10:20 am… Antonio se acomodó en el sofá situado junto a su cama, sumergido en la lectura de sus escrituras sagradas. Se puso su extraña batola de tono beige, sus gafas para leer y se dejó caer en el amplio sofá de cuero rojo adornado con detalles dorados que lo rodeaba. Tenía una pierna cruzada sobre la otra, y el gran libro en su regazo observando cuidadosamente a Laura mientras dormía. La habitación estaba sumida en un silencio tranquilo, interrumpido solo por los suaves ronquidos de Laura. En ese instante, no tuvo intención alguna de abandonar su habitación, ya que no quería perderse el preciso momento en que Laura abriera sus ojos. Y mientras veía a través de sus gafas para leer, el hombre se decía en pensamientos: «Lleva como ya unas catorce horas dormida, se nota que está bien ca

