Aquel lunes, un día antes de la boda… A las cinco de la mañana de un lunes, el apartamento de Antonio se veía envuelto en una atmósfera fría y penumbrosa, mientras el delicado aroma a incienso de iglesia flotaba en el aire, testimonio de las plegarias que Antonio había hecho minutos antes. Tras concluir su típico baño de agua fría para quitarse su calentura matutina, Antonio se sentó en su cama, cubierto únicamente por un pantalón deportivo blanco que dejaba al descubierto su torso esculpido y musculoso, resultado de años de disciplina en los ejercicios. Con una expresión de determinación, se puso sus lentes para leer y se sumergió en la tranquilidad de las primeras horas del día. Antonio se encontraba inmerso en su tarea secreta, buscando meticulosamente detalles y preparativos para la

