—Jajajaja, ahora soy una leyenda. Todos esos malditos volvieron a respetarme, está claro que he regresado —declaró David Choi con una sonrisa maliciosa. En una imponente oficina en el centro de la ciudad se encontraba David Choi, el magnate mafioso asiático de cuello blanco sentado en una silla de cuero n***o, mientras conversaba con Vladik el proxeneta. Frente a él, se encontraba un imponente escritorio de roble macizo, y la oficina contaba con amplios ventanales que ofrecían una vista panorámica de la ciudad, impregnando el ambiente de una elegancia opulenta. Un sutil aroma a tabaco fresco llenaba el aire mientras David Choi encendía un cigarro utilizando un encendedor cuidadosamente tallado de oro. Mientras lo hacía, miró a Vladik y pronunció las siguientes palabras: —Jamás imaginé q

