En una íntima mesa, Antonio y Laura se entregaban a un beso apasionado que los sumergía en un remolino de sensaciones. Cada uno exploraba el sabor y la textura del otro con una entrega absoluta, porque estaban comenzando a conocerse mientras sus cuerpos se entrelazaban en un éxtasis de calor y deseo. El dulce y embriagador sabor de Laura despertaba en Antonio un anhelo insaciable, como si se hubiera abierto una caja de Pandora dentro de él. En medio de esa pasión desenfrenada, Laura, al sentir que Antonio comenzaba a tocar su espalda de manera apasionada, comprendió que era momento de recordar la promesa que habían hecho la noche anterior: esperar hasta el matrimonio para consumar su amor físicamente. Consciente de su compromiso, Laura decidió interrumpir el beso, llevando consigo un halo

