Tres horas antes ... Sentados en la mesa, Laura y Antonio experimentaban una extraña sensación que flotaba en el aire. Aunque se atraían mutuamente desde lo más profundo, una combinación de emoción y nerviosismo hacía que se sintieran algo incómodos. Las miradas se cruzaban de forma fugaz, y ambos desviaban rápidamente la mirada, sin saber cómo interpretar estos sentimientos encontrados. Y mientras Laura comía aquella deliciosa ensalada con su mirada hacia aquel envase de plástico, se pensaba lo siguiente para sí misma: «El doctorcito sé que es dulce y amable, pero también se nota algo estricto. Creo que la gente religiosa es así. Pero voy a hacer lo posible en no incomodarlo para que le guste estar conmigo y no me bote antes del tiempo que debo estar aquí.» Aunque internamente la chis

