran salón donde se realizara un baile en nuestro honor, sé que la dote enviada por mi padre fue alta por lo que no escatiman en gastos, quieren que la cartas de vuelta a mi padre describan lo bien y maravilloso que me tratan, lo que más quieren es evitar una guerra. Al entrar al gran salón las puertas dobles se abren, el salón es grande y lujoso como todo lo de aquí, unas escaleras labradas en madera, mármol y cuarzo nos llevan hasta el salón donde se realizara el baile, mientras que detrás de unas puertas dobles del fondo están las mesas para el banquete. Las trompetas suenan mientras una voz en el fondo que no logre ubicar anunciaba. - El príncipe Naim de Wetland y la princesa Azahara de Wetland, Duques de Kunmany. Mientras bajamos agarrados de las manos las escalaras una lluvia de aplausos nos acompañó en todo momento y pedían a gritos un beso, las manos me empezaban a temblar, jamás había besado un hombre, sin embargo mi ahora esposo solo me dio un beso en la comisura de los labios mientras los asistentes a la fiesta ovacionaban, era el inicio de nueva alianza y quizás el retorno al centro del mundo de Wetland, la hija favorita del rey de Éire, acababa de unir lazos con su príncipe y eso solo podría significar paz y prosperidad. El baile trascurre yo veo a todos bailar mientras mi nueva familia me presenta a todos los nobles y cortesanos del reino, todo es tan aburrido que me dejo ir en mis pensamientos cuando mi ahora suegra me saca de ellos, viene acompañada de un joven, pero no es cualquier hombre, es el mismo que he visto antes, al verme hace una reverencia y toma mi mano. - Cuñada un placer conocerla, bienvenida a la familia – para luego darme un beso en el dorso de ella, yo no puedo evitar sentir un calor recorrer mi cuerpo. Ahora que lo tengo de cerca puedo verlo mejor es un hombre alto, fuerte, atlético, unos hermosos ojos cafés claro, que por momentos parecen brillar como el oro, cabello castaño peinado a la costumbre de Wetland, pero aún recuerdo haberlo visto con su cabello despeinado, se veía hermoso y rebelde, me sorprende que sea príncipe, pensé que era un habitante del pueblo Me quedo un largo tiempo mirándolo, cuando me doy cuenta de mi imprudencia agacho la cabeza, mi suegra lo ve como pudor, pero en verdad ese hombre me gusta, maldigo mi mala suerte, porque no me toco casarme con él, su hermano no demuestra la más mínima atención en mí, es como si fuera solo una joya cara que acaba de comprar. Mi ahora esposo Naim al tomarme de la mano me hace volver a la realidad – cariño llego la hora que camines a tus aposentos y me esperes. Asiento sumisa y me pongo de pie, Celine camina conmigo por un pasadizo de puertas cerradas y tiemblo como hoja al llegar a mi nueva habitación ahora como consorte del príncipe tendré una contigua a la de él, mi dama de compañía me desviste y me coloca un camisón casi transparente, me ayuda a acostarme en la cama y me susurra al oído: - Cuando el príncipe llegue solo abre las piernas y cierra los ojos, si lo necesitas agárrate en las sabanas, pero no te quejes confía en que será rápido, yo estaré afuera esperándote. Mi boca está seca, mi corazón late desbocado, asiento, me deja sola con la luz de la vela, por mi mente pasan una infinidad de pensamientos pero ese hombre quedo anclado a mi retina. La puerta que comunica nuestras habitaciones se abre, entra mi esposo totalmente desnudo, nunca he visto un hombre en ese estado, intento tragar pero no puedo, mis labios los siento agrietados y tengo ganas de salir corriendo, huir, no llega el aire a mis pulmones y el frio recorre mi cuerpo, hago lo que Celine me indico cierro los ojos y abro las piernas mientras elevo una oración, Naim me mira desde su altura con una sonrisa burlona, se acerca a mí y me da un beso en los labios abriéndome un poco más las piernas para acomodarse en medio de ellas suspira lo que parece resignado mientras me dice: - abre los ojos por favor. Yo obedezco sin dudarlo, abro los ojos y lo observo por primera vez, es un hombre apuesto, sus grandes ojos avellana, su barba y cabello castaña con su piel ligeramente bronceada pero me siento tan indefensa ante él, estoy desnuda y abierta de piernas con el sentado entre ellas, me mira por un largo rato, yo no soy capaz de emitir sonido, hasta que el rompe el silencio: - perdóname, no estoy enamorado de ti, eres una mujer hermosa, pero debo hacer esto todos lo esperan con ansias, ya tenderemos tiempo de conocernos. Y sin más me sujeta las manos mientras me abre las piernas con el peso de su cadera, siento como me desgarro por dentro el calor y ardor se apoderan de mí, mi cuerpo se parte y duele, cierro los ojos, intento infructuosamente pensar en otra cosa, pienso en su hermano que se parecen mucho pero el raspar de su barba me recuerda que no es el, cuento los números hasta donde me acuerdo, repito oraciones, cuando por fin termina mi cuerpo esta adolorido y mi rostro cubierto de lágrimas. - Mañana empieza el carnaval y deberás acompañarme, una doncella vendrá a prepárate y traerá tu mascara. Y sin más se va dejándome sola con mi cuerpo y alma adoloridos, mientras el regresa al gran salón a embriagarse y seguir celebrando la alianza con Éire.
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